Capitulo Treinta.

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Thomas Morgan.

Había estado evitando a Chiara, porque después de aquella cena me dejó más confundido. ¿Que era lo que esperaba de mi? La refugie en mi departamento después de que ella misma me ignorara por completo, hacia como si no existiera para sus ojos. Quería entender porque se comportaba de esa manera, pero hablando, terminé siendo yo el que adopto esa actitud cabrona.

Quería abrazarla y demostrarle mi apoyo para todo, ¿pero de qué serviría? Tenía miedo de que solo me haya buscado por estar desesperada y sin saber que hacer. Y no la juzgo, porque yo también me sentiría igual en una situación tan extrema como esa.

Estaba molesto, creo.

Volvi a mi casa después del largó día que tuve en la universidad. Me la pase estudiando para dos exámenes que tenía seguido, era un dolor de cabeza pero pensaba en que valdría totalmente la pena para poder irme de vacaciones a Washington. Ya echaba de menos mi hogar.

Me crucé a Georgia, quien me observó detenidamente antes de plantarme un beso en la mejilla.
Hacia días que nos habíamos encontrado casualmente y aprovechamos el pequeño e inesperado momento para charlar, y esta vez lo hicimos pacíficamente. Pude comprenderla, pero seguía sin estar seguro de lo que estaba haciendo, pues mi corazón ya estaba latiendo por alguien más. ¿Pero por qué perder mi tiempo? Si era lo único que jamás podría recuperar, y ella, la chica que me gustaba, no tenía ni una pizca de intención en explicarme que era lo que le estaba pasando.

— ¿Ella sigue aquí? —preguntó vergonzosamente. Ella y yo ya habíamos hablado sobre su mala actitud ante la situación de Chiara.

—Supongo que no... — Abrí la puerta de golpe y en el fondo creo que esperaba encontrármela allí; sentada en el sillón o bebiendo café mientras caminaba de un lugar al otro estudiando. —No. Ya se ha ido. — Le confirme al ver todo vacío y silencioso.

— ¿Nos acostamos? —preguntó ella dirigiéndose a mi habitación.

Solo asentí y caminé detrás de Georgia. Quería estar presente para ella, porque me había prometido a mi mismo que no estaría mal darme una oportunidad, por lo menos de intentar. Tampoco quería lastimarla, pero sentía que no estaba siendo del todo sincero y eso me carcomía la consciencia haciéndome sentir el peor hombre de la historia de la humanidad.

¿Por que, Chiara?, ¿Por qué se te daba tan bien confundirme siempre? Lo quería todo o nada. No me gustaba la idea de un día estar y al siguiente ya no. Para mi era así.

—Acuéstate. — Me ordenó Georgia.

La miré un poco sorprendido pese a que ya ni siquiera debía sorprenderme su actuar.
Le sonreí tímido, casi inseguro, pero le obedecí.

Me acosté y me acomodé la almohada en la cabeza. Volví a sentirme en las nubes cuando pude sentir el olor de Chiara. Y no. No hablo de su perfume en si, si no más bien a un olor de muchas cosas a la vez. Su shampoo, la crema de manos, la loción, su sudor, es simplemente eso, ¿No les ha sucedido que sienten atracción por el olor de alguien en particular? No es uno feo, es... lindo.

Pero volví bruscamente a la realidad tratando de quitármela en la cabeza y haciéndome entender que ya no volvería a tenerla en mi departamento. Que ya no la vería colándose en mi refrigerador, o preparándose una taza de café para terminar sus estudios. En pocas palabras, quería arrancarme la cabeza.

Georgia me sonrió coqueta y apagó la luz, dejando solamente la lampara prendida.
Sé subió encima de mi y se agacho para besarme. Un beso lento y excitante que poco a poco comenzaba a volverse más rápido y brusco. Y de repente, me perdí. Le tomé el trasero con mis manos y ella comenzaba a moverse, a frotarse en mi miembro que ya por supuesto se encontraba duro.
La forma en la que Georgia se movía era algo de otro universo. Me hacía desear metérsela de una sola vez, y las ganas aumentaban cada vez que ella soltaba un gemido.
Se levantó y se quitó el vaquero que traía puesto y me ayudó a quitarme los pantalones. Ambos quedamos en ropa interior y volvimos a lo mismo.
Nos estábamos frotando, y la sentía muy mojada. Ella ya estaba lista.
Me detuve al besarla y la miré para sonreírle así, cerca. Georgia me devolvió el gesto cuando notó que yo me había quedado completamente desnudo y dejó que mi mano bajara por su entrepierna mientras ella volvía a frotarse en mi. Y con mi dedo le quite el hilo que cubría su parte, haciendo que ella gimiese cuando mi dedo la rozó.
Ella no se detuvo nunca, y cuando menos lo habíamos planeado, yo ya estaba dentro de ella. La jale del brazo para abrazarla y ella solo accedió. Y así, en esa posición comencé a embestirla. Entraba y salía con brusquedad, lo hacía rápido y luego bajaba la intensidad para que ella sintiera.
Estaba ahí, justo en ese presente, disfrutando del momento y de ella sin saber que aquella sensación sería tan fugaz, tan momentáneo. Porque sin querer buscarla, sin querer pensarla, Chiara volvió a clavarse justo allí, en mi maldita cabeza.

Volví a darle vueltas al asunto mientras lo hacía, y me enojé conmigo mismo, porque sabía que estaba mal, ¿pero como carajos debía detener eso? Venia así, sin previo aviso, sin tenerme piedad.

Terminé acabando dentro de ella porque ni siquiera me presté atención a mi mismo cuando estaba a punto de hacerlo. Y por suerte, ella y yo ya habíamos quedado en que se tomaría las pastillas en caso de que algo así surgiera.

Georgia se acostó a mi lado y se quedó dormida. Aproveche para sacar mi teléfono y le mandé un mensaje apresurado a Lucas.

"Necesito un respiro", le escribí. Y era la verdad. Quería salir como en los viejos tiempos. Caminar por las calles borracho o fumando cualquier mierda sin tener que preguntarme cosas que quizás eran muy estúpidas. 
Estaba preocupado por mi, por las vacaciones, porque sabía que mi padre estaba enfermo y que yo mismo me estaba obligando y exigiendo en la universidad para ir a verlo, y porque no se lo había contado a nadie. Estaba preocupado porque no quería lastimar a Georgia, y lo estaba haciendo igual, como todo un patán. Y también estaba preocupado por Chiara, porque quería que estuviese a salvo de cualquier hombre que quisiera lastimarla, porque quería volver a compartir con mi mejor amigo, y porque también quería que ambos hablaran de lo sucedido.
Ya me lo habían dicho, que no era un problema mío y que no tenía que meter mi oído ahí, en cosas que en "teoría" no me incumbían. Pero por más esfuerzo que hacía, era en vano. Y tenía miedo de arriesgarme y de poner mi cara para todo eso, pero lo haría igual porque quería que me importara una mierda lo que el resto me decía, al final de cuentas nadie más que yo lo entendería.

Cuando dejamos de sentir miedo.Where stories live. Discover now