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John sale de la vivienda y se reincorpora a su puesto. Yo me dirijo a la casa principal y entro por la puerta trasera de la cocina. Hay una gran actividad en ella. Decenas de camareros se disponen a ofrecer suculentos tentempiés a los invitados. En breves momentos se servirá una comida ligera a modo de buffet.

Me escabullo entre el servicio y entro en uno de los baños. Me aseo un poco y me peino con los dedos. Compruebo que toda mi ropa esté en su sitio y salgo al pasillo.

Nada más poner un pie fuera de la estancia me tropiezo con Liam. Estaba buscándome. Coge mi mano y me acompaña a la mesa que compartíamos con sus amigos. Inicialmente, las mesas no tenían esta distribución pero, mi padre y Olivia, han accedido a hacer un pequeño cambio dado que les a parecido que disfrutaba de la compañía de este grupo de jóvenes.

La velada siguió su curso y, ya entrada la tarde, los invitados empezaron a marcharse. Liam se acercó a mí para despedirse.

-¿Te gustaría venir a verme, a vernos, jugar el partido de mañana?- me pregunta expectante.

Los chicos me han caído bien. No me disgustaría formar parte de su grupo. Además, son las únicas personas de mi edad que conozco aquí. Mañana es domingo y John tendrá el día libre. Se marchará a primera hora y no volverá hasta bien entrada la noche.

-De acuerdo- le contesto. Y quedamos en qué nos veremos mañana en el campus.


Una vez se ha marchado el último invitado un ejército de personal de limpieza trabaja sobre la zona para despejarla. Acto seguido mi padre se acerca a mí.

-¿Parece que al final te lo has pasado bien, no?- me pregunta levantando una ceja.

-No ha estado mal. ¡Pensaba que sólo invitarías a carcas a tú fiesta!- exclamo.

--¡Mia!- me rebate divertido mi padre- ¡Gracias por asistir!

-Te quiero- le digo dándole un beso en la mejilla. A continuación me descalzo para liberar a mis pies de la tortura de estos zapatos.

-Pequeña...- comienza mi padre dirigiéndose a mí- desde mañana y hasta el martes tengo varias reuniones de trabajo en Nueva York. Olivia va a acompañarme.

-¿Sólo hace unos días que vivimos aquí y ya vas a dejarme sola?- le recrimino en tono de burla- Mmm... Si te marchas tal vez debería celebrar mi propia fiesta...

-¡Ni se te ocurra, Mia!- me advierte, aunque es consciente de que bromeo. Estoy acostumbrada a sus viajes de negocios. No me afectan en mi rutina. Dan y Karen siempre se han ocupado de mí durante sus ausencias.

-Nuestro vuelo despega mañana a primera hora de la tarde. Recuerda que el miércoles es tu primer día de trabajo. Nos vemos en la oficina- añade.

-Sí, papá- contesto poniendo cara de niña buena.

Después de despedirme de mi padre me dirijo a mi vivienda. Tengo ganas de darme una ducha aún a riego de eliminar el aroma de John de mí piel.

Tras asearme me visto con una camiseta de tirantes y un escueto short. Con el mando a distancia del televisor en la mano me dejo caer sobre el sofá. ¡No tengo intención de moverme de aquí hasta mañana! Cenaré palomitas y Coca-Cola si es preciso.

John  sale de su habitación luciendo una camiseta y pantalón corto y se acomoda en otro de los sillones. Ya se que he dicho que no me movería pero... ¡siento la irrefrenable necesidad de estar junto a él! Decido levantarme y me acurruco sobre sus rodillas. John me rodea con sus brazos. El calor de su cuerpo resulta ser lo más reconfortante que he sentido jamás. En estos momentos no se me ocurre un lugar mejor donde estar.

-¿Que harás mañana?- me pregunta John.

-Iré al campus a ver un partido de baloncesto- susurro sobre su pecho batallando contra el peso de mis párpados.

-Pórtate bien, preciosa- me sugiere mientras acaricia mi melena.

¿Pórtate bien? ¿Qué me ha querido decir con eso? ¿Acaso le importo? Inmersa en mis pensamientos me percato de qué no pienso con claridad. Sin darme cuenta he cerrado los ojos sumiéndome en un profundo sueño.

EL GUARDAESPALDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora