Capítulo 7. La cena en el Ballroom.

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  —¿Qué tipo de orejas? —ella se preocupó y Jareth los estudió a ambos. ¡Ya tenía que estar su primo hablando de más!

  —¿Primo, estás molestando a mi dama? —El joven pareció asombrarse.

  —¡Nunca! Sabes que te admiro y sigo de cerca tus pasos.

  —Mal camino —ella murmuró y se mordió los labios ante la amonestadora mirada de Jareth. El muchacho a su lado intentó mantenerse sereno y se cubrió la boca con un pañuelo.

  —¿Cosita, tienes algún problema con eso? —La joven lo observó molesta. ¡¿Cómo se atrevía a llamarla de esa forma delante de sus parientes e invitados?!

  —Mi nombre es Sarah —espetó con odio.

  —Tu nombre es Sarah, sí. Pero, yo te llamo como se me da la gana, mi chiquitita. —Le sonrió con superioridad, tan sólo por fastidiarla. Sarah no le quitaba los ojos de encima, si fueran dagas, ya las tendría en su cuerpo. Él la ignoró y llamó a uno de los criados con un gesto de su mano—. Cambia el plato de la dama; este... refinado platillo no es de su agrado. —Ella advirtió algo de diversión en su voz. Y se lo confirmó el "¡Mph...!" que ahogó con una mano, su tonto primo a su lado.

  —Sí, Su Majestad. —El goblin hizo una reverencia y retiró el plato de Sarah—. Con su permiso, Milady. —Y, de inmediato, regresó con otro plato que a ella le pareció de mejor aspecto.

  —Espero que este te guste, querida mía. —La miró con malicia—. E ignora los comentarios de mi primo. Él es demasiado joven, como verás, y suele... hablar cuando "debería" estar disfrutando de "sus" alimentos. —Se dirigió a este que elevó sus cejas con picardía.

  —¡Primo! Eso sonó a como si yo quisiera hacerme de tu presa. Puedes acusarme de cualquier cosa, menos, de algo así.

  —Lo sé. —Lo miró con fijeza—. Pero, debes alimentarte bien si deseas ser fuerte; así que, procura mantenerte con la boca llena. —Le sonrió con desparpajo.

  —Sí, Su Alteza. —Trató con toda su fuerzas mostrarse serio—. Procuraré hacerlo. —A Conrad, volvió a escapársele una sonrisa de sus labios.

  —¿Esto es pollo? —Sarah intentó informarse por uno de los criados.

  —Sí, Milady. Con algunas verduras. ¿Desea usted más vino?

  —¡¿Vino?! —cuestionó asombrada. Estaba tan enfadada que ni siquiera se había percatado de lo que tenía frente a sí. Conrad se mordió los labios forzándose a mantener su lengua bien quietita antes de que se le escapara algún comentario que, su primo, el rey, desaprobaría.

  —¿Algún otro... problema, querida mía? —cuestionó Jareth.

  —¡Yo no bebo vino! ¡Soy menor! —Esta vez, Conrad no pudo con su genio y su risa brotó de sus labios.

  —¡Lo siento! —se excusó de inmediato, cuando tanto Sarah como el monarca lo fulminaron—. Yo... recordé un chiste que me contó... ¡Gontran! —acusó al hombre junto a su padre, frente a sí. Este, que tenía más aspecto de guerrero que de noble en comparación a los otros tres que rodeaban a Sarah, lo observó confundido y con el cejo fruncido.

  —¡Yo nunca cuento chistes, Conrad! ¡Ese más bien eres tú y nunca le encontré la gracia!

  —Cariño —su esposa a su lado, en apariencia apenas un par de años mayor que Sarah, le llamó la atención obligándolo a verla con una mano en la barbilla—, deja a mi pobre hermano en paz. Sólo... ignóralo —dijo como si tal cosa. Su hermano abrió sus ojos azorado. ¡Ni siquiera lo respetaba por ser el mayor! Bueno, aunque fuera por muy poco...

Dulce como un durazno.Where stories live. Discover now