Capítulo 7. La cena en el Ballroom.

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  El Rey Goblin se detuvo frente a la entrada del Ballroom, aguardando a que los anunciaran. Observó de reojo a su compañera, la cual parecía estar controlando su rabia. Sus ojos se posaron en el agitado pecho que subía y bajaba con cada inhalación y exhalación que hacía. Tendría que vigilarla de cerca por si se le daba por arrojar una silla contra las paredes como la otra vez. Sonrió para sí.

  —No olvides sonreír, mi Sarah. Hay muchas que quisieran estar en tu lugar. —Sus ojos lo vieron con fuego. ¡Oh, sí! ¡Lo odiaba con cada fibra de su ser!

  —¡Atención; hace su entrada Su Graciosísima Majestad, Jareth, Rey de los Goblins, y Lady Sarah! —El Ballroom, esta vez, lleno de invitados, se mantuvo en silencio, en tanto, los portones se abrían dejando paso a la pareja. Los invitados se arquearon en respeto a su soberano.

  Sarah observó que, si bien había algunos que otros de la misma raza que el rey, en su mayoría eran criaturas como las que describía aquel libro rojo. Y, de hecho, había unas que... se le hacían conocidas. ¡Ya recordó! ¡Las que vio en aquellas imágenes! ¡Los que la ayudaron con la puerta aquella vez! Aunque no recordara todo de aquella vez. Suspiró agobiada. ¿Por qué no recordaba? Ellos, a su vez, parecían querer decirle algo con sus miradas; parecían desesperados por comunicarle algo, pero, algo se los impedía. Incluso, parecía que nadie tenía permiso para aproximarse a ella. ¿O tan sólo sería porque él estaba a su lado?

  Jareth la llevó hasta una larga mesa, corrió una silla para que ella se sentara a su lado. Él se ubicó en la cabecera e indicó a un criado que podían comenzar a servir. Pronto, los criados trajeron diferentes platillos. Algunos, que podían ser reconocidos por la muchacha, otros, que la hacían hasta dudar si, alguna vez, los probaría. Comida de goblins; ella pensó. Por las dudas, mejor no preguntar.

  —¿Su Majestad, es verdad lo que hemos oído? —cuestionó un fey mayor que Jareth sentado frente a Sarah.

  —Depende de lo que hayan oído. —Sonrió este como si estuviera haciendo una advertencia.

  —¡Oh! Seguro —bajó la voz a un tono más confidencial, captando la sugestión—. No queremos arruinar la sorpresa —rió cómplice, con suavidad y volvió a hablar con normalidad—. Me refiero al... festejo más grande, después de este —escogió muy cuidadosamente las palabras.

  —Sí; es cierto. —Sonrió espiando a Sarah, la cual examinaba con cierta aprehensión el platillo que le habían servido.

  —Me alegro mucho por usted, Su Alteza.

  —Gracias, tío.

  —No sabe tan mal como se ve. —Sarah oyó una voz junto a ella. Observó hacia su otro lado y se encontró con otro fey. ¡Genial! ¡¿Que, al menos, no podían sentarla junto a alguna criatura que no fuera más... fastidiosa y jactanciosa que esta raza?! El sujeto era joven, podía decirse que casi un adulto. Sus ojos eran parecidos a los del rey, pero, de color gris. Su cabello, era de un rubio más oscuro que el de Jareth, aunque igual de lacio, también con un corte desparejo, sólo que no era aireado y caía suavemente sobre sus facciones sin llegar a alcanzar sus hombros.

  —¿Y... qué se supone que es? —cuestionó aún con su mal humor rondando su persona.

  —Bueno... —aclaró incómodo su garganta—. Es como... una pequeña bestiecita que hay en tu mundo, creo.

  —¿Y... qué "bestiecita" hay en mi mundo que no puedes nombrar?

  —Buenoo... —"¡Diablos! ¡Debí mantener mi boca cerrada! ¡Él sin duda me matará!"—. ¿En tu mundo... —volvió a hacer ruido con su garganta— hay un personaje muy simpático que... Bien, tiene unas enormes orejas y... se junta con otros animales, creo. Hasta tiene un castillo con distintas princesas o algo así. Sólo lo sé por lo que he oído. Yo nunca he viajado a tu mundo.

Dulce como un durazno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora