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Cuando llegamos a las oficinas de Smith International Company John estaciona el coche cerca de la entrada principal. Me tiende la mano para chocar esos cinco pero el lugar de eso dejo la marca de mis labios en su palma. Él atesora mi beso cerrando el puño cómo si pudiera retenerlo en su interior. Su sonrisa me sirve de despedida antes de entrar en el edificio.

Sosteniendo la bolsa del restaurante Soul Food que contiene mi comida me dirijo hacia mi puesto de trabajo. La recepción está desierta. Tan sólo uno de los guardias de seguridad permanece en ella. ¡Se nota que es la hora de comer! Tras llegar a mi planta saludo a Megan con un gesto con la cabeza para acto seguido señalarle la bolsa que contiene mi comida. Megan asiente con una sonrisa. Ya que todavía no ha dado comienzo mi jornada laboral me dirijo directamente al comedor comunitario. Nada más entrar me acerco a las máquinas de bebidas y guardo mi turno en la cola. La sala está abarrotada.

Tratando de no desesperarme observo distraída lo que me rodea. Contemplo cómo , en una mesa cercana, comen Mary, la encargada de recursos humanos, la recepcionista del vestíbulo y un par de chicas que no conozco. Mary y la recepcionista repelente están sentadas de espaldas a mí. Ellas no se han percatado de mi presencia y no es necesario acercarse mucho a donde se encuentran para escuchar de lo que están hablando.

-Como te lo cuento... Antes de que trabajara aquí yo ya la había visto venir a buscar al señor Smith, ¡la muy descarada!- exclama con retintín la recepcionista del vestíbulo.

-A mí esa pequeña zorra no me engaña... El señor Smith jamás se había paseado tanto por nuestra planta cómo desde que ella trabaja allí- asegura Mary.

- Blanco y en botella... ¡Es su amante!- añade una de las otras dos chicas.

Ese último comentario me irrita por lo que me giro y me dejo ver en el acto. Las dos chicas que no conozco se quedan pálidas al advertir mi presencia. Tal reacción hace que Mary y la recepcionista del vestíbulo se imaginen que me encuentro detrás de ellas.

-¡Me encantaría acostarme con el jefe!- exclamo en voz alta- es un madurito muy sexy...- añado provocando que se haga el silencio en la sala.

Por un instante lo único que se escucha es el sonido de la puerta. Probablemente un empleado rezagado se ha adentrado en el comedor buscando un lugar donde acomodarse por lo que no le doy ni la más mínima importancia. Ni siquiera me giro. La tensión del ambiente podría cortarse con un cuchillo. Todos los presentes permanecen expectantes. Anhelan conocer el final de nuestra conversación. Necesitan averiguar si llegará la sangre al rio.

De pronto, y sin venir a cuento, los rostros de las cuatro arpías que se sientan en la mesa se vuelven de todos los colores del arcoíris.

-Seguro que el tipo tiene un buen polvo...- prosigo- ... ¡pero el hecho de que sea mi padre hace que el imaginarnos a él y a mí montándonoslo me produzca arcadas!- aseguro con rabia.

-¡Mia!- exclama mi padre con autoridad. Resulta que era él el que había entrado en el comedor.

Pensaba que mi numerito había provocado el silencio y las caras descompuestas... ¡Vaya chasco!

-¿Va todo bien?- me pregunta mi padre confuso. Se ha perdido la primera parte de la discusión y encontrarme gritando a los cuatro vientos ante una audiencia en absoluto silencio le ha dejado sorprendido.

-¡Si, papá! ¡Todo va bien!- afirmo a regañadientes- Acabo de decidir que finalmente me traslado a tú despacho- aseguro dándome la vuelta para situarme a su lado.

-Esta bien, pequeña. Sabes que ese es tú lugar- añade complacido.

¡Fracaso absoluto! No he conseguido integrarme en la empresa por mí misma y... ¡el pollo se me ha quedado frío!

