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¡Es hora de volver a casa!

Salgo del edificio y ahí está John. Mi pecho late acelerado cuando le veo. ¡Le quiero, le quiero y le quiero!

Al subir al coche le sonrío. Este es el mejor momento del día... bueno... me debato entre éste y cuando abro los ojos por la mañana y él es lo primero que veo. Salimos del aparcamiento y mi mano busca la suya. Ansío su contacto. Necesito un beso suyo.

El semáforo de la esquina se pone en rojo. John busca mis ojos con la mirada pero yo desvío la mía durante un instante. Parece que se ha dado cuenta de qué le oculto algo.

-¿Que ocurre, Mia?- me pregunta.

-Nada, soldado de chocolate...- respondo. Pero John no se da por vencido. Parece tener la certeza de qué no le cuento toda la verdad.

-¿Mia?- me cuestiona escrutando mi mirada.

-Esta bien- empiezo- hoy he comido con mi padre, el señor Davis y... Liam- digo nerviosa.

-¿QUÉ?¿Pero qué me estás contando? ¿Has ido a comer con ese desgraciado? ¿En qué estabas pensando?- grita para acto seguido detener el vehículo mediante un violento frenazo. Enfadado, aparta el coche de la calzada estacionándolo en un lateral.

-¡Yo no quería ir, John! ¡Mi padre había concertado una comida con ellos y me ha obligado a asistir!- me justifico.

-¡Cuéntamelo todo! ¡AHORA!- me exige golpeando el volante con las manos.

-Cuando he llegado a la oficina mi padre me ha llamado y me ha dicho que subiera a su despacho. Ellos ya estaban allí- le explico.

-¡Continua!- exclama alterado.

-Después hemos ido a comer a un restaurante. El señor Davis y mi padre han ido hasta allí en un coche y Liam y yo en otro- susurro expectante.

John baja del coche dando un sonoro portazo, yo voy tras él. Furioso, se aleja un par de metros y al instante vuelve sobre sus pasos.

-¡Dime que no te ha puesto la mano encima!- me reclama. Yo sujeto su rostro entre mis manos mirándole fijamente a los ojos.

-¡Apenas he hablado con él! No quiero que nadie salvo tú vuelva a tocarme. Sólo tú, mi amor. ¡Haré lo que haga falta para demostrártelo! Dime, ¿Qué puedo hacer para que me creas?- digo desesperada.

John me abraza con todas sus fuerzas en respuesta a mi petición. Noto cómo su respiración se calma en mi oído. Trato de apaciguarlo acariciando su nuca. Paseo mis dedos por su corto pelo, tan corto, que apenas se aprecia.

-Te quiero tanto, mi amor- confiesa.

-No creo que más de lo qué yo te quiero a ti- contesto sobre sus labios. John me besa con ternura. Y con la misma ternura pasa su dedo entre mis ojos, lo desliza por mi nariz y acaba repasando mis labios con él.

Su caricia me resulta tan dulce que casi me hace llorar. Con él me siento en casa, no importa el lugar ni el momento. Complacida, respiro en su pecho. Su aroma es lo único que quiero oler. Reposo entre sus brazos durante un instante que me hubiera gustado que fuese eterno.

Subimos de nuevo al coche y nos dirigimos a casa. Durante el trayecto informo a John de qué esta noche cenaré con Olivia y mi padre. Aunque frunce el ceño para demostrar que no le hace ninguna gracia, no tiene nada que objetar.

Al llegar a casa me ducho y me visto con un vestido cómodo y unas sandalias. John también se ha duchado y lleva puestos unos jeans y una camiseta lisa. Parece mucho más joven cuando se viste así. De camino hacia la puerta él me sigue y antes de salir al exterior, me coge por la cintura, me da la vuelta y me besa apasionadamente. Yo me pierdo en sus labios. ¡Cómo me gustaría no tener que fingir cada vez que cruzamos la puerta!

Tras llegar a la casa principal me dirijo hacia el comedor mientras John se adentra en la zona de servicio. Él cenará en la cocina.

Al acceder a la estancia Olivia se complace por mi aspecto. Seguro que esperaba verme vestida con unos shorts y una camiseta, cómo de costumbre, ¡pero yo soy así de impredecible!

Olivia ya está sentada frente a su plato. Mi padre me acompaña hasta le mesa y, a continuación, se acerca a uno de los exclusivos muebles del salón. Acto seguido saca una cajita de regalo de un cajón y me la entrega. La caja está envuelta con detalle. Es pequeña y negra y tiene toda la pinta de atesorar una joya en su interior.

-Papá, no hacía falta que me compraras...- digo, pero él me interrumpe.

-Tan sólo es un detalle para demostrarte lo orgullosos que estamos de ti. Estudias, trabajas y eres muy responsable- asegura intercambiando miradas cómplices con Olivia.

¿Qué demonios está pasando aquí?, me pregunto al instante. Pero, por una vez, decido dejar de lado mis teorías conspiratorias y simplemente abrir el regalo. En el interior de la caja hay una ostentosa pulsera de diamantes. Seguramente sería del gusto de alguien más mayor. Mi padre, al contemplar mi cara de circunstancias, me asegura que si no es de mi agrado siempre estoy a tiempo de cambiarla por otra.

-Mia, si no te gusta, mañana puedes ir a cambiarla. Comprendemos que es un regalo muy personal y cada cual tiene sus gustos. Olivia la ha comprado en la joyería Regal Collection, tenemos cuenta allí.

Yo sonrío mientras asiento con la cabeza. Acto seguido Olivia y mi padre intercambian miradas de nuevo y, esta vez, puedo leer en los labios de Olivia cómo anima a mi padre a que me hable de algo.

-Mia...- titubea él- tenemos una noticia que darte. Es algo que no estaba planeado pero... vamos a aumentar la familia, Olivia está esperando gemelos.

Espera...¿Qué? No se que decir... ¡Me he quedado en blanco!

Ahora mi padre tendrá de nuevo una familia. ¿Dónde quedaré yo? ¿Cuál será mi papel? Seré la hija del anterior matrimonio, la que no tiene madre, la que dejó su vida en su Seattle natal para mudarse a Atlanta. ¿Dejaré de ser la hija del señor Smith para ser la hermanastra de los pequeños Smith-Waldman?

¡Siento que la cabeza me va a estallar! ¡Necesito salir de aquí!

Decido levantarme de la silla muy lentamente, fuerzo una sonrisa y me aclaro la garganta.

-Felicidades, papá... Olivia...- digo y acto seguido me doy la vuelta y salgo a toda prisa de allí. Corro hacia mi casa con los zapatos en la mano. Los perros ladran al verme y eso hace que John se asome inmediatamente por la ventana de la cocina. No sabe lo que pasa pero se percata de qué las luces de mi casa están encendidas. Se acerca al lugar para comprobar lo que ocurre y descubre que estoy en el interior. Nada más cerrar la puerta suena su teléfono.

-John- le nombra mi padre.

-Dígame, señor Smith- le responde él.

-¿Está Mia ahí?- le pregunta mi padre.

-Acabo de escuchar cómo cerraba la puerta de su habitación. ¿Quiere que se la ponga al teléfono?

-No, John. Mañana hablaré con ella- dice mi padre antes de colgar.

Tras acabar la conversación John acude en mi busca. Sube las escaleras a toda prisa y, aunque llama a la puerta, no espera a recibir ninguna contestación antes de entrar. Las luces están apagadas. Yo estoy hecha un ovillo sobre la cama. John se quita los zapatos y se acurruca a mi lado. No hablamos y él no trata de insistirme en ello. Sólo me abraza, me da su calor, me reconforta. Y así, estando a mi lado, en silencio, me respeta de la manera más sincera y profunda que nunca nadie había hecho antes.

EL GUARDAESPALDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora