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Tengo el vestido arrugado, los zapatos llenos de tierra y los ojos rojos fruto del berrinche que he pasado. ¡Estoy perfecta para ir al trabajo!

John contempla de nuevo su nombre grabado en mi piel antes de subirme la cremallera del vestido.

-Mia, yo... no se que decir para disculparme...- confiesa.

-No hace falta que digas nada, mejor llévame al trabajo. ¡No quiero llegar tarde el primer día!- le respondo acariciando su rostro con dulzura. John besa la punta de mi nariz y niega con la cabeza.

Subimos al coche y nos ponemos en marcha. Hay mucho tráfico a estas horas y ya no me va a dar tiempo a comer. John se detiene en una gasolinera y compra un par de sándwich y unos refrescos para que no me vaya a trabajar con el estómago vacío.

Cuando llegamos al aparcamiento de Smith International Company me maquillo observando mi reflejo en el espejo de cortesía del copiloto. John baja del coche y me abre la puerta para que salga. Para despedirse de mí se asegura de que nadie nos observe antes de besarme con discreción.

-Te quiero, Mia- me dice.

-¡Yo te quiero más!- le contesto sonriendo y acto seguido me dirijo a la puerta de entrada del edificio de oficinas.

Me dispongo a hacer una entrada triunfal y, al observar la reacción del personal del vestíbulo, creo que lo he conseguido. Cuando me acerco al mostrador la recepcionista me dedica la sonrisa más falsa que he visto nunca.

-Hola, soy Mia Williams, vengo a recoger mi pase- le indico.

-Bienvenida, señorita Williams. Aquí tiene su pase. Ya puede dirigirse a la quinta planta- me informa. Sus respuestas resultan tan mecánicas que son dignas de un robot. Cuando cree que ya no la veo me dedica una mirada de desprecio. Creo que le caigo fatal. ¡Empezamos bien!

Ya frente al arco de seguridad y, con el permiso de los dos guardias que lo custodian, lo atravieso esperando no escuchar ese "pi, pi, pi" que tan nerviosa me pone. A continuación facilito que el lector de códigos del torno lea mi pase. Una vez lo ha hecho me sitúo frente a los ascensores. Un grupo de hombres trajeados espera junto a ellos. Primero me observan y luego comentan entre ellos. Me devoran con la mirada. ¡Por favor! ¡Si él más joven de ellos tiene la edad de mi padre!

Subo en el ascensor con ese grupo. En ningún momento apartan sus ojos de mí por lo que decido darles la espalda. Presiono el botón de la quinta planta. Cuando el elevador se detiene en ella nadie más que yo se apea de él.

La quinta planta está dividida en grupos de mesas separadas por paneles de madera blanca. La composición se repite hasta donde me alcanza la vista. Justo al lado del ascensor hay una pequeña recepción. En esa misma pared, la de la derecha, se encuentran una sucesión de despachos individuales, un comedor colectivo y los aseos. 

Una chica de pelo negro y rizado me sonríe desde detrás del mostrador. Debe de leer en mi rostro que me encuentro algo perdida porqué me hace un gesto para que me acerque.

-Hola, ¿eres Mia Williams?- me pregunta con simpatía.

-¡Si, esa soy yo!- afirmo.

-Bien, Mia, espera aquí un minuto. Llamaré a Mary, la encargada de recursos humanos, ella te acompañará a tu puesto- me explica.

-De acuerdo- digo y asiento con la cabeza.

-¿Vienes a hacer prácticas?- me pregunta discretamente.

-Si. Estoy un poco nerviosa- miento. En realidad no me despedirán haga lo que haga. ¿Qué debo temer?

-No te preocupes. Tú sólo procura acabar el trabajo que Mary te asigne, así no tendrás que escuchar su desagradable voz de pito- me asegura divertida.

EL GUARDAESPALDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora