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Después de conducir quince minutos más, John abandona la interestatal. A continuación se adentra en una zona de servicio. El lugar cuenta con un bar restaurante, una gasolinera y un motel.

John detiene el coche frente a la recepción del motel. Bajamos del coche y nos disponemos a entrar en la misma.

El establecimiento está formado por un conjunto de tres edificios contiguos de dos plantas de altura, en el centro dispone de plazas de aparcamiento. Los largos pasillos exteriores comunican las habitaciones. Su color, rojo intenso, además de sus barandillas y puertas blancas hacen que llame la atención.

Ya en recepción pedimos una habitación y no nos hacen preguntas. Eso se agradece. Me divierte intentar adivinar cuales serán las posibles relaciones que se nos supondrán. Esas que ocultan tras su aparente discreción. ¿Tal vez pensarán que se trata del típico caso del romance secreto entre el jefe y su secretaría? ¡Desde luego John da el pego con ese traje!

Espero a John apoyada en la pared. El encaje de mis braguitas asoma por el bolsillo de su pantalón. No me cansaría nunca de observarle... ¡John es sexy hasta cuando respira!

Cuando finalmente le entregan la llave de la habitación nos dirigimos hacia ella. Es la número 115.

Ya en su interior cierro la puerta por dentro.  Al momento me deshago de mi ropa, me descalzo y dejo caer mis pulseras sobre la moqueta gris que cubre el suelo. Me muestro ante John completamente desnuda y sin pudor. Él me observa inmóvil. Su respiración acelerada me complace. Poder provocarle me complace.

John se quita la americana y la camisa y las deja en el respaldo de una silla.  Acto seguido tira de mi brazo y me tiende sobre el colchón. Forcejeo con él. ¡Quiero arrancarle los pantalones! Anhelo tenerle en mi interior. ¡Necesito que me penetre! Pero él se sitúa entre mis piernas apresándome. Besa mis labios dejándome con ganas de más para acto seguido descender por mi cuerpo sin dejar de mirarme. Su barbilla roza mi piel durante el trayecto y mi pecho se acelera desbocado adivinando a dónde se dirige.

John abre mis piernas doblando mis rodillas. Al instante hunde su rostro entre ellas. Mi sexo palpita mientras lame mi clítoris, lo succiona y lo lame de nuevo. Pasea su lengua de arriba a abajo con desesperación. Quiere hacerse con todo lo que es mío. Yo hecho la cabeza hacia atrás gimiendo de placer. Su ávida lengua recorre cada recoveco de mi intimidad. Su dedicación me resulta exquisita.

Su nariz se desliza por mi monte de venus apoderándose de mi aroma. Su lengua ataca de nuevo presionando la entrada de mi vagina a la vez que introduce uno de sus dedos en el interior. Su dedo se mueve experto presionando el centro de mi placer. Acto seguido introduce otro dedo y mi placer se multiplica. Me lleva a la locura con sus caricias. Son tremendamente certeras. John sabe muy bien lo que hace. Me saborea de nuevo. Recorre de nuevo mi sexo con sus labios. Arqueo mi espalda mientras me mantiene sujeta por los muslos. Acaricio el corto pelo de su cabeza camino del orgasmo. La humedad a invadido mi entrepierna. Mis fluidos empapan el rostro de John y él se muestra complacido por ello. Me tiemblan las piernas, siento que estoy a punto de estallar.

-John... John...- jadeo con la boca seca. Y él sigue con su asedio mientras comprueba cómo un intenso y devastador orgasmo toma mi cuerpo. ¡Nunca había sentido algo tan gratificante! Mis caderas se convulsionan y me estremezco. John lame sus labios aún con mi sabor íntimo en ellos. Antes de alzarse, besa mi sexo.

Intento recuperar el aliento. Satisfecha, miro a John a los ojos. Voy a hacerlo. Sé que le pone a cien. Puedo excitarle con tan sólo una palabra y estoy dispuesta a hacer uso de ese poder.

-Más...- susurro. Y John se deshace de sus pantalones y su ropa interior con una habilidad pasmosa. Al instante me penetra con un rudo empellón.

Mi hipersensible piel descubre un mundo de sensaciones con su contacto. Su erecto y firme pene ahonda en lo más profundo de mi ser. Sus poderosas envestidas se abren paso en mi interior. Me empotra una y otra vez contra el colchón. John hunde su rostro entre mis turgentes pechos y disfruta estimulando mis pezones. Jadea sobre ellos mientras me penetra sin descanso. Siento cómo las paredes de mi vagina se amoldan para acoger a su gran miembro. Al instante me tortura con movimientos lentos y profundos para, a continuación, asaltarme sin mesura.

EL GUARDAESPALDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora