2

4.7K 182 10
                                    


Ya embarcando en el avión...

-Papá, papá... ¿puedo ir en la bodega de carga con Zor y Pantic?- pregunto con sorna.

-¡Mia!- me advierte mi padre- ...No te preocupes, no te sentarás con nosotros.

-¡Gracias, papá! ¡Te adoro!- le aseguro dándole un casto beso en la mejilla. La pelirroja me lanza una mirada acusadora y en el momento en el que me aseguro de qué mi padre mira hacia otro lado, le saco, a la susodicha, el dedo de enmedio a modo de mofa.

No soportaría pasarme horas sentada al lado de Olivia, sin poder huir, escuchando sus comentarios de pija repelente. Parece que se ha adaptado rápidamente a la buena vida, ya que, aunque de familia acomodada, sólo disfruta de un elevado poder adquisitivo desde que es la señora Smith.

Para pasar el rato me dedico a una de mis actividades favoritas, fantasear. Fantasear con cada uno de los hombres que hay dentro del avión. Todos tienen algo que los hace resultarme sexys. Tal vez una espalda ancha, o unas manos grandes, o unos labios carnosos... Interesante ese madurito de la tercera fila que luce una barba de tres días...

Todavía recuerdo cómo si fuese ayer ese día en que te das cuenta que ejerces un poder sobre los hombres. Ese momento en que ya no eres una niña pero todavía no eres una mujer. El instante en que el primer chico se te acerca, se sienta a tu lado y te habla mirándote de forma distinta. Sientes que existes, que seduces, y yo, desde entonces, decido usar ese don en mi favor. Cabe mencionar que la genética a sido muy generosa conmigo. Soy guapa, atractiva diría yo. Podría ganarme la vida cómo modelo si no se esperara de mí que trabajase en la empresa familiar. Se me dibuja una pequeña sonrisa en el rostro imaginándome a mi misma posando en diferentes posturas frente al objetivo de un fotógrafo de aspecto bohemio dándome indicaciones con un encantador acento francés.

-¿Que te hace tanta gracia?- me pregunta el chico que tengo sentado a mi lado. Estaba tan absorta en mis pensamientos que no me había dado cuenta que estaba ahí.

-En que puede que el vuelo no se me haga tan largo como me esperaba...- respondo seductoramente.

En el acto parece que al chico se le ha comido la lengua el gato. Lo cual alienta más mis ganas de jugar...

-¿Que vas a hacer en Atlanta?- le pregunto para sacarle del trance en el que se encuentra.

-Eeeeh... yo....- balbucea.

¡Que tierno! Seguro que lo había dado todo dando el primer paso y ahora se ha quedado al borde del colapso. Porqué seguro que mi maniobra de quitarme el abrigo no ha tenido nada que ver...

Mi padre me ha ofrecido un trabajo a tiempo parcial en la nueva sede de la empresa y aprovechando la ocasión he renovado mi armario comprando decenas de modelitos que me hacen parecer más mayor a la vez que potencian mi lado más sexy. Este entalladísimo vestido gris sin apenas escote y largo por encima de la rodilla envuelve mi figura sin enseñar ni un centímetro de piel de más pero me sienta increíblemente bien. Y la destreza que estoy adquiriendo con los zapatos de tacón de aguja es envidiable. ¡Ya los calzo cómo si se tratase de zapatillas deportivas!

Pero volvamos con le chico... Hecho mi abundante y larga melena rubia y ondulada hacía un lado, me humedezco los labios y... le dedico una intensa mirada.

-Voy a Atlanta a visitar a mi madre- asegura intentando aparentar tranquilidad.

La verdad es qué el chico es una monada. En apariencia es el prototipo de marido que todas las madres quisieran para sus hijas. De aspecto formal, demasiado joven para lucir un traje de chaqueta tan elegante y perfectamente peinado y perfumado. ¡No me pega nada! ¡Me van más los chicos malos!

Le contestaré por educación porqué he perdido el interés por él al notar su timidez. Por su iniciativa había pensado que era el lobo disfrazado de oveja, pero ha resultado ser oveja- oveja.

-Yo voy a Atlanta a estudiar- le respondo sin ánimo de continuar con la conversación. Acto seguido me pongo los auriculares del iPhone para escuchar algo de música.

Minutos más tarde una deslumbrante sonrisa me distrae de la melodía. Por su uniforme el propietario de la misma debe ser el piloto o copiloto. Sus intensos ojos azules se posan sobre los míos como retándome. Tal vez podría sugerirle que me enseñara los mandos del avión. ¿Qué tal una visita privada a la cabina? ¿Qué tendrán los uniformes que hacen volar mi imaginación?

-¡Mia!- me llaman- ¡Mia!- me nombra mi padre desde el pasillo.

-¿Sí papá?- respondo saliendo de mi fantasía.

-¿Por qué no pasas un momento a mi asiento en primera clase y comes algo? ¿O tal vez prefieras que te acerquen la carta para pedir un refrigerio? Sabes que no me gusta que estés aquí sola, pequeña.

-Estoy bien, papá. Prefiero estar aquí que en compañía de tu encantadora esposa- aseguro con retintín.

-Descarada pero sincera- apunta mi padre con una sonrisa en los labios. Después se dirige de nuevo a primera clase realizando pequeños movimientos de cabeza a modo de negación.

Tras un largo vuelo nos anuncian que estamos a punto de aterrizar en el Hartsfield-Jackson, el aeropuerto de Atlanta. Nada más descender del avión puedo apreciar la diferencia de temperatura respecto a Seattle. Hay una calidez en el ambiente que me resulta muy agradable.

Después de recoger a mis perros nos subimos a un taxi. Olivia y mi padre están muy ilusionados. Yo apoyo la cabeza en la ventanilla trasera del coche admirando el paisaje. No me desagrada lo que veo pero en este momento me cuesta creer que podré llegar a sentirme aquí cómo en casa.


   

EL GUARDAESPALDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora