Capítulo 11

185 31 7
                                    

Querida Beth:

La mala suerte de recordar esto es que pongo en evidencia todas, y cada una de las veces en las que te hice pasar un mal rato.

Nunca mencioné lo bien que lucía tu cabello porque en los días de sunburn me agradaba jugar con él. Siempre creí que lo sabías.

- Oh, es mi pez, se llama Merlina - dijiste mientras hojeabas la libreta de de Ald justamente cuando decidí inspeccionar tu habitación con mucha cautela.

Siempre supuse que a las chicas les gustaba que las mimasen cuando se encontraban enfermas, que les preparasen té o cafecito caliente, mientras les hacen piojito y esas cosas cómodas, pero tú, tonta, preferías desafiar las leyes naturales del romanticismo.

- ¿Qué tal la escuela? - murmuraste escondiendo una sonrisa burlona e inocente porque ya sabías la respuestas.

- De la mierda Beth, como siempre - ladeé afirmativamente. Me imitaste como si comprendieras cuando me refería a mierda.

Estuve apunto de mencionarte que tu voz sonaba gruesa y apagada gracias a tu nariz congestionada y estuve apunto de burlarme por ello. Pero, saliste de la cama y bajaste lentamente las escaleras, como si estuvieses apunto de encontrarte con el ladrón de tu vida en medio de la sala.

- No se supone que las personas enfermas se mantienen en cama - te dije una vez que entramos a la cocina y en una tetera pusiste agua a hervir.

- Enferma pero no inservible Ed - me miraste por un momento y sonreíste.

- Deberías de recostarte...

- ¡Pero todo la mañana la pasé recostada! - exclamaste sacando una pequeña caja de la alacena de tus padres.

- Simplemente no quiero que empeores... Me importas Beth.

La tetera comenzó a chillar.

Te diste la vuelta para alejarla del fuego. Tomaste dos tazas de quién sabe donde y serviste agua en ambas. Acercaste aquella cajita y la abriste, sacando de ella un sobre de té. Lo dejaste caer con suavidad dentro de la taza. Mientras lo dejabas ahí, sacaste ese genial café suizo que tu madre solía comprar y saborisaste la otra taza que faltaba. Y por último tomaste unos cuantos sobrecitos de azúcar (los cuales, pertenecían a Candies & Sugars) y vertiste tres sobres en la taza de café y 2 sobres en la taza de té; como a mi me gustaba.

- Gracias - susurraste y me extendiste la taza de té. Me conocías Beth Salmon, cómo no.

- ¡Hey! - dejé la taza sobre la barra y la miré estupefacto - ¡Té verde sabor a naranjas y especias!

Sólo Ald, y claramente mi mamá, sabían eso, el gran gusto que tenía por el té. No lo sé, sólo me encantaba y Ald decía que actuaba como princesa cuando lo tomaba.

Qué te recuerda cuando digo: Días de cold coffe.

Bass. Exacto, te recuerda esa cafetería exótica la cual se encontraba escondida entre las calles más deshabitadas y los callejones más abandonados de todo Framlingham.

He llegado a la conclusión que nuestras manías no eran las mismas que las de un adolescente normal. Ahí te va Beth.

¿Qué hacíamos en los días de lluvia?

Me gustaría decir que nos quedábamos en casa y preparábamos chocolate caliente pero la realidad era que ninguno de nosotros podía igualar el chocolate de aquella cafetería y por ende, nos adentrábamos a las calles de Framlingham en busca de una buena taza de chocolate. Y bueno, ahí encontrábamos la cafetería la cual sólo se llamaba "Cafetería", literal.

Y con un paraguas, un par de guantes mojados y los zapatos embarrados de tierra mojada, de puro milagro nos dejaron entrar a la cafetería.

Miramos el menú y todos ordenaron chocolate así que estuve apunto de hacerlo también, hasta que al final de todo el menú, vi unas pequeñas e ilegibles letras que decían: Té verde sabor a naranja y especias.

- Hey, tienen té...

- Ay no, no, no. Aquí no hagas tu escenita Ed - canturreó Ald creyéndose mi madre por una vez en la vida.

- Me están diciendo que el color del té es verde, pero se basa en el sabor naranja...

- Ed, ya basta

- Pero tiene una leve pizca de especias...

- Traígale el té

- Como la pimienta, laurel y...

- Y gengibre - completó el mesero tomando los menú devuelta.

- Oh, y gengibre

- Ajá

- Lo quiero, lo quiero - espeté seguro de mi respuesta después de que Ald rodó consecutivamente los ojos.

- Eres un fiasco - me escupió en la cara después de que el mesero se fue con nuestra orden.

- Positivo.

Si hubiese sido listo hubiese sentido tu mirada en el momento en el que preparaba el té, al menos para ponerme rojo sin tener nada que decir. La lluvia parecía aventar cubetadas de agua en vez de finitas gotas, teníamos frío y sólo queríamos algo que nos reconfortara.

Pero ese no fue el caso, el caso fue que me observaste con cautela mientras arrancaba el papelito que sostenía el hilo del sobre, guardándolo en el bolsillo de mis pantalones para después vagar por los supermercados en busca de ese sabor, pero tú ya lo tenías en casa y me los obsequiaste esa misma tarde después ir a tu casa y besar tu mejilla.

No pienses que no lo recuerdo, lo triste de todo esto es que los té se agotaron, los sobres se fueron directo al caño y ahora me encuentro tomando una taza de café con tres de azúcar, como a ti te gusta.

Dear Ed: [Ed Sheeran] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora