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Mi padre le ordena a su chofer que nos lleve al restaurante THE CAFÉ, en el hotel Ritz- Carlton, y enseguida nos ponemos en marcha. El establecimiento está en un lugar cercano por lo que no tardamos demasiado en llegar.

El local requiere cierta etiqueta por lo cual me sitúo junto a mi padre señalándole mi indumentaria. Él me sonríe y me asegura que no tiene importancia.

Tras acceder sin problemas al restaurante el metre nos acompaña hasta una mesa para dos. El ambiente es tranquilo y clásico. Sus paredes de madera resultan muy acogedoras. Las mesas, vestidas con distinción, lucen manteles blancos que aportan luminosidad. Sus cómodas sillas, de color mostaza, nos reciben ansiando acompañarnos mientras degustamos las exquisitas propuestas culinarias de la carta.

Mi padre y yo esperamos que traigan nuestra comida charlando sobre cómo me ha ido mi primer día en la universidad y me pregunta cómo me voy adaptando a una ciudad que es totalmente nueva para mí. Mientras hablamos me doy cuenta de qué saluda discretamente a un par de personas. ¡Parece estar integrado en Atlanta desde el primer momento! Cierto es qué ha acudido al lugar con anterioridad mientras realizaba las gestiones para poner en marcha la oficina... ¡pero a conseguido mesa en el restaurante sin la necesidad de reservar previamente, por no mencionar que se ha saltado las normas de vestuario sin tener que dar explicaciones! ¡La verdad es qué este hombre es todo un portento! 

-Mia... quería informarte de qué Olivia ha organizado un coctel para mañana, en casa- me asegura con cautela.

-¡Pues vaya lata!- murmuro.

-Acudirán algunas personalidades importantes de la ciudad, además de representantes de empresas con las que pretendo hacer negocios...- se explica.

-¿Te refieres a yupis con mujeres florero y niños pijos?... ¡Todo apunta a que no me permitirás bañarme desnuda en la piscina!- le replico.

Mi padre sonríe.

-¡Eres terrible, pequeña! Prométeme que te portarás bien...- me suplica- A Olivia le hace mucha ilusión este evento...

-¡De acuerdo, papá! Vestidito discreto, zapatos de tacón y boquita cerrada- aseguro.

Después de saborear un delicioso postre a base de mousse de chocolate con chocolate cómo guarnición salimos del local para subirnos al coche de mi padre. Cuando llegamos al aparcamiento de la oficina John me está esperando apoyado en mi coche. Desciendo del vehículo de mi padre para subirme al mío y que John me acerque a casa.

Durante el trayecto John permanece más callado de lo habitual y su silencio empieza a incomodarme...

-¿Te pasa algo, soldado?- le pregunto.

-Todo bien, Mia- responde observándome a través del espejo retrovisor.

-El pintalabios rojo te favorece- le aseguro observado las marcas de mi carmín que todavía permanecen en la comisura de sus labios. John me contesta con una sonrisa y se lame los labios intentando limpiárselos.


Cuando llegamos a casa observo anonadada cómo un ejército de operarios descargan muebles en la casa principal y el jardín. El coctel tendrá lugar al lado de la piscina. Y flores, flores y más flores no cesan de desfilar en esa dirección.

Bajo una carpa instalada para la ocasión decenas de mesas con manteles larguísimos, sillas con faldón y lazo en su parte posterior y todo tipo de accesorios decorativos abarrotan el escenario.  Desde el pomposo parecer de Olivia, no falta detalle. ¡Aunque yo echo en falta un cisne de hielo!.. y ¡Tatachán! ¡Ahí llega!

Mientras John estaciona el vehículo yo me dirijo a la zona en cuestión. Olivia está frenética con los preparativos. Mañana será su gran día. Se presentará ante la alta sociedad de su ciudad cómo la señora Smith. ¡Hasta ha invitado a alguno de nuestros vecinos!

Hay un escuadrón de jardineros poniendo a punto el jardín. De entre todos ellos uno me llama poderosamente la atención. Se trata de un chico joven que trata de esconderse de los demás. Intenta simular que trabaja mientras se escaquea. Es alto, lleva el pelo largo hasta los hombros y tiene los brazos cubiertos de tatuajes hasta las muñecas. Me acerco sigilosamente a él escondiéndome detrás de un seto y sacando la cabeza por sorpresa de mi escondite exclamó:

-¡Te pillé!

El chico se sobresalta y simula trabajar con más ahínco.

-¡Vaya susto me has dado!- asegura tras cerciorarse de qué no se trataba de ninguno de sus compañeros de trabajo- ¿Trabajas aquí, preciosa?

-Sí... no...bueno, mis padres.- miento- Son los guardeses.

-¿Aquí se está montando una fiesta bestial, no?- asegura.

-Pues eso parece... aunque no es el tipo de fiesta que me gusta...- le explico-... es qué... soy de Seattle y no conozco la ciudad... ¿Sabes donde podría salir a divertirme en Atlanta?

-¿Haces algo esta noche, nena?- me pregunta.

-No... de momento- le respondo seductoramente.

-Mi turno acaba a las ocho. Mi padre me ha obligado a acudir a este rollo de curro pero luego podría pasar a buscarte y mostrarte lo mejor de la ciudad, ¿Qué te parece?

-Me parece perfecto- contesto- Cuando vengas a recogerme espérame en la calle de atrás con las luces apagadas... es que no tengo permiso para salir y tendré que hacerlo de un modo...digamos... discreto- aseguro.

-No hay problema. ¿Te parece bien que te recoja a las diez?- me pregunta.

-Me parece bien...- aseguro sin saber por qué nombre dirigirme a él.

-Ryan- me informa.

-Pues nos vemos a las diez, Ryan- digo para acto seguido desaparecer por la parte trasera de la casa.

EL GUARDAESPALDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora