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¡Por fin son las seis! John me estará esperando en el aparcamiento... ¡estoy deseando verle!

Recojo mis cosas y me dirijo hacia el ascensor. Está tan abarrotado que decido esperar al próximo viaje para poder subirme. Cuando llego al vestíbulo contemplo la puerta cómo un preso en su primer día de libertad. Ya en el aparcamiento trato de localizar el coche. Llevo la americana y el bolso en la mano pero nada me impide salir corriendo hacia John cuando finalmente la localizo. En ese momento no me importa quién pueda vernos. Desde el instante en el que le veo ya no existe nadie más para mí.

John me abre la puerta del coche y entro en él a toda prisa. Él se sube a continuación. Mira cuidadosamente por los retrovisores para asegurarse de que nadie nos observa antes de robarme un beso. Necesitaba ese beso, le necesito a él.

John conduce con rapidez. Sale del parking dejando atrás el edificio de oficinas. Se aleja callejeando por una zona industrial cercana. Después detiene el coche en una calle poco transitada, desabrocha mi cinturón de seguridad y me incita a subirme sobre sus rodillas. Yo no me hago de rogar. ¡Al fin estoy entre sus brazos! Sus caricias me revelan que me a añorado tanto o más que yo a él. Sus besos hacen que me derrita...

-¿Cómo te ha ido en tu primer día?- pregunta sobre mis labios.

-Creo que no muy bien, la verdad- susurro- Nada ha salido cómo yo esperaba...- le respondo reclamándole más besos.

-Cuéntame, preciosa... ¿Qué te ha pasado?

-Mi padre se lo ha pasado en grande poniéndome en evidencia delante de todo el mundo. Primero me ha enviado flores y después a venido a verme... ahora todos me observan y hablan de mí a mis espaldas.

-Todo el mundo te observa siempre, mi amor. ¿Pero tu te has visto? ¡Es imposible no fijarse en ti!- asegura acariciando mis muslos.

Muerdo el labio inferior de John y lo estiro posesivamente. Le beso ansiosa. Él pasea sus manos por todo mi cuerpo. Nunca tengo bastante de John... ¡El es mi plato preferido y estoy hambrienta!

Sube la temperatura... John me aferra a su cuerpo sujetándome por los glúteos. Yo desabrocho varios de los botones de su camisa ansiosa por acariciar su cálida piel. Su erección se clava en mi entrepierna. Sólo unas prendas de ropa separan nuestros cuerpos... y, en ese momento, la puerta metálica de la fábrica frente a la que hemos estacionado se abre y salen por ella un grupo de trabajadores. John y yo nos miramos a los ojos, parece que a llegado el momento de marcharse...

Camino a casa le explico con detalle todo lo acontecido durante mi primera jornada laboral. John asiente con la cabeza mientras conduce. Nuestros miradas se cruzan fugazmente cuando nos detenemos en un stop. Soy consciente de que seguramente no me escucha pero adoro que esté pendiente de mí. Adoro cómo me hace sentir.

Nada más entar a casa suena el teléfono fijo. Es mi padre. Parece que se ha percatado de nuestra llegada.

-¡Hola, pequeña!- me saluda.

-¡Hola, tramposo!- le contesto.

-¿Tramposo yo?- me cuestiona mi padre.

-¡Si! ¡Tú! Me dijiste que podríamos probarlo a mi manera. ¡Quería pasar inadvertida y no has parado de ponerme en evidencia!- protesto.

-Para nada era esa mi intención... señorita Williams- asegura con sorna- ¿Cuándo te trasladas a trabajar a mi despacho?

-¡De eso nada! ¡Pienso quedarme donde estoy!- le advierto.

-¡Eres muy testaruda, pequeña! Me gustaría que me acompañases en mis reuniones. Pierdes el tiempo realizando tareas que cualquiera puede hacer.

EL GUARDAESPALDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora