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El coche de mi padre, conducido por su chofer, Bob, accede a nuestra propiedad. Olivia y mi padre acaban de volver de su viaje a Nueva York. Decido acercarme a la casa principal para darles la bienvenida. Mi padre se sorprende gratamente al verme.

-Parece que has aprendido la lección...- asegura observando mis pies calzados con unas zapatillas deportivas.

-¿Cómo te has enterado?- le pregunto refiriéndome al percance en el qué me dañé los pies.

-Karen me llamó por teléfono para informarme de lo sucedido. Desisití de volver a casa porqué me aseguró que tus heridas no eran graves- me aclara.

-¡No te hagas ilusiones! Sólo me calzaré hasta que se me curen los cortes- replico. Mi padre sonríe cómo respuesta.

Cenamos en la casa principal. Durante el ágape escucho de fondo el bla, bla, bla de Olivia pero no le presto atención. Me gustaría estar en la cocina, compartiendo mesa con John. A duras penas consigo comer algo.

-Mañana es tu primer día de trabajo, señorita Williams- me recuerda mi padre.

-Así es, señor Smith- le respondo siguiendo el hilo de su broma.

-Todo está dispuesto para tu llegada. Podrás recoger tu pase en recepción. Se activará la primera vez que cruces el control de acceso. Tu despacho está en la quinta planta- me informa.

-De acuerdo, señor Smith- respondo con retintín.

Tras dar por concluida la cena me despido de mi padre y la señora del pelo de fuego y espero a John junto a la puerta. Estoy deseando meterme en la cama. Mañana será el primer día que tenga que compaginar las clases y las prácticas en la empresa de mi padre. Apenas dispondré de un minuto libre en todo el día.

Instantes después John aparece por el pasillo de servicio y, juntos, nos dirigimos hacía mi casa. Cuando estamos lo suficientemente alejados de la vivienda principal me dispongo a hablar con él.

-John, no me gusta que tengas que caminar detrás de mí. Preferiría que lo hicieses a mi lado- aseguro.

-¿Y perderme estas vistas?- me rebate refiriéndose a mi trasero.

John abre la puerta y entramos en casa. Hoy dormiré en su habitación junto a él. Me gusta que John sea lo último que veo por las noches y lo primero que contemplo por las mañanas.

Ya estirados sobre el colchón me acomodo junto a su cuerpo. Acaricio sus brazos y su espalda desnuda mientras observo con detenimiento sus tatuajes.

-¿Duele mucho hacerse un tatuaje, John?- le pregunto resiguiendo uno de ellos con mi dedo.

-No demasiado, preciosa. Duelen más los recuerdos- afirma pensativo.

-¿Estos son los nombres de las unidades con las que has combatido?

-Si...

-...y este es el nombre de tú hermano...- añado.

Tras suspirar profundamente John alarga la mano y abre el cajón de su mesita de noche. De su interior saca un collar. Del collar cuelgan sus placas del ejército, las de su hermano y un anillo.

-Los tatuajes son una manera de no olvidar. Llevando a Bruce siempre conmigo me aseguro de qué nunca le olvidaré- dice compungido.

-Lo siento, John. No quería entristecerte- me disculpo. Acto seguido leo las inscripciones de las placas militares y me detengo a admirar el anillo. John me observa y decide saciar mi curiosidad.

-Este anillo era de mi madre. Era su alianza de boda. Mis padres murieron. Bruce cayó en combate. Lily y mis sobrinos, Matthew y Connor, son la única familia que me queda.

El triste pasado de John me duele en el alma. Las lágrimas acuden a mis ojos sin haber sido invitadas. Mi madre también murió. Comprendo su dolor y eso me acerca más a él.

John me abraza y yo uso su pecho cómo almohada. Acerco mi oído a su corazón para escuchar sus latidos. Con esa singular melodía me relajo hasta quedarme dormida.


EL GUARDAESPALDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora