Capítulo final

121 17 10
                                    

Para la persona que más amo. O sea, tú.

Tú, mi querido Ed:

Sí, era yo, Ed. Era Beth Salmon, la chica que conociste cuando tenías 18, y ahora nos encontrábamos ahí, después de tantos años y ahí estábamos.

Yo del otro lado de la puerta de la casa de tus papás, casi empapada, con los sentimientos más revueltos que después de haberte subido a la Noria de la maldita feria del Día de la Juventud. Estaba lloviendo a cántaros y mi paraguas, esta vez, era muy pequeño. Volví a ganar, Ed: sorpresa.

Toqué el timbre por segunda vez, lo que me hizo pensar en nuestros días de preparatoria nuevamente, porque era el sonidito del timbre que nos gustaba escuchar porque sabíamos bien que ese día comeríamos Jaffa Cakes.

«Toc, toc, toc, toc» aporreé la puerta con los nudillos, en caso de que no hubieses escuchado el timbre. Estaba nerviosa, temerosa. Me tenías.

- Beth - me llamaste como si no creyeras que estuviera ahí - está lloviendo -lo dijiste como si no fuera obvio, tal vez lo dijiste porque aún estábamos en verano. Por todos los cielos Ed, pensé que nunca ibas abrir la maldita puerta.

- Sí, está lloviendo -afirmé con timidez sintiéndome estúpida porque mi apariencia de perro mojado confirmaban tus estúpidas palabras.¡Claro que estaba lloviendo!

- ¿Qué haces aquí, Beth? - quería pasar a tu casa, Ed, pero me daba muchísima pena el tener que pedírtelo aún sabiendo que estaba lloviendo, por tercera vez. Me había desacostumbrado a tenerte cerca, a controlar mis emociones ante los efectos de tu presencia. Oh dios.

Y en cuanto a tu respuesta realmente pensé en mandar a la mierda todo, lo que me llevó a girar sobre mis talones para irme nuevamente, porque, ¿qué hacia parada en la puerta de la casa de tus padres? Sólo dios lo sabía realmente. Pero tocaste mi hombro, lo cual me causó escalofríos tremendos, a pesar de no sentir tu toque directamente contra mi piel gracias al abrigo que llevaba. Y casi a empujones suaves y casi cariñosos, al fin me invitaste a pasar. ¿Y los modales, Ed?

Pero no pasé hasta la sala, sólo me quedé detrás de la puerta, parada, sin saber cómo comenzar mientras mi mente maquinaba: «¿Qué hago aquí? ¿Por qué estoy aquí? ¿Cuál es mi propósito? ¿Por qué no llevé paraguas?» Me miraste curioso desde el sofá café que aún conservaban tus papás, el cuál, estaba más viejísimo que nuestro maestro de Historia de la preparatoria.

El estar ahí, se sentía tan pesado, sentía el alma tan cargada de recuerdos y sentimientos a la vez que me impedían decir las cosas que intentaba decirte.

- ¿Qué pasa Beth Salmon? - tenía tanto que no te escuchaba decir mi nombre, estaba temblando de nuevo. Estabas indiferente, como si el Ed de las cartas ahora fuese una súper estrella sobrevalorada que toma café solo de Starbucks, y té del caro, de los buenos, vestido con marcas de ropa tan caras y raras que ni sabía como se escribían. Me demoré en contestar ya que estaba hojeando nuevamente el lugar con la mirada.

- Nada, - negué - sólo que el lugar me trae...

- Recuerdos - completaste, era alentador saber que estábamos en sintonía.

- Sí

- ¿Qué tal la boda? - te cruzaste de brazos - ¿el novio no salió huyendo? - sonreíste débilmente. Nos habíamos besado y tú preguntando por un matrimonio que jamás se consumó, qué me creías.

- No - negué varias veces - la que salí huyendo fui yo.

No me respondiste. Era como si no me lo creyeras y a cambio levanté mi mano izquierda para que vieras y comprobaras que mi dedo anular se encontraba libre, despojado de todo anillo. Y aunque no lo creas, no sólo mi dedo anular se encontraba libre, de hecho me sentía libre en cualquier sentido, y se sentía bien.

Dear Ed: [Ed Sheeran] Where stories live. Discover now