Capítulo 5. Divertimento.

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  La adolescente alcanzó otras dos puertas con extraños llamadores que poseían rostro. Pero, al igual que las falsas alarmas del túnel, se encontraban inanimados.

  —¡Este lugar más que mágico parece sin vida! —Dejó escapar un suspiro. Aunque no supiera por qué, esperaba que algo hecho de metal cobrara vida. ¿No era ilógico? ¿Y por qué estaba tan segura de que debía haber más habitantes además del poderoso, intolerante y seductor Rey Goblin? Eso sí que no tenía ningún sentido.

  Estudió las dos puertas. El llamador de una, tenía el aro en las orejas, el otro, en la boca. Eso sí que no tenía sentido. ¿Pero, qué podía esperarse teniendo a "ese" por rey? Suerte que usaba las botas en los pies y los guantes en las manos y no al revés. Igual, no era muy normal. Pensó mientras decidía a dónde ir. Se apartó unos pasos para ver que, detrás de la pared, había una arboleda. ¡Quizás, eran los jardines del castillo! Sonrió acariciando la idea. Si eran, por cierto que sería un buen atajo. Hizo ademán de empujar la puerta con el llamador sordo, mas no lo consiguió.

  —Veamos... Son puertas, están cerradas y todo lo que hay son dos horribles llamadores... Mh... —Frunció sus labios pensando en si sus conclusiones eran correctas—. ¡De acuerdo! ¿Qué pierdo con intentar? —Su mano se adelantó al mismo llamador que antes, pero, algo, muy dentro de ella, le recomendó el otro. No sabía explicar el por qué, sólo... era como si, en algún momento, alguna vez, ya lo hubiere hecho así. Tras golpear el aro, la puerta se abrió dejándole ver un fantástico bosque, lleno de brillos por donde se mirase y una leve neblina que lo hacía verse algo amenazador... La puerta se cerró tras ella.

  Sarah avanzó lentamente por el bosque, tal parecía que ni siquiera los pájaros se dejaban oír. Estaba sola, sin embargo, se sentía vigilada...

  —Mira, pequeño Jareth... —le hablaba al bebé en sus brazos, en tanto, en una de sus manos sostenía al cristal con la imagen de su hermana—. ¿Sabes quién es? —Toby sonrió y aplaudió contento—. Claro que sí. Ella está segura de que llegará a tiempo. ¿Tú qué opinas, eh? Por supuesto que no se lo permitiré. No esta vez —Sarah había llegado a las dos puertas con llamadores—. Ella te trata mejor desde la otra vez, ¿cierto? Veremos qué más aprende en este nuevo desafío.

  Sarah atravesó el bosque sin ningún problema a la vista, salvo por el largo recorrido y el cansancio que comenzaba a sentir en sus piernas. Se arrepintió de no haber aceptado aquel té con pastelitos que Jareth le había ofrecido. ¡Pero, era una locura tomar el té allí, encerrados! Siguió camino y, luego, se detuvo de golpe.

  —¡Espera un momento! ¡Él...! ¡Oh, cielos, cómo lo odio! —Se desquitó con un árbol—. ¡Todo el tiempo podría habernos sacado de allí, al igual que en el pasadizo! ¡Rey Goblin, te juro que me las vas a pagar! ¡Odioso engreído! —A lo lejos, se oyó una masculina risa traída por el viento.

  El sol había comenzado a avecinarse al horizonte. Al fin, a un lado del bosque, había una especie de risco; metros más abajo, una especie de pantano. Desde este, llegaba un horrible olor que casi hizo vomitar a la muchacha. Definitivamente ni loca iba a pasar por allí. Mas, un terrón de tierra se desprendió y ella gritó mientras, desesperada, intentaba sujetarse de algo para evitar la caída. ¡Oh, no! ¡Sería inevitable! ¡No quería morir y, en caso de sobrevivir, no sería grato tener que hacerlo con ese olor!

  —¡Jareth! —fue todo lo que se le ocurrió decir con los ojos cerrados fuertemente cuando daba todo por terminado creyendo que su caída sería inminente. Más, unos fuertes brazos la sujetaron y la hicieron regresar hacia la seguridad del bosque. Sarah no se atrevía a abrir los ojos. "¡Oh, cielos! No puede ser él... Que no sea él..." Pero era. Y tuvo que aceptarlo cuando, al abrir los ojos, se encontró con la sonriente y sobradora presencia de él. El Rey Goblin aún seguía con el mismo atuendo, esta vez,sin su chaqueta.

Dulce como un durazno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora