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John me saca de la piscina a regañadientes. Acto seguido me envuelve en una toalla y, sin darme tiempo para protestar, me coge en volandas para acabar cargándome en su hombro cómo si fuese un saco de patatas. A mí me da un ataque de risa y no puedo parar de reír hasta que me deposita sobre la cama de nuestra habitación.

Boca arriba sobre el colchón pienso en darme una ducha para eliminar el cloro de mi piel. Pero sólo se queda en eso, en un pensamiento, en el momento que John se abalanza sobre mí. Su piel aún está húmeda por lo que a nuestro contacto siento un escalofrío que recorre todo mi cuerpo. Acto seguido acerca su boca a mi oído y me susurra...

-Es nuestra noche de bodas... -me recuerda con lujuria en la mirada. Yo le respondo con una sonrisa seductora.

Los dedos de John se pasean sobre el nudo del cuello de la parte superior de mi bikini. Después se encaminan al nudo de la espalda y yo la arqueo para facilitarle la tarea. No deja de mirarme a los ojos con su penetrante mirada y tan sólo con eso consigue excitarme. Mi entrepierna se humedece al instante. John  tiene tanto poder sobre mí y sobre mi cuerpo...

Ya sin la parte de arriba de mi traje de baño mis pechos quedan al descubierto. La boca de John jugetea con mis pezones poniéndolos duros y erectos. Instantes después lame mi vientre sorteando mi ombligo hasta llegar a mi cintura. Resige con los dientes la goma de las braguitas del bikini hasta que alcanza uno de los nudos del lateral y lo deshace mordiéndolo. Acto seguido hace lo mismo con el otro. Mi corazón se acelera al contemplar cómo se detiene sobre mi sexo besándo mi depilado monte de venus. Se anima a lamer mi clítoris observando mi reacción. Yo gimo entregada mientras él sonríe complacido. John sabe cómo hacerme disfrutar.

Necesito sentirle dentro de mí y por eso le animo, bueno, prácticamente le exijo que deje de devorarme para penetrarme de una vez por todas. John sonríe por mi impaciencia.

-¿Es esto lo que quieres?- me cuestiona presionando mi sexo con su pene erecto.

-Si...- jadeo ansiosa mientras espero a que su miembro se abra paso entre mis piernas.

John se introduce en mi interior muy lentamente. Redescubriéndome a cada paso. Yo abro más las piernas para facilitar que avance y lo hace tan profundamente que no puedo dejar de jadear. Es tan placentero que me siento desvanecer.

Enredo mis piernas en su espalda fundiéndome con él. Somos todo besos, todo caricias, somos uno. Hasta nuestros corazones laten acompasados cuando hacemos el amor. Le entrego a John todo mi ser y él incendia cada centímetro de mi cuerpo. Su sangre corre por mis venas.

John devora cada uno de mis gemidos. Me llena el oído de "te quieros" mientras me penetra con dureza. Yo le recibo dichosa. Sabe cómo llevarme al límite con cada uno de sus sensuales movimientos.

Decidida a llevar la voz cantante me incorporo y aprisiono las caderas de John entre mis muslos. Quiero poseerle. Anhelo sentir cómo su pene me empala introduciéndolo hasta lo más profundo de mi ser. Mis caderas se mueven serpenteantes sobre su pelvis. Él me sujeta por la cintura tratando de imponer su ritmo. Yo me balanceo buscando complacerme y a su vez  complacerle. Mi orgasmo se acerca y John lo sabe, por lo que decide moverme a su voluntad. Más rápido. Más duro. Multiplicando nuestro placer.

Me dejo llevar mientras pierdo la cabeza deleitándome con su ímpetu. Un empellón más, y luego otro y otro más fuerte. Instantes después llego al éxtasis deshaciéndome entre sus brazos. Él moldea mi cuerpo alcanzando un arrollador orgasmo que hace que me desplome sobre su cuerpo exhausto y sudoroso. Acto seguido reposamos agotados con las manos entrelazadas. Parece que en la habitación no queda suficiente aire para los dos.

Me quedo dormida sin darme cuenta. El pecho de John hace las veces de almohada. Él se encarga de programar la alarma del teléfono móvil para que nos sirva de despertador. Después tira de la sábana para cubrirnos a ambos y se acomoda para que durmamos piel con piel.


A la mañana siguiente siento cómo decenas de besos invaden mi piel. Me pillan tan de impovisto cómo las primeras gotas de lluvia. Sus labios recorren todo mi cuerpo. ¿Se puede tener un despertar más dulce que éste?

-Despierta, preciosa... o perderemos el avión- me susurra.

-Voy...- contesto desperezándome.

John ya se ha duchado y ha recogido nuestras cosas. Ha dejado uno de mis vestidos sobre una silla, y también un par de sandalias.

Cuando me levanto de la cama no puedo borrar la sonrisa de mi rostro. ¡Me siento taaaan bien! Camino de la ducha pienso en si todos los días de mi vida cómo la señora Miller serán así. Si todas las mañanas me costará distinguir mi propio olor del de John sobre mi piel.

Camino del aeropuerto de Las Vegas me siento algo nerviosa. Voy a conocer a la familia de John. Voy a vivir en su ciudad. El vuelo despega a las ocho y tiene prevista su llegada a Austin después de las doce del mediodía.

Durante el vuelo John me explica todo tipo de cosas sobre Austin y su vida allí. Su discurso está plagado de anécdotas sobre su niñez y su juventud. Me encanta cómo la palabra nosotros no deja de salir de su boca. Todo lo que planea, todos sus sueños, todos son para dos. Para nosotros dos. Me asegura que prácticamente ha estado despierto toda la noche dándole vueltas a nuestro futuro. Ha pensado en que alquilaremos su antiguo apartamento que, aunque no es gran cosa, resultará confortable para los dos. También tratará de recuperar su empleo en el taller de Bill. Estuvo trabajando allí antes de alistarse en el ejército. John es mecánico y había desempeñado esa función, entre otras, durante sus misiones en el extranjero. Pero lo primero que quiere hacer cuando aterricemos en Austin es ir a visitar a su hermana y sus sobrinos Matthew y James.

  

EL GUARDAESPALDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora