Capítulo 3: Al rescate de Toby, otra vez.

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  Sarah no podía creer que la cuna estuviera vacía y que todos esas... "cosas" anduvieran deslizándose como si nada. ¡¿Qué había sucedido?!

  La ventana se abrió de repente dejando que la alcoba se impregnara de un cautivante aroma a durazno, cedro y pino, en tanto, un hermoso y magnífico búho se posó en ella. ¿Debería encontrarlo como un hecho extraño; ¿o no? Y aún más cuando ese mismo búho se transformó en un hombre completamente ataviado de negro, salvo por el brillo azul que emanaba del interior de su capa y pequeños destellos que parecían esparcirse de su persona; su salvaje cabello era como la misma luz resplandeciendo en medio de la oscuridad ocasionada por las negras nubes allá afuera. Sarah ahogó un grito de exclamación. ¿Lo conocía?

  —¡Tú... eres...! —la muchacha pronunció con dificultad ante la rencorosa y encendida mirada del sujeto—. ¡¿El Rey Goblin?! —Ella tenía la misma mirada que la otra vez, en que él había acudido a su llamado; una mezcla de asombro, de adoración y de temor.

  —¿Qué; son tantas las aves que se posan en tu ventana y se convierten en hombres que ya ni recuerdas?

  —¿Recordar? —indagó confundida. Mas, Jareth no le dio tiempo a reaccionar y se aproximó a ella amenazante, con las manos sobre las caderas.

  —Dime, Sarah. —Ella sintió un escalofrío en su columna. En sus labios su nombre sonaba diferente en comparación a cualquiera que la hubiere nombrado en esta vida—. ¿Por qué?

  —¿Por qué? —cuestionó sin entender qué le reclamaba y sintiendo el interesante aroma más fuerte que antes.

  —¿Para qué me llamaste? —habló seco.

  —Yo... No quise.

  —¿Oh, de nuevo? —hizo una sonrisa burlona—. Entonces, eres más tonta de lo que creí. —Ella lo observó anonadada. ¡¿Le había dicho tonta?! ¡¿Recién la conocía y le había dicho tonta?!

  —¡No sabía! ¡¿Cómo iba a saber que existías?! —"Golpe bajo", pensó él. "O sea que, me pensó muerto; exterminado; totalmente acabado". Su mirada se ensombreció y, luego, se endureció.

  —¿No sabías? —su voz era irónica y peligrosa—. En serio, Sarah. ¿Acaso, pensaste que alguien como yo iba a ser totalmente aniquilado por una "pequeña, voluble y mortal chiquilla" como tú?

  Sarah lo miró asombrada. ¿De qué hablaba? ¿Y si se trataba de un loco? No; se había transformado ante sus ojos. ¿Un fey loco, quizás?

  —¿Voluble?

  —¿Pues, no se le dice así a quienes se quejan por algo y, una vez que lo tienen al alcance de la mano, lo rechazan? ¿O tal vez sea más adecuado decir... "caprichosa"? —siseó.

  —¡No sé de qué me hablas! —Sarah se enfadó y lo enfrentó. ¡¿Cómo se atrevía a decirle esas cosas tan horribles?!—. ¡¿Tú tienes a mi hermano, cierto?!

  —Sí. Y, esta vez, se quedará conmigo. En otras palabras, será mío. —Le sonrió con desparpajo.

  —¿Esta vez? —cuestionó aturdida—. ¿Por qué... hablas como si ya nos conociéramos? —Jareth se sorprendió y estudió sus verdes ojos con profundidad. ¿Acaso... ella no lo recordaba?

  —¿Sarah —otra vez, ella sintió esa sensación en su espalda—, sabes quién soy, cierto?

  —Sí; el Rey Goblin.

  —¿Y... —hizo una cuidadosa pausa antes de elegir las palabras que iba a pronunciar— recuerdas lo que sucedió anoche, no?

  —¿Lo que sucedió anoche? —Lo observó anonadada y con un poco de espanto. Y aquel pensamiento hizo encender sus mejillas. ¡No; ella tenía sus ropas puestas! Jareth sólo pudo reír al descubrir el leve sonrojo en su rostro. Pues, por no haber siquiera pasado un día entero desde su último encuentro, sí que había madurado bastante; pensó con cierto gozo. Eso sólo lo haría más interesante...

Dulce como un durazno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora