Capítulo 16. You're no match for me, Sarah. (No puedes enfrentarme, Sarah)

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  Sarah no quería bajar al comedor. En verdad que no deseaba enfrentarlo. Y no hubo modo de convencer a Twig de que si preguntaran por ella dijeran que estaba indispuesta; pues, esta le contestó que ella no iba a mentir a su rey que, por otro lado, sabría de inmediato que se trataba de un engaño y que ella tampoco debería hacerlo. Y con un pesado suspiro se dirigió hacia el comedor.


  Jareth dio los buenos días a su familia ya reunida en la mesa, a excepción de su primo. Aparentemente, ya todos sabían que algo no había ido bien, porque nadie hizo preguntas insinuantes ni bromas al respecto de la cena mantenida con la muchacha mortal. Y no era de extrañar que su querida prima se hubiera encargado de advertir que no lo hicieran.

  —Buenos días, Su Alteza. —Su tío le sonrió con bondad.

  —Buenos días, tío. Lamento llegar tarde. —Erwin rió.

  —Mi muchacho, esta no es mi casa y tú eres el rey. ¿Por qué te disculpas?

  —Bueno, será porque no olvido tus sabios regaños —respondió con gratitud, mientras, se ubicaba en su asiento.

  —Tonterías. Tú siempre tuviste lo necesario para ser lo que eres, Jareth. Un perfecto caballero y un buen hombre y, en conjunto, un respetable monarca.

  —Ojala todos pensaran como tú, tío Erwin —suspiró pesadamente.

  —Dales tiempo. —Erwin lo miró con profundidad y firmeza. Su sobrino dejó escapar otro suspiro.

  —Tiempo tengo de sobra, lo que no sé si tendré la paciencia.

  —¿Después de soportar a mis niños pegándose a tus piernas y seguir aguantando las tonterías de Conrad, todavía no has aprendido a ser paciente? —sonrió.

  —Entonces, supongo que me estoy poniendo viejo —meditó sin sentirse tan divertido. De repente, alguien pasó como un trompo junto a él y se sentó en una de las sillas; todas las miradas puestas en el intruso.

  —¡Lo siento! —se excusó un despeinado Conrad por la carrera, con una sonrisa satisfecha—. ¡Casi caigo por las escaleras! ¡Uh...! —Jareth frunció los labios ahogando una sonrisa. Erwin observó a su hijo por debajo de sus pestañas.

  —Conrad, a veces, me pregunto cuándo vas a comportarte como un adulto —comentó con una voz reprobable.

  —¿Para qué? —cuestionó como si no fuera necesario.

  —¿Quizás, porque ya lo eres? —indagó irónico.

  —¡Oh, por eso! Lo pensaré —continuaba con despreocupado tono. Erwin suspiró rendido.

  —Tú no eras para nada así, ni lo eres —se dirigió al soberano—. Y luego, dice que sigue tus pasos. ¿Por qué no lo hará en verdad?

  —Quizás, es mejor así, tío. Por lo menos, no tendrá mis problemas —comentó mientras su primo comenzaba a disfrutar de su desayuno.

  En eso, Sarah ingresó a la estancia por una de las puertas y se quedó tiesa cuando él posó su hostil mirada en ella. Seguidamente la ignoró volviendo a su desayuno.

  —Llegas tarde, "querida" —la increpó.

  —Pues... me quedé dormida —Se excusó yendo hacia la mesa, mostrándose altiva. La seda de su vestido celeste se bamboleaba junto con sus arrogantes pasos.

  —Esa no es una excusa.

  —No es una excusa —se defendió—. Es la verdad. — Se ubicó junto a él.

Dulce como un durazno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora