Dear Ed: [Ed Sheeran]

Capítulo final .0

Querido tú, quién quiera que seas, sin importar dónde estés:

Si me preguntan cómo llegué hasta aquí, muy fácil. Después de mi última carta que le escribí a Beth, decidí tomar un descanso haciendo viajes, cruceros, y mientras estaba esquiando (han de pensar «pobre niño rico, haz de sufrir mucho» sí, ya sé pero soy humano carajo) me di cuenta que quería volverme a sentir humano otra vez, así que volví a casa, a mi casa en Suffolk, a mi hogar. Quería volver porque extrañaba oler panqueques quemados y la chimenea hogareña, con esa leña que uno corta un sábado por la mañana en pijama. Y sí, también porque Beth se casaba esa semana. Beth Salmon se casaba, diablos, mi mejor amiga de preparatoria se casaba. Me llevaba el demonio. Pero tenía un plan, no era mucho pero incluía a la novia.

Por primera vez compré un esmoquin, siempre acostumbraba rentarlos pero estaba tan decidido que compré uno, uno que escondiera mis tatuajes, uno que me hiciera lucir, no lo sé... elegante, decente pues. Pensé en rasurar mi barba, tal vez ella me vería más guapo pero al final decidí dejarla así, tal vez ella ya se había acostumbrado a ver mi barba por televisión, ya no sabía que hacer para que las cosas me saliera bien. También trasladé mi auto conmigo, porque también era parte de mi plan. Conduje 2 horas desde Suffolk ya que la dirección de la boda no era muy clara así que hacía paradas cada 20 para preguntar por la boda más cercana hasta que di con la boda de Beth Salmon, y di con ella porque era la única loca casándose un miércoles a las dos de la tarde y la decoración era tan llamativa, que me alegré por un momento pensando que había cancelado todo, pero ahí estaba su nombre, en esa pancarta.

Fue un lío colarme hasta la habitación donde estaba, nunca había dicho tantas mentiras como en ese momento. Ya no era Ed Sheeran el cantautor británico, sino un mesero que le llevaba un vaso de agua a la novia porque estaba nerviosa, no sé si fue porque no era tan famoso en aquel entonces, o simplemente los amigos de Beth eran muy aburridos.

Abrí la puerta despacito, porque no quería hacer ruido y asustarla, pero ella ya tenía su mirada sobre mí, como si lo sospechara, como si me estuviera esperando desde siempre.

La recordaba de otra manera, ahora me parecía más bonita, más guapa... madura, no lo sé, más de todo. Ya no tenía esa cara de niña, lo único que era igual eran sus ojos y su manera de mirar. Su vestido era blanco, de mangas largas con una delgada capa de encaje ceñido a su cuerpo y su cabello estaba recogido pero sus labios estaban pálidos como si realmente necesitara ese vaso de agua.

No sabía qué hacer y ella tampoco, fueron los segundos más largos que había vivido en aquel entonces.

No sé cómo es reencarnar, pero sentí como si esta fuera otra vida y ahora éramos dos desconocidos que se reconocían después de una vida, de un largo viaje y tantos años de distancia.

- Hola - dije dando el primer paso porque se suponía que así debía de ser. Pero ella no contestó, sólo corrió hacia a mí y me abrazó, me abrazó con tanta fuerza, como si tuviera miedo, estaba temblando.

- Pensé que nunca vendrías - susurró.

¡Estaba abrazando a mi vieja mejor amiga!

La abracé como nunca había abrazado a alguien, quería que se sintiera segura, porque la extrañaba muchísimo y ya había olvidado lo que se sentía tenerla tan cerca. Pensé que ella vendría conmigo en ese instante, pensé que aquí acababa la espera y la demora y mis vagos pensamientos de estar con ella, pero me olvidaba que se trataba de Beth Salmon.

- No puedo creer que estás aquí - dijo casi para sí misma sentándose en la cama que había en la habitación, como si necesitara asimilar lo que estaba ocurriendo.

- Yo tampoco puedo creerlo, - confesé agachándome frente a ella, esperando que no me rechazara - ¿de verdad vas a casarte? - susurré repasando la fisionomía de su rostro, quería comprobar si era la misma Beth, pero tenía miedo. Estaba aterrado, estaba temblando, me sentía como un niño indefenso.