Capítulo Uno

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Chiara Harrison.

No hacía muchos días que había llegado al departamento de mi hermano mayor, Liam. Mi padre pagaba el alquiler para que él y yo pudiéramos culminar nuestros estudios universitarios en un lugar muy lejano a nuestras dolencias cotidianas desde que todo se descarriló como normalmente la vida suele sorprenderte de mala manera.

Liam llegó a amsterdam hace dos años para estudiar en la universidad libre. Al principio pensé que estaba volviéndose loco por querer dejar nuestra ciudad natal e irse hasta los paises bajos, lo veía como un capricho, porque sabía que la mayoría de sus amigos, los más cercanos, habían planeado vivir ahí. Hasta que por su culpa no tuve otra opción más que la de seguir sus pasos. Mi padre decía que era exponerme al peligro si me consentía con el deseo que yo tenía. Así que lo único que hice fue hacerle caso y hacer el papelerío correspondiente para ponerme a estudiar derechos.

Y desde que había llegado a esa hermosa ciudad sacada de las películas románticas, me dediqué a acomodar mis cosas. Tenía una habitación al lado de la de mi hermano, en donde yacía el silencio y la oscuridad desde que él comenzó a hospedarse.

Nuestro padre se fue después de la hora del almuerzo, siempre fue un hombre bastante trabajador, solo que la cosa empeoró después del fallecimiento de mi madre. Fue cuando noté las ganas que él tenía de abandonar todo lo que estuviera en Washington, porque le recordaba la corta vida que tuvo con ella.

Y yo no tenía muchas opciones para realizar en el día, o al menos hasta que fuera la hora de ir a mi primer clase. Para mi suerte Liam y yo entrabamos al mismo horario, solo que él estaba en la carrera de Negocios y Administración.

Estaba acostada en mi nueva cama mientras olía el aroma a sábanas nuevas que había. Mi cuarto no era muy grande, pero por lo menos cabía mi armario, mi escritorio y mi espejo. Estaban algo apretados y no me importaba mientras estuvieran ahí.

— ¿Estas lista?

Escuché a mi hermano preguntar asomándose por la puerta y sin quitar su sonrisa burlona y amable a la vez.

—No. —dije con la voz temblorosa porque la realidad era que estaba muerta de miedo.

—Tranquila, Chiara. Ya verás que vas a terminar enamorada de todo lo que esta tierra puede ofrecerte. — Me respondió sin apartar su mirada.

Se dio la vuelta y oí como se alejaba rápidamente así que sabía que debía seguirle el paso. Porque a pesar de lo rebelde que solía ser mi hermano desde pequeño, era una persona bastante responsable cuando se trataba de estudios. Mi madre solía regañarlo cada que podía, porque antes de aquello, él no hacía caso en nada, le importaba poco las cosas, y no se detenía a pensar aun que sea por un pequeño minuto por su futuro. Cuando ella se fue, Liam centró sus pies en la tierra y dejo a un lado todo lo que había sido su vida hasta ese instante. Él dice que fue un cambio positivo, pero que le hubiese encantado haber reaccionado de esa manera tiempo atrás.

Ambos sufrimos demasiado durante años. Nuestra mamá era bastante cercana a nosotros. Con ella podíamos hablar de cualquier cosa que se nos ocurriese sin tener que sentir pena por el simple hecho de caer en la cuenta de que era nuestra madre. No juzgaba, y siempre nos regalaba palabras sabias.

Yo amaba escuchar sus historias de vida antes de ir a dormir. Recuerdo que no la dejaba en paz cuando llegaba la hora porque me la pasaba pidiéndole que por favor me contara algo más; de su niñez, o adolescencia tal vez. En ese entonces estaba bastante ansiosa por querer ser una adolescente y vivir experiencias iguales a las de ella. Pero me decepcioné cuando esa parte llegó. También porque no contaba con su partida y el hueco que dejaría en mi alma desde ese entonces.

Mientras que a Liam lo acompañaba cada vez que le urgía hacer alguna travesura. Por eso es que después de su fallecimiento, los dos optamos por encerrarnos en nuestras propias burbujas, y si soy honesta ni siquiera me di cuenta de como es que llegamos vivos a los diecinueve y veinte años. Pero lo hicimos, y era lo importante.

Por eso me gustaba ver a mi hermano mayor tan decidido y determinante con todo lo que lo rodeaba en una vida que para mi aun era desconocida.

Cuando logré bajar todas las escaleras, me subí al auto que él manejaba y me senté a su lado. Me mantuve en silencio y seria durante todo el viaje hasta la universidad. De echo, no habíamos hablado tanto desde mi llegada, y no es por nada personal porque entre nosotros nos amabamos y eso era algo que no hacía falta repetir cada tanto, pero supongo que solo estaba dándome mi espacio. El que siempre me gusto tener cada vez que trato de procesar las cosas que están sucediendo en mi vida.

El paisaje era magnifico. La arquitectura de los edificios era lo que más llamaba mi atención, y ni hablar del olor a pan recién horneado cada que pasábamos cerca de alguna panadería o cafetería. Fue tanta la tentación que tuve que rogarle que por favor parase en alguna que el conociera y poder comprarme un café y alguna medialuna. Hasta que lo convencí y tuve que bajarme del carro y volver a las corridas porque si no llegaría tarde a mi primer día. Además tengo que admitir que la ansiedad de no querer perderme nada me consumía, y eso le estaba ganando al miedo, por suerte.

—Listo señorita, estamos en nuestro destino.

Miré con cierto pánico a Liam pero noté sus ojos y su sonrisa tratando de darme consuelo sin emitir ni una sola palabra. Eso me reconfortó un poco asi que inspiré hondo y salí firmé de adentro.

Me detuve en seco al observar lo enorme que era todo, y la cantidad inimaginable de personas que habían allí, que ocupaban cada espacio que existía en el lugar.

—Chiara... — Escuché a mi hermano agátas por el bullicio que había. —Iré a la cafetería de esta manzana a encontrarme con mis amigos, ¿vienes o...

—Prefiero aventurarme. — Lo interrumpí cuando apenas supe que se iba con ellos.

Él solo asintió dudando y se retiró. El problema vino cuando me vi sola en ese espacio, tenía ganas de decirle que me había arrepentido y que me llevará consigo a donde sea porque no conocía a nadie, por era cierto. Solo que tampoco quería ir hacía donde él en realidad. Y todo tenía que ver con la presencia de alguien en particular que mi instinto de mujer me avisaba desde lo lejos que estaba allí. Hice lo que la gran mayoría hace cuando siente algo; ignorarlo. Aun que no me fuese a resultar siempre, ya que el tirón de tripas que sentía era terrible. Y esa sensación repentina de nervios y sudoración ya la conocía, sabía exactamente de donde provenía.

Cuando dejamos de sentir miedo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora