Capítulo 2

612 44 6
                                    

Querido Ed:

Todavía que me escribes casi un siglo después te pones tus moños. Bajále todas las líneas a tu ego por fas.

Qué fitness. Qué majo. Qué cínico.

Pues mira, me he tomado la molestia de escribirte esto, dejando a un lado mis películas dramaturgas y mi cómoda (y apetecible) cama. Me me he tomado la molestia Ed. Como la molestia que te tomas cuando cepillas tus dientes o la molestia que te tomas cuando intentas poner demasiado interés sobre algo que realmente no ha captado tu atención e incluso, la molestia que tomarás en el transcurso que lees esta carta.

Estoy por beberme aquella botella de Brandy, la cual, mamá siempre ocultaba en el almacén... supongo que ella creía que la tenía muy bien escondida, pues bueno, estaba un poquito equivocada porque bien que en los días de Sunburn le dábamos fin.

Hasta la última gota, Ed. Estoy bebiendo Brandy para caer en la cuenta que Ed Sheeran me está escribiendo y no una canción. Ya en intensa.

No me tomó siquiera 5 segundos para poder recordar el día en el que te conocí. No es que seas inolvidable, tampoco creas que eres infinitamente especial para mi, de verdad, Ed, no te creas mucho. Sólo que era cierto, te etiqueté como un desgraciado infeliz y algunos otros adjetivos que voy a reprimir, pero que seguramente tu cabecita pelirroja ya habrá codificado. En mi defensa, íbamos en preparatoria y era una adolescente controlando sus emociones, era intensa por condición.

Sin embargo, no hace mucho, comencé a poner en marcha mi pequeño pero suspicaz, (a veces) cerebro y aunque mis neuronas fallan de vez en cuando puedo aparentar que recuerdo todo a la perfección cada que puedo, pero también sabes lo fácil que se me hace ser una persona con extrema estupidez; o sea , la mayor parte del tiempo. Qué tristeza. Cómo aquella vez que metí unas cervezas al congelador. Fatal.

Bueno, comencemos por lo más coherente.

A eso mismo voy Ed, el día en el que nos conocimos, o al menos el día en el que supe que existías.

Para empezar (para variar). Ni siquiera ibas en mi salón, eras un año mayor, y nunca te había visto pasar por los pasillos, tampoco por los casilleros parloteando mientras pedías la copia de mate, parecías nuevo, parecías fresco. Estábamos tan cerquita. Te voy a decir algo Ed, algo que simboliza (o al menos en su tiempo simbolizó) nuestra amistad, aunque suene estúpido y excelso.

Exacto, las sodas. Las estúpidas sodas de cristal.

Mira, Ed, te voy a contar una historia muy chistosa, tan chistosa que me cabreé, pon mucha atención.

Estaba en la cafetería de la escuela haciendo fila, como buena persona con ética y moral esperando mi turno. Lamentablemente era uno de aquellos días extremadamente calurosos, donde si me aventabas un huevo en la cabeza, de seguro y se me freía hasta la yema. Desde lo lejos Bonnie rodaba los ojos y me hacia seña con un claro gesto de: Muévete, por favorrr. (Ya ves que así vocalizaba cuando se desesperaba hasta llegar al punto de la histeria) También sabes lo desesperante que era Bonnie por naturaleza, Ed.

Me sentí casi amada por Dios cuando me percaté que era mi turno, así que con pasos pesados, decididos y gigantescos me dirigí hacía la barra pero qué crees...

Un puberto mal educado se plantó frente a mi, haciéndome sentir como un espíritu ambulante porque no tuvo siquiera la delicadeza de pedir permiso y mucho menos de disculparse. Actuó como si no me hubiese visto, llevándose en manos un par de sodas.

Me auto repetí con enjundia la rutina que mamá utilizaba para el estrés: 'Inhala, exhala y libera, inhala, exhala y libera' hasta que llegó nuevamente mi turno.

Dear Ed: [Ed Sheeran] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora