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Me siento algo cansada y tengo ganas de llegar al lugar que, a partir de hoy, será mi hogar. El hogar de John y Mia Miller. Nuestro hogar.

Camino del apartamento me quedo dormida. John me despierta cuando ya ha estacionado la camioneta. Estamos justo en frente de un edificio antiguo. Su fachada es de ladrillos marrones. La puerta principal está al lado del callejón donde está ubicada la escalera de incendios.

Nada más acceder al interior del edificio de apartamentos John se detiene delante de la primera puerta que encuentra. Es la vivienda del casero. Tras llamar al timbre, un hombre con el pelo largo hasta los hombros abre la puerta. Tiene una frondosa barba. Viste una camisa de manga corta que lleva desabrochada dejando a la vista su abultada barriga. Se alegra de ver de nuevo a John.

-¡Chico, has vuelto de una pieza!- dice saludándole. Pronto centra su mirada en mí.

-Chuck, ¿todavía tienes libre mí apartamento?- le pregunta John.

-Si, John. Sabes que no lo alquilo si dispongo de otros libres. Me gusta cuidar de los inquilinos que son rigurosos con los pagos- asegura Chuck.

-Nos gustaría instalarnos hoy- le indica John.

-Vaya, vaya... ¿Con que esta muñeca te ha echado el lazo, eh?- le cuestiona.

-Ella es Mia, mi mujer- recalca John. Acto seguido alargo la mano para saludarle mientras el me come con la mirada. La lascivia que me trasmite me hace sentir incómoda. Momentos después se adentra en su vivienda y sale de nuevo con un par de juegos de llaves del apartamento número 22. También le entrega a John las llaves de un trastero donde ha guardado sus pertenencias durante su ausencia.

John y yo nos dirigimos a nuestro apartamento. Subimos un par de tramos de escaleras cargados con el equipaje. Ya en la segunda planta abre la puerta de la vivienda y me invita a pasar.

El apartamento no es más grande que el comedor de la que era mi casa. En el pequeño salón hay un sofá de dos plazas, una mesa y un par de sillas y una vieja televisión. La moqueta y las cortinas son de color verde oscuro. Una sencilla cocina está integrada en la estancia. Los armarios son bastante antiguos pero cumplen su función.

La vivienda tiene un único dormitorio. Éste cuenta con un armario al que John ha añadido varios estantes. La bombilla del habitáculo parpadea. El cuarto de baño es muy básico. Las paredes son blancas y el plato de ducha está delimitado por una mampara de cristal opaco.

John deja el equipaje en el suelo y tira de mi mano para que me acerque a él. Tras acariciar mi rostro se disculpa.

-Siento no poder ofrecerte nada mejor...

-¡John! Yo viviría contigo en el mismísimo infierno- aseguro.

Y después de escuchar mis palabras me coge en brazos y me lleva hasta el cuarto de baño. Allí me deja de nuevo en el suelo y se deshace de su ropa. Yo me quito el vestido mientras John me desabrocha las sandalias. A continuación acciona el grifo de la ducha. El agua está fría pero me sienta genial. ¡He pasado muchísimo calor!

John besa mi cuello y yo me derrito con el cosquilleo que me provocan sus labios. Sus manos se deslizan por mi espalda camino de mis nalgas. Cierro los ojos cuando su boca desciende por mi vientre y sortea mi ombligo. Acto seguido se arrodilla frente a mí y hunde su nariz en mi sexo. Al instante explora mi clítoris con su lengua y continúa con cada centímetro de mi entrepierna. Jadeo con cada uno de sus lametones. Muero de placer cuando sus dientes me dan pequeños mordisquitos alternándolos con suaves succiones. Complacida, me abandono a sus calientes atenciones. Su fuego arde en mi interior.

Apoyo la cabeza en la pared mientras el agua refresca nuestros cuerpos dejándonos empapados. La boca de John devora mi sexo con ansia mientras gimo descontrolada. Su frente presiona mi monte de venus cuando la punta de su lengua se adentra en mi interior. Me hace volar. Creo que no podré mantenerme en pie mucho más tiempo. Momentos después se detiene y, con un movimiento brusco, me alza y me penetra en el acto.

Apreso a John entre mis piernas. Su plenitud me invade una vez tras otra llevándome a la locura. Gozo cómo nunca de su manera de penetrarme. Parece querer atravesarme, fundirse conmigo. Clavo los dedos en su espalda cuando estoy a punto de llegar al clímax y, tras alcanzar el orgasmo, libero un gemido de placer nacido en lo más profundo de mí ser. Me tiemblan las piernas pero John no se detiene. Su grueso miembro me completa. Lo mantedría siempre dentro de mí. Con cada movimiento me excita lubricándome de nuevo. Sus rudos empellones me llevan de nuevo al límite. Cuando John por fin disfruta de su orgasmo me arrastra con él al más intenso de los placeres.

John sale de mi interior muy despacio. Cuando pongo los pies en el suelo me rodea con sus brazos. Apoyo mi cabeza en su pecho escuchando el latido de su corazón. Ambos recuperamos el aliento bajo el chorro de agua de la ducha.

Al salir de la ducha John me envuelve con una toalla y él se anuda otra a la cintura. Está realmente agotado por lo que se tiende sobre el colchón. Antes de que se duerma logro decirle al oído que tengo intención de ir a comprar algo de comer a la tienda de la esquina. Él asiente antes de cerrar los ojos.

Antes de salir a la calle seco mi melena con una toalla y me visto con unos shorts y una camiseta de tirantes. Ya frente al supermercado me decido por dar una vuelta por las calles de alrededor antes de hacer la compra. Necesito ubicarme y, al llegar a la avenida principal, me precato de la presencia de un cajero automático. Me acerco al lugar e introduzco mi tarjeta de crédito para averiguar si todavía puedo sacar dinero. La máquina me impide realizar cualquier operación. Leo en la pantalla que la tarjeta está anulada. John ya me advirtió de que mi padre no me lo pondría fácil. La compra tendrá que ser más escasa de lo que pretendía.

MIENTRAS TANTO EN ATLANTA...

Mi padre recibe una llamada en su teléfono móvil.

-Jack Smith, ¿digame?

-Señor Smith, soy García. La señorita Smith a tratado de sacar dinero en un cajero del Boulevard South Lamar, en Austin- le informa el detective privado.

-¡Quiero que vuele inmediatamente hacia allí y trate de localizarla!- le ordena mi padre.

-Si, señor Smith- le responde el detective privado antes de colgar.  



EL GUARDAESPALDASحيث تعيش القصص. اكتشف الآن