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Después de cenar John se retira a su habitación y yo a la mía. ¡Pero no tengo intención de irme a dormir!

Me visto con un entalladísimo vestido negro de tirantes y pongo una cazadora de cuero negro sobre mis hombros. Cojo un par de zapatos negros de tacón y peino mi ondulada melena con los dedos. Aplico rímel a mis pestañas y pinto la raya de mis ojos. Con un toque final de brillo de labios apago la luz de mi habitación.

Desciendo por las escaleras sigilosamente asegurándome de qué John está dormido. Con los zapatos en la mano paso frente a su habitación. Está en silencio. Ya junto a la puerta giro lentamente la maneta, la abro y acto seguido la cierro con cuidado. Corro de puntillas por el trozo de jardín que me separa de la calle trasera y, ya en el exterior, me calzo los zapatos.

Ryan me está esperando en el interior de un coche negro algo destartalado. Viste tejanos y camiseta negra y su melena lacia y despeinada le otorgan un aire de chico malo que me resulta extremadamente sexy. En el asiento trasero guarda una cazadora de cuero similar a la mía.

-¡Hola, nena!- me saluda Ryan- ¿preparada?

-¡Si!- aseguro acomodándome en el asiento del copiloto.

Durante el trayecto Ryan pone la música a todo volumen. ¡Me encanta la noche! Aunque es la primera vez que me dispongo a disfrutar de la noche en Atlanta estoy segura de qué Ryan se encargará de qué la jornada resulte memorable...

Sin tener precedente, desde que estoy a cargo de John, me sorprende con la facilidad que me he deshecho de él. ¡Le he dado esquinazo a la primera!

-¡Es aquí, nena!- asegura Ryan tras detener el coche en un oscuro callejón que no resulta ser menos oscuro que el bar a donde nos dirigimos.

En el local hay mucho ambiente. Los clientes beben, charlan y se divierten. El establecimiento cuenta con mesas de billar y dianas para jugar a los dardos. Esta repleto de carteles luminosos de marcas de bebidas y la música no está excesivamente alta.

Ryan y yo nos sentamos al final de la barra del bar. Él pide un par de cervezas bien frías y acto seguido me sube en un taburete. Mientras cojo uno de los botellines acercándolo a mis labios sin usar un vaso Ryan me observa y sonríe con picardía.

-¿Cuanto hace que te mudaste a Atlanta, preciosa?- me pregunta.

-Un par de días...- le contesto.

-¿Y que te parece la ciudad?

-Pues de momento no he salido de esa casa...- miento- ... y no conozco a nadie...- añado mintiendo más.

-Yo me ocuparé de ti, muñeca- asegura acariciando mi rostro.

Y dos cervezas más tarde el espacio entre nosotros es poco más que inexistente y todos los comentarios de Ryan me resultan tremendamente graciosos. Decidimos jugar una partida de billar y Ryan se empeña en corregir mi postura cada vez que me dispongo a golpear las bolas. Se sitúa detrás de mi cuerpo aferrándose a él. Su pelo cae sobre mi oreja y puedo sentir su aliento en mi nuca. El ambiente entre nosotros se caldea. Bailamos mientras él sujeta fuertemente mi cintura besando mi cuello. Yo acaricio sus tatuados brazos resiguiendo las ilustraciones con mis dedos. Aunque es un chico delgado su espalda es robusta. Que sea tan posesivo conmigo incrementa mis ganas de jugar... Los dos sabemos a lo que hemos venido y ansiamos llegar hasta el final. Tras unos besos más que tórridos decidimos continuar nuestra velada en otra parte.

Salimos del local cogidos de la mano. Ryan no para de buscar mi cuello con sus labios, ¡me hace cosquillas! Al instante lo tengo pegado a mi espalda reteniéndome por la cintura. Me hace saber cuan excitado está susurrándome al oído cuanto me desea.

En el momento en qué fijo mi mirada al frente observo que John me espera apoyado en el coche. Me mira muy seriamente pero soy yo la que está enfadada.

-¿Cómo me has encontrado?- le pregunto furiosa- ¿Acaso me has puesto un chip localizador?

-¡Mia! ¡Sube al coche!- me ordena.

-¡No soy una niña pequeña! ¡Puedo hacer lo que quiera!- le rebato.

-¡Deberías haberme informado de tú salida! ¡ Ahora, sube al coche!- repite elevando el tono de voz.

-Oye tío, ¿es qué no la has oído?, ¡la chica pasa de ti!- le contesta Ryan.

-¡Tú no te metas!- le advierte John.

-¿Acaso eres su padre?- le pregunta Ryan.

-No, es mi carcelero. ¡Esa casa es mi cárcel y él es mi carcelero!- digo derrotada.

Acto seguido subo al coche sin más. Espero que John no esté lo suficientemente enfadado cómo para hablar con mi padre de lo ocurrido esta noche. Si no, si quiero volver a salir de casa, tendré que hacerlo cavando un túnel bajo la valla.

Cuando John pone el coche en marcha espero a que me grite, a que me recrimine mi comportamiento, pero no lo hace. Sólo conduce. Aunque su ceño fruncido denota su estado de ánimo.

Después de un incómodo trayecto llegamos a casa. La tensión entre nosotros podría cortarse con un cuchillo. Su aparente indiferencia me mata lentamente. Ni siquiera me mira.

Una vez dentro de la vivienda John se asegura de cerrar todas las puertas con llave y después guarda esta última en el cajón de su mesita de noche. Yo sólo quería divertirme un poco y ahora me costará que vuelva a confiar en mí. Cuando está a punto de entrar en su habitación le detengo cogiéndole por el brazo.

-John... espera... lo siento...- digo disculpándome por mi travesura. Pero John no se gira.

-Únicamente tengo que protegerte, Mia. No vuelvas a salir sin avisarme- me advierte de espaldas.

-John...- le nombro de nuevo situándome cara a cara con él. Acto seguido sostengo su rostro entre mis manos pero él se muestra esquivo conmigo.

-¡Vete a la cama, Mia!- me ordena.

-Espera... ¿podrías bajarme la cremallera del vestido?




EL GUARDAESPALDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora