Capítulo Treinta y cinco.

12 0 0
                                    

Chiara Harrison.

Después de haberlo pensado durante días ya había llegado el momento de ponerle fin al miedo que sentía y hablar con mi hermano.
Liam escuchaba con atención cada palabra que yo decía, y me miraba con mucha cautela. Aun así, en sus ojos reflejaban la angustia y la tristeza acompañada de la desesperación al oír mi historia. Al final me abrazo fuerte por casi media hora sin exagerar, y me pedía perdón cada cinco minutos.
Eso era lo que necesitaba de él. ¿Por qué que sería del diálogo si no sabemos comprender? Además de la comunicación, siempre tiene que haber comprensión. Si no hay ambas cosas, las palabras son soltadas en el aire en vano. Pero obtuve todo de Liam, todo lo que quería, y lo que necesitaba de mi hermano mayor.
Más tarde hablamos sobre el como y cuando le diríamos a mi padre, y dejó que yo decidiera cuando porque era mi historia, y que por lo tanto solamente yo podía decidir sobre que hacer y que no. Obviamente contarle a papá no era una opción, era una obligación que sentía, porque pese a que estaba muy enfadada con él, necesitaba decírselo todo, solo que necesitaba más tiempo para procesarlo, no podía negar que estaba siendo muy difícil para mí.

Mi hermano se había ido al departamento de Morgan, seguramente tendrían esas reuniones que siempre solian tener, y me alegraba saber que él y Thomas se habían amigado de nuevo, porque si no lo hacían iba a sentirme muy culpable el resto de mis días.

Y por mi parte pensaba en pasar la noche disfrutando de mi soledad, tomando el helado que Liam al final si me había comprado, comiendo pizza y escuchando la playlist de Olivia Rodrigo que tanto me gustaba.
Para mi, eso era sentir que vivía, y que aun que las cosas fuesen para morirse a veces, era feliz con pequeñas cosas.

Creo firmemente que ese es el secreto para una buena vida; amar las cosas pequeñas y simples, porque sin buscarlo y sin saberlo a veces, allí se encuentra la paz que tanto necesitamos.

Pero al recostarme en el sofá con el pote del helado, vi de repente un kilo que tenía ganas de compartir. Llamé a Alexander, ya sabía que Susan estaría ocupada.

— ¿Puedes venir a mi departamento? Tengo helado. — Le dije amablemente.

Después de Susan, él era la única persona en la que podía confiar. Se había ganado mi confianza de la manera más linda; con mucha paciencia y cariño. Y eso sucedió cada mañana en la que salíamos a correr, claro.
También intenté unirme más al grupo que mi amiga tenía del otro lado, pero no pude. ¿Les ha pasado que no pueden encajar en ciertos lugares? Bueno, después de haberme frustrado por ello, Susan me comentó entre lágrimas como se enteró que ellos hablaban mal a sus espaldas de su persona y lo mal que se sentía.
Así que al final cambie de parecer. Que lindo se sentía a veces no poder encajar con ciertas personas, en ciertas vidas...

— ¿Compro pizza? — Me leyó la mente. —Ando cerca del Prinsengracht, pasaré por una pizzería, ¿de que te gustaría?

—Cualquiera que tu quieras, a mi me gustan todas. —dije entre risas.

Más tarde cuando llegó, me ayudó a sacar dos platos y dos vasos, tomé prestada una CocaCola de mi hermano qué pronto se la devolvería.
"Solo si se da cuenta", pensé.

Nos sentamos en el sofá, y optamos por no prender la televisión, solo seguimos reproduciendo la playlist de Olivia, a él no le molestaba.

Reía demasiado al escuchar sus anécdotas, a Alexander siempre le sucedía algo horrible cada que salía a correr solo. O se caía, o se largaba la lluvia, u alguna otra cosa por el estilo.
Él era bastante alegre y simpático. Me gustaba verlo sonreír, y su acento brasileño lograba que me estremeciera.

— ¿Te apetece seguir corriendo o prefieres venir a un gimnasio conmigo? —preguntó llevándose un trozo grande de pizza a la boca.

— ¿Piensas abandonarme? — Le pregunté indignada.

—Es que me anoté en uno que esta a la vuelta de mi casa, puedo pasar por ti y nos vamos juntos.

— ¿Ya no quieres correr?

—Me gusta, pero quiero seguir tonificando.

—Vale...

—No te enojes.

—No me he enojado.

—Claro que si.

—Me gustaría ir, pero no creo que tenga el tiempo suficiente.

—Podemos ir en la mañana, a la misma hora en la que salíamos a correr.

—Lo pensaré.

—Deberías animarte.

—Tal vez...

Masticamos en silencio, uno que no era incómodo. Nos miramos fijamente al mismo tiempo y nos sonreímos. No quería que él sintiera que me molestaba que quisiera hacer sus cosas, yo no tenía ningún derecho.

—No quiero hacerte sentir mal. — Le dije. —Hablemos de otra cosa. 

—Hmmm, ¿y tu hermano?

—En casa de su amigo.

— ¿De Thomas?

— ¿Lo conoces? —pregunté con el corazón en la boca.

—Personalmente no, y no se si quisiera acercarme a él. — Sonó tan sincero que me asusto sus palabras.

Fruncí el ceño y deje a un lado la porción de pizza que tenia en la mano.

— ¿Por qué lo dices? —pregunté temerosa.

—Todos saben quien es Thomas Morgan, ¿en que mundo vives? — Me miró y comprendió que realmente no entendía de que me hablaba. —Él es un poquito... como decirlo... Siempre lo ven con diferentes chicas en cada fiesta que va.

Parpadee rápido ante lo que escuchaba.

— ¿Qué? Siempre ha sido así, le gusta divertirse con chicas, pero pensé... pensé que estaba con Georgia.

— ¿Georgia? No te fíes de ella tampoco, es una perra. —dijo y lo miré aun más asombrada y me reí a carcajadas. —De verdad, después no digas que no te lo advertí.

—Cuéntame más.

—Georgia ha hecho eso con mil chicos. Coger con ellos y luego tratarlos como novios, e incluso la muy descarada hace dramas con todos, cuando no tendría porque hacerlo. — Se encogió de hombros y bebió gaseosa. —En una fiesta, el año pasado, ella intento lanzarse encima de mi y me besó.

Mis ojos buscaron los de él y no se los saque en ningun momento. El nivel de dopamina que me daba enterarme de tantas cosas por lo chismosa que era, era increíble.

— ¿Que mierda? Osea que tu y ella...

—Oh... no. — Titubeo unos segundos y luego me miró serio. —No sé si alguna vez te lo había dicho, pero soy Bisexual. Y... soy bastante selectivo con las mujeres.

Me cerraban muchas cosas de repente con su revelación, pero traté de mantenerme tranquila y serena, no quería incomodarlo, porque si me estaba confesando algo tan intimo para él, quería respetarlo todo.

—Osea que... no tienes erecciones con cualquier chica, ¿verdad?

—Así es. Existen algunas mujeres, que en realidad son pocas, pero que me han puesto una mano en la pierna y se me ha parado como la puta madre. Pero existen mujeres como Georgia, que son guapas, pero que ni viéndolas desnuda se me pararía. Que se yo, es algo que solo sucede. No puedo comprenderlo.

—Y tampoco tienes que hacerlo, Alex. No trates de entender tu naturaleza solo porque quizas a otras personas puedan molestarle. — Lo tomé de la mano para hacerle entender que a mi no me importaban esas cosas. —Estoy segura de que Georgia se molestó.

— ¡Por supuesto! Imaginate, creo que nunca nadie la había rechazado tanto como yo.

—Si lo imagino no podré dejar de reír. — Admití.

— ¿Tomamos helado? —preguntó.

—Claro, voy por él.

—Nunca te he preguntado Chiara, pero... ¿a ti te gusta alguien?

—Emm...

Cuando dejamos de sentir miedo.Where stories live. Discover now