Capítulo 33

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-¡Já! -dibujo la cruz roja que, por tercera vez consecutiva, me proporcionará la victoria- ¡Te he vuelto a ganar! Hay que decir que apestas en este juego tan simple.

La risa de Chris me resulta incluso más contagiosa de lo que recordaba.

Mis tenues carcajadas no duran demasiado, pues un ataque de tos inminente se abre paso por mi faringe, provocándome un dolor insoportable en la cabeza al explotar en mi boca.

-Vale, admito que soy un manta en el tres en raya -Chris me observa fijamente desde la pantalla. Los ojos comienzan a lagrimearme en cuanto consigo retener la tos-, pero yo al menos no tengo una sinusitis de mil demonios.

-Muy gracioso -la sonrisa irónica que esbozo no hace más que aumentar la diversión de mi hermano-. Al menos podrías dejar que gozara de mis extraordinarios logros durante un sólo segundo.

Chris me escruta con expresión seria antes de volver a abrir su cargante bocaza.

-Ya está; acabas de tener tus exactamente -comenta, analizando su reloj-... Tres segundos de goce.

-¡Dios mío! -alzo ambos brazos en el aire, intentando contener la risa. Chris hoy está que se sale- ¿Qué hice yo para merecer un hermano tan memo?

Las carcajadas vuelven a sonar por tercera vez al otro lado de la pantalla. Yo, por mi parte, me dedico a reír entre dientes.

No estoy dispuesta en absoluto a soportar esos agudos pinchazos en la parte frontal de mi cabeza de nuevo.

Chris se enjuga las lágrimas antes de dirigir sus ojos azulados a mis propias pupilas.

-Bien, creo que ya es hora de que la función de Chris El Guasón Hyland termine -¡Aleluya!-. Hablemos de temas más importantes -su mirada se pierde en el fondo del salón, fijándose segundos después en el portátil que tiene delante-... ¡Ya estamos a finales de febrero! Shannon y tú estaréis aquí en solamente cincuenta y nueve días.

No puedo contener la inmensa sonrisa que comienza a extenderse por mi rostro.

59; un mes y veintiocho días.

Shan, a estas alturas, ya debe de estar pensando en qué llevar para no arriesgarse a olvidar nada de importancia. Es casi tan previsora como papá.

-Tengo muchísimas ganas de conocer la ciudad que nunca duerme -mi gesto, al igual que el de Chris, se ensancha a cada pensamiento que imagino-; y de verte a ti, a los tíos, a Velia...

-Va a ser genial -asiento enérgicamente con mi cabeza; acaba de quitarme las palabras de la boca.

El pitido de alguna alarma nos sobresalta a ambos. El rostro de alegría de mi hermano no tarda en convertirse en un ceño profundamente fruncido.

Sé con antelación lo que eso significa: sus clases comienzan en treinta minutos exactos.

-Odio ese jodido ruido -no puedo evitar reír por lo bajo; el genio de Chris es igual al de un niño que se niega a irse del parque-. Tengo que coger ya el metro si quiero llegar a las diez en punto a la Universidad -se pone en pie en un rápido movimiento, tan sólo dejándome a la vista su cuerpo. Su rostro vuelve a aparecer frente a mí en unos segundos-. Espero que mañana ya te encuentres mejor, enana. Y si no es así, creo que te pediré la revancha de ese estúpido juego.

-Me parece justo -ambos nos sonreímos mutuamente-. Pásalo bien en clase, Chris. Te quiero mucho.

-Yo también te quiero, Logan.

La corta melodía que pone punto y final a las llamadas de Skype resuena en mi habitación, acompañada del vibrante rugido de mi estómago.

Dejo el portátil a un lado, me incorporo y me deslizo fuera del cuarto.

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