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Después de despegar nos desabrochamos el cinturón y nos acomodamos en nuestros asientos. Nos cubrimos con una de esas mantas de las que prefieres pensar que eres el primero que la usa. Ambos nos dormimos profundamente por lo que una de las azafatas tiene que despertarnos cuando estamos a punto de aterrizar.

Son casi las diez de la mañana. ¡Hola Las Vegas!

Al instante me vienen a la mente los recuerdos de mis anteriores visitas a la ciudad. Pero... ¡ lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas!

John y yo nos subimos a un taxi con destino al Hotel Rexford Drive. Observando la ciudad desde la ventanilla trasera del coche me pregunto si John había estado antes aquí. Estoy segura de qué aunque no sea su primera vez en Las Vegas no ha disfrutado de la ciudad cómo yo. Apuesto a que no se hospedado en una suite del Bellagio ni ha gozado de una velada de lujo en el casino. ¿Habrá paseado por Fremont Street? No me gustaría atosigarle con las anécdotas de los viajes que he disfrutado. Se qué ni él ni su familia jamás se los podrían permitir. Me decanto por sonreírle mientras le observo. Esa vida de lujos a quedado atrás también para mí.

Llegamos al Rexford Drive. El edificio, de dos plantas, rodea la piscina de las instalaciones. Nos acercamos a recepción para registrarnos.

-¡Hola! ¡Bienvenidos al Rexford Drive!- nos saluda la recepcionista.

-¡Hola! Tenemos una reserva a nombre de Miller, señor y señora- digo orgullosa. John me sonríe apretando mi mano con fuerza. Nuestras miradas cómplices se encuentran fundiéndose en una sola.

-Miller. Aquí tengo su reserva. Rellenen este formulario y les entregaré la llave de la habitación- nos indica.

Después del papeleo y, llave en mano, nos dirigimos a nuestra habitación. Cuando accedemos a la habitación John, agotado, se tumba boca arriba sobre la cama.

-¡De eso nada!- digo negando con la cabeza- ¡Nos vamos!

-¿A dónde, nena?- me pregunta tras suspirar profundamente.

-¡A casarnos!- respondo llena de energía.

-Mia, ¿estás segura de qué eso es lo que quieres?- me cuestiona.

-¡No he estado más segura de algo en toda mi vida!- exclamo.

-¿De veras no preferirías casarte en una iglesia llena de invitados y celebrar un gran banquete?

-¡No! Prefiero casarme contigo aquí y ahora... ¡Y en jeans!- aseguro divertida.

-¿En jeans?- me pregunta perplejo.

-¡Si! Nada ni nadie nos quitará nuestro momento... ¡ni siquiera la ropa! El hecho de casarme contigo es lo más especial para mí. ¡Tú eres el único accesorio que necesito!

John me observa fijamente con los ojos brillantes y humedecidos. Antes de empezar a hablar se aclara la garganta pero sus primeras palabras suenan entrecortadas a causa de la emoción.

-Te quiero, Mia. Eres la persona a la que más amo y amaré jamás. Mi vida no ha sido fácil pero volvería a pasar por todos los malos momentos si me aseguraran que finalmente te volverías a cruzar en mi camino. Eres un ángel. Eres mi ángel.

- Te quiero, John- susurro sobre sus labios antes de asaltarlos. Y con esa costumbre que tiene el tiempo de detenerse cuando estoy en los brazos de John me olvido del reloj para disfrutar de su compañía.


Cuando salimos del hotel el sol brilla en el cielo y la vida me sonríe. John y yo vestimos ropa similar. Ambos llevamos unos pantalones tejanos y una camiseta blanca. Caminamos por la calle cogidos de la mano. ¡Por fin podemos cogernos de la mano en público! Podemos besarnos. Podemos abrazarnos. ¡Ya no tendremos que ocultarnos nunca más!

EL GUARDAESPALDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora