23

2.3K 92 2
                                    


Hoy es jueves. Me desperezo entre los brazos de John. Él besa mi pelo, mi frente y mis labios. Despertarme a su lado es un sueño hecho realidad.

Hoy tengo clases y prácticas. El día va a ser muy largo.

Me enfundo en un vestido azul eléctrico con dos franjas blancas a los lados que definen mi silueta. Unos zapatos de salón acabados en punta en el mismo tono de azul y una chaquetita blanca con sstras bordado en los hombros completan mi look. Dejo mi melena suelta, que es cómo más me gusta. Me aplico un poco de brillo de labios y bajo a la planta principal.

John me recibe cogiéndome por la cintura. Me besa con desesperación. Pronto todo mi brillo de labios se pierde en los besos de John. Ahora son sus mordiscos los que los enrojecen dándoles color. De nuevo me alaga haciéndome saber lo bonita que me veo y yo me paseo frente a él contoneando mis caderas exageradamente. Él me aferra a su cuerpo rodeándome con sus brazos. Mis ojos brillan más intensamente con cada palabra que susurra en mi oído, con cada beso, con cada caricia.

Después de desayunar Jhon me lleva a la universidad. Ya en el campus, y todavía dentro del coche, me besa la mano para despedirse de mí. Cuando me bajo del coche me siento cómo en una nube y caminando entre las nubes llego a mi aula. Hoy tan sólo tengo dos clases. Después visitaré la biblioteca.

La biblioteca de la universidad de Emory es realmente preciosa. El edificio que la alberga tiene los techos altos y unos grandes ventanales que le aportan mucha luminosidad. Largas mesas y sillas de madera oscura son parte de su mobiliario.

Durante mi visita a la biblioteca consulto varios libros, tomo apuntes y anoto el título de un par de ejemplares que necesito comprar.

John viene a recogerme a mediodía. En el momento en el que subo al coche entrelazo mis dedos con los suyos. Durante el trayecto hacia la oficina  vamos cogidos de la mano.

Hoy he llegado pronto al trabajo por lo que tendré tiempo para comer antes de qué empieze mi jornada laboral. Cuando ya he pasado el control de seguridad suena mi teléfono.

-¡Hola pequeña! Cuando llegues a al oficina sube a mi despacho. Iremos a comer juntos- dice mi padre.

-Ya estoy en el edificio. Enseguida subo- le aseguro.

Me alegra que mi padre haya decidido llamarme por teléfono en lugar de venir a buscarme a mi puesto de trabajo. Parece que empiezo a llevar ventaja en el pulso que mantenemos...

Subo en el ascensor y presiono el botón del último piso. Ahí es donde están ubicados los despachos de los directivos de la empresa y, por supuesto, el del jefe. Cuando se abren las puertas del ascensor me encuentro con mi padre. Está esperándome de pie en el hall de la planta. Le sigo hasta su despacho. Accedemos al interior y, nada más cruzar el umbral de la puerta, se me ponen los ojos cómo platos. ¡El señor Davis y su hijo, Liam, están aquí!

Me cruzo de brazos instintivamente. Rememoro en el acto lo mal que me lo hizo pasar, cómo me retuvo contra mi voluntad. Ni siquiera soy capaz de mirarle a la cara. ¡No puede creer que se haya atrevido a venir aquí!

Saludo con palabras al señor Davis y fijo la vista en el suelo. Me quedo plantada junto a la puerta por lo que mi padre, extrañado, me hace un gesto para que me acerque. Ante la insistencia de mi progenitor accedo y le complazco. Antes de dar el primer paso respiro hondo, miro al frente y fuerzo una sonrisa. Le doy la mano al señor Davis y, tras sentir un escalofrío que recorre todo mi cuerpo, también se la doy a Liam.

-Encantada de volver a verle, señor Davis..., Liam...- le saludo.

-Puedes tutearme, Mia. Llámame Cooper- puntualiza el señor Davis.

EL GUARDAESPALDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora