Capítulo 42 - Luke

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 -Estás como una puta cabra, tío -Elijah ríe al otro lado de la línea-. ¿Es que no puedes esperar un par de días más?

 -No, no puedo. Ya he esperado demasiado; un mes y medio para ser exactos -todo se queda en completo silencio. Ni siquiera escucho el sonido de la respiración de Greenwood-. Si mi madre te pregunta, estoy de camping con Bryan y sus primos.

 -Estás mal del coco, joder.

 -¿Puede dejar ya de repetirme la misma oración de los cojones? -el cabrón de él se ríe a carcajadas-. Bien. Gracias.

 -Que conste que, aunque no te la vuelva a decir, sigo opinando lo mismo -pongo los ojos en blanco ante sus palabras mientras que él trata de relajarse-. Pero en serio; ten cuidado, tío.

 -Lo tendré. Hasta pronto.

 Cuelgo el teléfono. Mi madre no tarda ni dos segundos en aparecer tras de mí, con su pijama ya puesto y sosteniendo una tostada entre sus manos. Me abrocho la chaqueta rápidamente, colocándome la capucha de ésta sobre la cabeza en el mismo acto.

 -¿Ya te vas? -inquiere a la vez que comprueba su reloj de muñeca- Son apenas las cuatro de la tarde.

 -Lo sé, lo sé -las manos me tiemblan notablemente al coger las llaves de la camioneta. Joder, tengo que calmarme-, pero los primos de Bryan son unos cagaprisas e insisten en que tengamos todo preparado enseguida. Ya sabes, por si acaso -le doy un abrazo rápido a mamá, bajando a continuación las escaleras de la entrada atropelladamente-. Nos vemos en un par de días.

 Mamá me sonríe de forma dulce. Yo le devuelvo el gesto mientras avanzo hacia la camioneta, apresurado.

 -Buena suerte recuperándola, cariño.

 Me quedo de piedra ante sus palabras; mi mandíbula debe de rozar el césped recién cortado del pequeño jardín delantero.

 A pesar de mi estado de estupefacción, mis labios consiguen tartamudear una respuesta antes de adentrarme en el viejo coche.

 -Gracias, mamá.

 20 de abril, 10:30 de la mañana tras haber pasado la noche en Sandusky, Ohio, carretera I-90E. 789 kilómetros restantes hasta la ciudad de Nueva York.

 Definitivamente; estoy como una puta cabra.

***

 -Su pedido estará listo enseguida. Por favor, pase a la línea de recogida.

 -Más te vale que así sea, porque, desde luego, no me sobra el tiempo -murmuro, malhumorado.

 Joder. Acabo de quejarme a una voz automática. Esto ya es preocupante. Muy preocupante.

 Una vez parado frente a la ventanilla, compruebo el mapa de mi móvil rápidamente; me encuentro en Snow Shoe, Pensilvania, a otros 391 kilómetros de Nueva York, por lo que concluyo que me quedan unas cuatro horas para llegar.

 -¿Luke Hemmings? -giro la cabeza ante la mención de mi nombre. Un tío que no debe ser mayor que yo me tiende una bolsa con el logo de McDonald's- Aquí está tu pedido. Que lo disfrutes.

 Alcanzo la comida en cuanto el empleado deja de hablar y, después de darle las gracias, busco un hueco libre en el abarrotado aparcamiento.

 Marco el número de Elijah en el momento en el que apago el motor de la camioneta. No llevo ni tres segundos esperando cuando escucho a alguien toser descontroladamente al otro lado de la línea.

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