Mi padre y yo salimos del comedor. Él me sujeta por los hombros dándome el consuelo que no le he pedido. ¡Una vez más se ha salido con la suya! Ahora trabajare con él codo con codo.

Antes de subir al ascensor dejo sobre el mostrador de la recepción de la planta la bolsa que contiene mi comida. Megan está al teléfono y me mira con los ojos cómo platos. Acto seguido se lleva la mano a la boca cómo sofocando un grito. Quién quiera que esté al otro lado del teléfono debe de haberle informado de lo sucedido. ¡Las noticias vuelan! Le giño un ojo antes de marcharme cogida del brazo de mi padre. Aquí dejo a Mia Williams para convertirme de nuevo en Mia Smith.

Tras un breve viaje en ascensor nos plantamos en la última planta. Aquí no hay montones de mesas ni multitud de empleados. Los ordenadores no se cuentan por cientos ni el monótono ruido de los teclados y las conversaciones insustanciales sustituyen al hilo musical. Aquí tan sólo hay una decena de despachos. ¡Y que despachos! Amplios, lujosos y decorados con gusto.

Mi padre rodea mi cintura con su brazo guiándome hasta un despacho casi tan grande cómo el suyo. Llama a la puerta pero no espera respuesta antes de adentrarse en él. El chico que hay sentado frente al exclusivo escritorio que preside la estancia se levanta de su sillón abrochándose el botón de la americana. Tiene el pelo negro azabache peinado con una perfecta raya al lado. Sus ojos son de un color verde extraordinario y el brillo de sus zapatos es casi cegador.

-Travis, esta es mi hija Mia- me presenta mi padre.

-¡Mia! He oído hablar mucho de ti... - dice alargándome la mano para saludarme. Yo le devuelvo el saludo.

-Mia, hasta que te pongas al día, serás la becaria de la secretaria de Travis, Adele, y mi secretaria, Anna. Yo sonrío y asiento. Ya no tengo elección.

-Hoy es viernes...- le recuerda Travis a mi padre- ¡no te olvides de la copa!

-Hoy no podrá ser- se disculpa mi padre- Prometí a Olivia que saldríamos a cenar.

-Y tú que, Mia, ¿te apuntas?- me pregunta Travis. Yo busco la aprobación de mi padre con la mirada y él asiente con la cabeza.

-De acuerdo- contesto.

Después de las correspondientes presentaciones mi padre me reúne con Adele y Anna en un despacho. Adele y Anna son dos estiradas peinadas con sofisticados moños. Llevan unas faldas de tubo tan estrechas que estoy segura de que no pueden sentarse con normalidad y calzan unos zapatos de tacón tan increíblemente altos que les sería físicamente imposible salir corriendo detrás del autobús. Además van maquilladas cómo puertas.

Me dictan las tareas que tengo que realizar con ordenes breves y claras, cómo si fuera un cachorrito al que tratan de adiestrar. Ya con todo claro me acomodo en el que ahora será mi despacho, que está situado junto al de mi padre. Tras dejar el bolso sobre la mesa empiezo a trabajar.

El tiempo pasa rápido y, casi sin darme cuenta, son las cuatro y media de la tarde. El personal de la planta se apresura a recoger sus cosas y se dirige a los ascensores. Cómo me sorprende la estampida llamo a mi padre a través de una línea interna.

-¿Que pasa, papá? ¿Acaso a sonado la alarma anti incendios y yo no me he enterado? 

-No, pequeña. Es que los viernes se reduce el horario de oficina y prácticamente todo el mundo sale una hora antes- me responde.

-¡Ah, vale!- añado antes de colgar.

Encantada con la idea de ver a John antes de lo previsto cojo mi teléfono móvil con intención de llamarle, pero antes de que pueda hacerlo, Travis abre la puerta de mi despacho.

-Mia... ¿Preparada para esa copa?- me pregunta expectante.

- ¡Si!- respondo metiendo el teléfono móvil en mi bolso.



EL GUARDAESPALDASWhere stories live. Discover now