Capítulo 21. En la oscuridad.

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  —¡Quita tu mano de allí! ¡Suéltame! —ella espetó golpeándole sus piernas con las puntas de sus pies. —Él sonrió con sorna.

  —Esas no son las palabras correctas, conejita. —Sus miradas se cruzaron; él seguía con ese aire de superioridad que a ella le provocaba ganas de abofetearlo, en especial, teniendo su rostro por debajo del de ella.

  —¡Antes dije "por favor" y tú no te detuviste!

  —Quizás... —estudió su rostro con los ojos entrecerrados y provocativos— te faltó algo, como la primera vez que me llamaste, ¿no crees? —Con la mano restante, libre del peso de la joven, comenzó a recorrer su espalda haciendo que ella diera un respingo.

  —¡Basta! —Ella le pegó a los costados de su tórax, siendo ese el único movimiento que su agarre le permitía.

  —Intenta —la desafió acariciando lentamente su espalda de ida y vuelta sin quitar la mirada de la suya.

  —¡No, déjame!

  —¿Te rindes? —Dejó salir su hilaridad por lo bajo, mientras de nuevo, atacaba su cuello con sus labios.

  —¡Nunca! ¡Sólo... suéltame!

  —Estoy esperando las palabras correctas, chiquitita... —su voz acariciaba sus oídos—. Tú ya sabes cómo funciona eso... —Su mano libre volvió a recorrer su espalda hasta alcanzar su hombro, donde con uno de sus dedos dibujó círculos, en tanto, la observaba con placer y festividad. Ella parecía pelear más consigo misma que con él en sí. "Eso no está nada mal", pensó él.

  —¡Maldición! —clamó ella—. ¡Por favor! ¡Dije "por favor"! —Seguía pataleando pataleando. Él suspiró con fingida aflicción y liberando un par de disconformes "tsk".

  —Debes cuidar los buenos modos, conejita. Una reina no puede tener una boca tan sucia. Ahora, bien, será un placer para mí limpiarla tantas veces como sea necesario... —La besó otra vez con gentileza, ahogando sus protestas—. Di tus palabras correctas, cosita... —repitió. "Di mi nombre, Sarah. No más Rey Goblin; di mi nombre".

  —¡Por favor, Rey Goblin! —exclamó alarmada por sus propias emociones. ¿Qué no había aprendido lo peligroso que era quedarse con él a solas durante aquella encantadora cena? Él arqueó una ceja con malicia.

  —¿Rey Goblin? —cuestionó incrédulo—. Ciertamente que esas no son las palabras correctas. ¡Qué lástima...! —Suspiró sobre sus labios—. ¡Estabas tan cerca...! —La mano en su hombro comenzó a jugar con el cuello del vestido pensativamente—. Supongo que... deberás esforzarte un poco más... cosa preciosa... —Su mano comenzó a descubrir un poco más el hombro viéndola con picardía—. Eso si realmente quieres detenerme... —Sus labios comenzaron a viajar, una vez más, por su garganta con insinuante rumbo hacia la oculta y prometedora piel más allá de sus hombros. Sarah pareció congelarse. "¡Oh, no!", pensó. "Él está... ¡Realmente él está intentando...!" Su cara se puso roja de vergüenza, roja de rabia, roja de todos modos. "¡Piensa rápido, Sarah! ¡El 'por favor' está bien! ¡¿Qué otra cosa querría...?!" Y lentamente, la palabra se formó en sus labios casi sin pensarlo.

  —¿Jareth? —Él se detuvo un segundo al oír su nombre. Sonrió sin que lo descubriera e iba a seguir con su tarea, mas, ella le ganó de mano—. ¡Jareth, por favor! —La rubia cabeza se detuvo a centímetros de su piel y el soberano la observó con una maquiavélica sonrisa.

  —¿Fue difícil? —Sarah se mordió la lengua para no responderle, no cuando su genio estaba a punto de estallar y responderle algo como: "¡No; en absoluto! ¡Todos tus trucos son tan condenadamente insulsos que son muy fáciles! ¡Tan fáciles como tu condenado laberinto!" Claro que no le respondería de esa manera cuando él tenía la situación entre las manos. Pero, tampoco sabía qué contestar. Si le decía que era fácil él se enfadaría como en el túnel; si le decía que sí, que era difícil, él daría por hecho de que sus caricias y besos la afectaban y mucho. ¡Ella no podía contestar a esa maldita pregunta!

Dulce como un durazno.Where stories live. Discover now