Capítulo 10. Buenos días, Labyrinth.

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Disclamer: Labyrinth no es mío. Tampoco los maravillosos personajes creados para la historia. Sí me pertenecen Twig, Erwin, Conrad, Alin y Gontran.

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  Sarah comenzó a moverse con los primeros rayos de sol que entraban por su ventana. ¡La cama estaba tan cómoda! ¡¿Por qué se tenía que levantar para ir a la escuela?! Sólo cinco minutos más... se dijo abrazándose más a la almohada.

  Poco después, alguien ingresó a su alcoba. ¡Seguro que era Karen para regañarla por su remolonería! ¡¿No podía simplemente dejarla en paz?!

  —¿Milady? —oyó una áspera voz, pero, con tono femenino. Sorpresivamente, Sarah abrió los ojos. ¡¿Dónde estaba?! Se sentó alarmada y observó todo alrededor. La goblin la observaba preocupada. ¡No! ¡No podía ser verdad! ¡Tenía que ser un sueño! ¡Simplemente...! Ya nada evitó que las lágrimas cayeran en las manos que cubrieron su rostro. ¡¿Qué había hecho?! ¡¿Qué le había hecho al pobre Toby?!—. ¿Milady, se siente usted bien? —La goblin corrió hacia ella—. ¡Oh, no llore, querida! Seguro bebió demasiado anoche; yo le preparé algo para aliviar el dolor. —Palmeó uno de sus muslos maternalmente. Mas, Sarah sólo lloró más desconsolada—. ¡Ya sé! ¡Espéreme aquí, Milady! ¡Iré por él! —Se retiró más rápido de lo que entró.

  ¿Por él? ¿Qué había querido decir con "por él"? ¿Creería que estaba enferma y fue por un médico? ¡¿Qué importaba?! ¿Quién se iba a preocupar por ella en este mundo?

  —¡Su Majestad ¡Su Majestad! —La criada entró con prisa adonde el rey estaba aguardando que se sirviera el desayuno junto a su familia más allegada. Jareth observó con curiosidad a su súbdito.

  —¿Qué sucede, Twig?

  —¡Lady Sarah, Sir! ¡Ni bien despertó se largó a llorar! ¡Intenté calmarla, pero, sólo fue peor! —Jareth suspiró agotado.

  —Bueno, sobrino. Era de esperarse; aún si se hubiera quedado por propia voluntad —Erwin opinó amablemente.

  —Además, Jareth, ¿quién se puede resistir a tus encantos? —Conrad elevó brazos y hombros.

  —Conrad. Cállate —lo amonestó su hermana con el cejo fruncido.

  —Bueno... sólo... espero que no sea tan grave —dijo el monarca poniéndose de pie—. Yo me encargo, Twig. Estate lista para atenderla. Tío, primos; dispénsenme. —Y desapareció para volver a materializarse frente a la puerta de la alcoba de la muchacha.

  Jareth golpeó con suavidad, mas, no hubo respuesta, sólo se oía el llanto y los "no puede ser". Tras otro pesado suspiro, el Rey Goblin ingresó.

  Sarah tenía el rostro escondido sobre la almohada, en tanto, su cuerpo era sacudido por su aflicción. Jareth se aproximó a ella en silencio y se sentó a su lado.

  —Sarah... —habló con dulzura; mas, ella lo ignoró—. Sarah... —repitió tratando de hacerla girar para que lo enfrentara.

  —¡Vete! ¡Déjame sola! —rechazó su contacto quedando tozudamente sobre la almohada con sus lágrimas.

  —¿Sarah, por qué estás llorando? Anoche no lloraste. ¿Por qué ahora?

  —¡¿Acaso también vas a controlar mis emociones?! —Esta vez volteó hecha una furia, los ojos rojos por llorar y por frotárselos constantemente; la nariz casi tan roja como su mirada. Jareth tuvo que controlar su sonrisa. Luego, ya analizando su respuesta la miró grave.

Dulce como un durazno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora