Capítulo 11. ¿Tregua?

1.5K 110 9
                                    


  Por la mañana, Sarah se encontraba en la biblioteca, ya que el monarca le había indicado a Twig que la condujera allí y que permaneciera junto a ella, hasta que él pudiera dejar a un lado los asuntos reales. Cuando la joven oyó semejante orden tuvo ganas de protestar, ella prefería ver a su hermano. Y como si él leyera sus pensamientos, hizo aparecer a Toby y a la goblin que lo cuidaba. De inmediato, tomó en brazos al niño y lo besó con cariño. Este le sonrió y se aferró de sus cabellos. Jareth se marchó dando un nuevo comando; que podría tenerlo con ella hasta que fuera la hora del alimento del pequeño. Sarah ni siquiera pudo darle las gracias en vista de que ya se había marchado. Así que Toby, su nana, Twig y Sarah se dirigieron a la biblioteca hasta que llegó la hora de que la goblin se retirara con Toby, quedando la joven con su criada.

  A media mañana, el Rey Goblin hizo su aparición en la misma estancia que Sarah. Estaba sentada con su cabeza inclinada hacia un lado con el cabello cayendo libre hacia un costado, en un confortable sillón, compenetrada en un libro de fantasía y no advirtió el ingreso del soberano. Twig en seguida se inclinó y se retiró ante el movimiento de cabeza que le indicó la salida, junto a una leve sonrisa.

  Jareth se aproximó a Sarah por detrás y espió las páginas. Esa era sobre el amor imposible entre una fairy y un vampiro. En esa parte de la historia, el vampiro se tentó en morder el cuello del hada que, al caer la noche, inocentemente se había quedado dormida junto a una laguna próxima al castillo de la criatura nocturna. Ella parecía vivir cada palabra que su mirada capturaba por como sus ojos cambiaban de tamaño y de expresión. A él le causó gracia. Una cosa era haberla visto actuar en el parque, pero, esto era mucho mejor porque era absolutamente inconsciente.

  Jareth se inclinó hacia la porción de nuca que quedó descubierta y con cuidado la mordió con suavidad. Sarah ahogó un grito y pegó un pequeño brinco asustada; dejando caer el libro al suelo. Jareth no pudo más que reír; en tanto, ella se puso de pie.

  —¡Eres tú! —clamó enfadada—. ¡¿Cómo te atreves, Rey Goblin?! ¡¿Por qué hiciste eso?!

  —¿No te gustan los vampiros? —inquirió jocoso—. Pensé que era lo que deseabas, ya que ni te diste cuenta de mi llegada.

  —¡Claro que no, si te apareces de repente!

  —Sarah, entré por la puerta —él le hizo ver sonriente.

  —¡Pues... no importa! ¡Ya que entraste por ella, ahora, puedes salir y dejarme en paz!

  —Sarah, tenemos que hablar, ¿recuerdas? No podemos postergar nuestra conversación por más tiempo.

  —¡Tú no podrás! —espetó ella—. ¡Yo puedo vivir sin cruzar una maldita palabra contigo por el resto de mi vida! ¡Es más, prefiero pasar mi tiempo en un oubliette antes de seguir soportándote! —Él suspiró agotado. ¿Cómo iban a hablar si ella siempre estaba a la defensiva?

  —¿Sarah, podemos tener una charla civilizada? ¿No te das cuenta que, el suspenderla nos lleva a situaciones tan incómodas como la de esta mañana?

  —¡Pues, eso se arregla fácil, Rey Goblin! ¡No vuelvas a entrar a mi alcoba!

  —No me refería a ese momento; de hecho, ese fue de lo más grato. —Sonrió con picardía.

  —¡Vete al diablo, Su Majestad! ¡En verdad, te odio! ¡¿Sólo te estás vengando de mí porque la primera vez gané, verdad?!

  —No. —La observó a los ojos—. Si bien debo reconocer que me causa... cierto placer la oportunidad de esta pequeña satisfacción. En tu primer viaje, jugaste con mi buena voluntad, Sarah.

Dulce como un durazno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora