Capítulo Treinta y cuatro.

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Thomas Morgan.

— ¿Tienen una puta idea de como me siento? — Liam lloraba desconsoladamente en la sala de mi departamento. Lucas le tendió un vaso con agua. —Quiero morirme, es lo único que siento.

Miré a mi amigo sin saber que hacer. Chiara le había confesado todo la noche anterior, mientras yo discutía con Georgia sobre dejarlo, a mi mejor amigo le contaban una de las peores cosas que podía haber escuchado en su vida.
Lo entendía, y me sentí un tonto por sentirme mal con cosas que no valían la pena.

—Vale, ¿y como te lo ha dicho? —preguntó Lucas sentándose a su lado.

—Estábamos discutiendo, por lo mismo, yo aún seguía enfadado con ella por haberse escapado de casa y en un ataque de ansiedad me lo gritó... me lo gritó en mi maldita cara. — Se tapó el rostro y hacía el intento de respirar bien. —Soy un desastre, un imbecil, ¿como no pude habérmelo pensado? Porque ahora que miró hacia atrás lo veo todo... ella con miedo, que se yo, siempre existieron señales y jamás las vi.

—No tienes que echarte la culpa, Liam. —dije apenas. —Sucedió, ella ni tú tienen que sentirse culpables por algo así... quiero decir, no sabían que pasaría, y tampoco se lo imaginaron. Solo pasó, y pese a los miles de traumas que ella debe sanar ahora, lo mejor que puedes hacer es estar a su lado y demostrarle que la amas y que no importa lo demás, que la ayudarás y que la apoyarás siempre. — Respiré con dificultad. Sentía las ganas de ir a buscarla porque me preguntaba que estaría sintiendo en ese preciso momento.

—Yo... tengo ganas de ir hasta Washington y romperte la cabeza a esa persona que ni siquiera me apetece nombrar. Lo odio, es hipócrita. — Se acostó en el espaldar del sofá. —Que asco de tipo.

—Ok. Entonces vamos todos hasta allí y le rompemos la cabeza.

Liam sonrió cansado ante las palabras de Lucas y lo noté disociando.

—Aún no he hablado con mi padre, y honestamente, no tengo idea de como mierda hacerlo. Siento que va a cerrarse a la idea de que algo así sucedió. Imagínense, también lo ha visto crecer, será algo sumamente duro.

— ¿Que piensa Chiara sobre eso? —pregunté.

—Hablamos, y coincidimos en que será mejor esperar, y porque quiero que ella se sienta lista para hablar con él, con nuestro padre. Porque lo mejor sería que ella lo enfrentara y lo hablara en primera persona, pero respetare el tiempo que necesite y su espacio. Además, papá sigue recuperándose del accidente...

—Claro, no es el mejor momento.

Asintió y bebió un sorbo de agua.
No le quité la mirada de encima porque estaba sufriendo junto a él aun que no lo hiciera notar.
Su respiración agitada, lo mucho que se le dificultaba hablar, y la tristeza que abundaban sus ojos... conocía eso, a la perfección.

—Está bien si tienes miedo Liam, no es sencillo lidiar con esas cosas. Solo... respira. Joder, nos tienes a nosotros, no te soltaremos, y mucho menos a ella.

Liam me clavó la mirada y se le escapó una lágrima. Noté cierta súplica en ellos.

— ¿Por qué no me lo dijiste?

— ¿He?

—Aquel día en que vine como un patan a sacar a mi hermana de este lugar... te trate como una mierda, y no me di cuenta de que tenía a la mierda justo a mi lado. — Se levantó y se acercó a mi sollozando. —Por favor perdóname... Tú solo estabas ayudando a Chiara y yo... bueno...

—No te preocupes por eso Liam, esos asuntos ya están arreglados.

Saque un paquete de cigarros de la alacena y le pasé uno. Lo prendimos y en silencio lo disfrutamos.
Lucas se había ofrecido para ir a comprar comida. Le dijimos que queriamos lo mismo de siempre; hamburguesas, papas y CocaCola. Me pidió prestado las llaves de mi moto y se marchó.
Creo que habían pasado más de cinco minutos y mi mejor amigo y yo seguiamos sin emitir ni una sola palabra.

— ¿Seguro que ya está arreglado? —preguntó volviendo al tema anterior.

—Joder. Que si.

— ¿Sabes? Creo que en realidad enloqueci porque... cuando Georgia me marcó diciéndome que había visto a Chiara entrar a tu departamento, pensé... eso, que estaban divirtiéndose.

Arrugué mi entrecejo porque con cada palabra que decía me embrollaba más.

—Pensaste que me la estaba follando. — Reí, y quizás, en el fondo esperaba a que realmente hubiera sido así. —Pues no, siempre la he respetado. — Exhalé humo deseando saber en donde se encontraba ella en ese instante.

—No me interesa lo que hagas con ella Thomas. —dijo bruscamente y lo miré sorprendido. —Es mi hermana y tu eres mi mejor amigo, pero es la vida de ustedes dos, y si por azares de la vida llegasen a tener algo así... no me molestaría. Porque no podemos elegir de quien enamorarnos, es algo que simplemente pasa. — Apagó el cigarro y se colocó frente a mi sin parpadear. —Lo que a mi me molestó en realidad fue haberme hecho la maldita cabeza pensando en que estaba pasando algo entre ustedes dos y que no fueran lo suficientemente valientes como para contármelo. Porque si mi hermana y tú llegasen a estar juntos... me gustaría enterarme por boca de ambos y no en algún otro lugar.

Entonces, el tiempo se pausó frente a mis narices. Mi mente estaba tratando de procesar lo impactante que fueron para mi sus palabras tan sinceras, y que jamás me habría imaginado que me soltara.
Sus palabras resonaban en mi cabeza una y otra vez, queriendo encontrar la respuesta adecuada ante eso, porque no quería arruinarlo, no en un momento en el que sabía que Liam estaba vulnerable.
Mi corazón latía con rapidez cada vez que intentaba hacer el esfuerzo de tirar algo.

— ¿Chiara y yo juntos?

—No te hagas el sorprendido, Thomas. — Rodó sus ojos. —Es obvio que mi hermana siempre te ha mirado, no soy tonto.

Viví sensaciones mágicas y extrañas para mí. "Siempre te ha mirado", sonaba tan lindo y saber que él lo había notado me hacía sonreír de alegría inconscientemente.
Yo también la había mirado, siempre lo hice. Y el echo de que alguien me confirmara que ella también lo hacia, era llenador.

— ¿Que ella siempre me ha mirado? —pregunté embobado.

Él sé echo una carcajada sincera y me revolvió el cabello.

—Te miraba con los mismos ojos que cuando miraba al príncipe de la cenicienta. — Cerré mis ojos imaginando eso y me reí con él. —Ella siempre ha estado enamorada del amor, y no sabe mentir, asi que si has pensado en acercarte a ella alguna vez con esas intenciones...

—Liam...

—No la lastimes, por favor. Ya ha sufrido mucho.

— ¿Y por qué me lo dices a mi?

—Por qué sé que muy difícilmente podrá existir alguien que la miré así, como tú la miras a ella.

De repente él oxigeno parecía estar de adorno en el aire porque sentía como no pasaba a mis pulmones. Suspiré lo más profundo que pude, y los nervios comenzaron a llegar a mi, y los tomé, no los ignoré, porque por algo aparecían, por algo estaban allí.

—Tengo miedo. —dije admitiendo. — ¿Y si no funciona?

—Lo que esta destinado a ser... será.

Cuando dejamos de sentir miedo.Where stories live. Discover now