Capítulo 15. Algo sobre el pasado.

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  Alin se despertó más temprano que nadie, como de costumbre. Con una sonrisa, observó a su esposo dormido a su lado. ¿No era el hombre un encanto? ¿Si era bello? Quizás no fuera el más favorecido; su hermano y su primo podían ser considerados bellezas; pero, para ella, Gontran era el más bello. Y lo era, si no esas estúpidas lujuriosas cortesanas y supuestas "damas" no andarían persiguiéndolo. ¡Oh, cómo le gustaría un día olvidarse que ella debía comportarse y arrojarse sobre esas arpías! Su molestia fue interrumpida por un ronquido de su amado esposo. Ella volvió a sonreír y suspiró enamorada. ¡Cada mañana daba las gracias por haberlo conocido y porque se hubiera fijado en ella! Le dio un beso con cuidado de no despertarlo y suavemente llamó a su criada para que la asistiera.

  Cuando salió del cuarto, aspiró con fuerza. ¡No había nada como el aire de la mañana temprano! Aún se podía sentir el aroma de la noche que se mezclaba con los aromas que se escapaban de la cocina; señal de que el castillo comenzaba a entrar en actividad. Comenzó a caminar por entre los corredores. Estaba al tanto de la cena de su primo y Sarah. ¿Cómo les habría ido? Rió con picardía y, luego, se reprendió. No; su primo era un caballero. Podía llegar a ser algo... insinuante. Bueno, a veces demasiado insinuante, pero, jamás cometería un acto que perjudicara a una muchacha.

  Cuando entró a la sala del trono se llevó la mano al pecho. No había esperado encontrar a nadie allí a esas horas. No pudo evitar sonreír al verlo allí, con la cabeza reclinada sobre el puño y su pierna colgando. La capa yacía en el suelo junto al sitial. Alin se acercó y la levantó. ¿Había pasado la noche allí? Se cuestionó sorprendida. ¿Qué lo habría llevado a eso, una buena noche y el proteger la virtud de una joven o... un desastre? Por lo poco que había podido ver, Sarah era cabeza dura y él... también, a su modo. Esperaba con todas sus fuerzas que fuera lo primero y no esto último. Suspiró y acomodó su capa sobre el monarca como si se tratara de un niño. De pronto, alguien le tomó la mano y ella pudo ver la sorprendida mirada en ella.

  —Buenos días, primo. —Le sonrió con gentileza. Él aclaró su garganta antes de hablar.

  —Buenos días, Alin. —Liberó sus manos—. ¿Otra vez, cuidando de mí?

  —Supongo que se me ha hecho costumbre —respondió.

  Pues, al quedar huérfano a la edad de siete, Su Majestad se había convertido primeramente en un niño muy solitario y triste; más de lo que ya era. Y, a los nueve, se convirtió en toda una revolución haciendo y diciendo cuanto se le daba la gana, por lo que sus ministros y consejeros decidieron enviarlo con sus parientes, ya que siendo el rey, no había nana que pudiera dominarlo o contradecirlo. Mientras tanto, pusieron a cargo a uno de los hombres más confiables del antiguo rey. Y el niño monarca pasó de la casa de los cuatro tíos de su madre, a las de sus abuelos, hasta que al fin, recordaron que su padre también tenía hermanos.


  Erwin siempre había sido un ser apacible, por lo que siempre fue considerado no apto para gobernar y lo habían condenado a vivir sus días con su familia en una de las fincas reales. A él, no le importaba el poder y, ciertamente, ahora que había quedado solo con sus pequeños niños, todo lo que deseaba era una vida pacífica. Su amada esposa había muerto en manos de los trolls camino a casa de sus padres. La noticia lo había hecho pedazos, pero, si él se rendía, ¿qué sería de sus amados niños? ¿Acaso, ella no se avergonzaría si los viera destruidos y abandonados tan sólo por su debilidad? ¿Acaso ella no estuvo días y días luchando contra el veneno del hierro en su cuerpo? Cuando finalmente se fue, él se permitió llorar, se permitió gritar y maldecir. Pero, luego, se dedicó a sus hijos, al fruto de su amor.

  Para ese entonces, Jareth había pasado años yendo y viniendo, volviendo locos a todas las ramas de su árbol genealógico. ¿Quién iba a levantarle la mano o a contradecir al rey por más que este fuera meramente un niño o un muchacho?

Dulce como un durazno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora