Capitulo Treinta y dos.

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Thomas Morgan.

Aquel instante se volvió eterno cuando nuestros labios chocaron, haciendo que una chispa de electricidad se note a mil kilómetros de distancia.
Es que no solamente era el beso, era ella quién lo hacía sentir de otro universo.

Sentí como se apartaba de mi y la sostuve unos segundos más para después sonreírle al final. Fue algo genuino, simplemente salió.

Mi corazón estaba a punto de salir por la garganta de lo rápido y fuerte que latía de los nervios, y el miedo... algo que siempre estaba allí. Tenía muchísimo temor, porque me la pasaba pensando en que ocurriría si me atreviera a, ya saben, a solo ser yo.
Era un cobarde, ya lo había aceptado. Y estaba siendo un puto gilipollas porque mientras besaba a Chiara no había pensado en nada más que en nosotros, que era algo sumamente para morirme porque lo había anhelado demasiado. Pero en cambio, con Georgia la cosa había sido distinta, porque mientras me la follaba, pensaba en alguien más. ¿Que mierda estaba haciendo con mi dignidad?
Me había prometido a mi mismo que pararía toda aquella locura, pero cuando Chiara fue a buscarme a mi departamento y se mostró conmigo de una forma tan peculiar, volví a sentir eso que estaba atorado desde que tengo consciencia de que ella me gustaba, y mucho. Así que me volví chiquito,una vez más tome la estúpida decisión de desviarme del camino para escaparme del asunto y no poner mi maldita cara en frente.
Merecía que Chiara se enojara conmigo, pero también merecía yo que ella me diera una explicación. Porque no sabía que hacer, no tenía ni idea de que camino tomar.

—Lo estoy, Chiara. Estoy loco... por ti.

Dije casi quedándome sin aliento luego de que ella reprochara mis acciones. Pero la verdad, y ya no podía seguir ocultándolo.

Ella se quedó observándome perpleja, y la desesperación se apoderó de mi cuando no obtenía respuestas de su parte.

—Esto... — Inspiró fondo. —Esto no puede ser, Thomas. Este beso jamás sucedió. —dijo con cierta firmeza en su voz, pero sus ojos cristalizados la delataron.

Chiara se volteó y siguió su andar hasta el portón del instituto, donde yacía el repartidor. La contemplé desde adentro mientras ella recibía la comida y le terminaba de pagar. Se despidió de él con una sonrisa amistosa, y yo solo podía mirarle la boca.
Se volvió a pasos cortos y me destrozó el corazón que no me dirigiera la palabra.

— ¿Piensas no hablarme de nuevo?, ¿Volveremos al inicio?

—Quizás siempre debió ser asi. — Respondió.

—Ok. Si. Te he dado un beso, uno jodidamente sexi, y volvería a darte otro ahora mismo porque tengo unas terribles ganas de comerte la boca. — Espeté quedándome en el lugar. — ¿Tienes algún problema con eso?

— ¿Sabes el problema que se nos vendría encima si se enteran de esto? Además, ¿cómo te sentirías tú si alguien que tu quisieras te hace lo que le estas haciendo ahora a Georgia?, ¡Explícame eso, Thomas!

La miré con ternura, ella estaba molesta, y pude distinguir el miedo al que se aferraba en sus ojos. Igual que yo.

— ¿Te preocupa Georgia? — Soné indiferente. —Ella no está enamorada de mi, Chiara. Es una persona que le gusta gustar, y cuando no tiene a su presa mirándola solo a ella, hace esto... —dije recordando lo que Lucas y Liam me habían contado la noche anterior. —La he pasado bien con ella, pero nunca fue en serio. Ni siquiera ella se lo cree, por Dios.

Y tenía razón. Lo mismo que estaba haciendo conmigo, lo había hecho con un compañero de Liam. Seducirlo, decir que no quería nada, y luego, cuando su presa conseguía estar estable consigo mismo y con alguien más, ella atacaba, porque se sentía opacada. Porque necesitaba llamar la atención siendo malintencionada para brillar, porque ella sola, no podía hacerlo. 
Y me aborrecía, por haberle dado lugar en mi vida de que hiciera eso. Quedaba en mi saber cual iba a ser mi próximo movimiento, no iba a permitirme perder lo poco que había construido con Chiara, por darle espacio a alguien que ni siquiera tenía una pizca de amor propio.

Ella me miró confusa, y solo deseaba abrazarla y decirle que todo estaría bien, que no se preocupara.

—No entiendo nada. — Se acercó a mí nuevamente. —Tú me trataste mal primero, y me sentí de la mierda.

Amaba su honestidad, era demasiada, pero la amaba.

— ¿Y tú? Chiara, nos hemos comportado como estúpidos inmaduros los dos. Y venga, comenzaste primero. — Me crucé de brazos. — ¿Quieres que te recuerde quien me evitaba los primeros días?

Ella abrió su boca sorprendida y fingió estar ofendida. Se llevo una mano al corazón y comenzó a dramatizar.

—Tenía mis razones.

— ¿Cuales?

—No quiero hablar sobre ello. —dijo fijando sus ojos en el suelo. —Vamos, que ya nos hemos demorado bastante.

Esta vez le hice caso, no quería que las cosas se empeoraran si no llegábamos a tiempo con la comida de los chicos, y porque en menos de media hora debía volver a mi última clase.
No le dije nada, y deje que ella caminara en silencio mientras yo me desviaba. Intenté ayudarla con el paquete, pero se negó diciéndome que podía ella sola con todo.
Me reí, porque aquello me llevo inevitablemente a cuando éramos unos niños. Cuando Chiara apenas tenía ocho años y por nada en el mundo dejaba que yo la ayudase a trasladar la caja de sus juguetes desde la sala a su habitación. No sabía como lo hacía, pero lo terminaba moviendo igual.

—Hasta que regresan. — Se quejó Lucas.

Liam salió para tomar su hamburguesa y se la llevo a la boca apenas la tocó. Su hermana se reía de él mientras lo llamaba glotón, y yo, sin querer desvié mis ojos hasta donde se encontraba Susan, la mejor amiga de Chiara Harrison, que se hecho, me caía más que bien. Pero en esta ocasión se encontraba observándome fijamente sin sentir pena de saber que lo estaba haciendo. Parpadee devolviéndole la mirada, y no la comprendía, hasta que se movió y me sonrió, entonces supe que ella lo sabía todo, sabía que había sucedido algo entre su amiga y yo, y que ni siquiera había que contárselo. Sentí como mi rostro ardía de la vergüenza y me senté de golpe al lado de mi amigo, dejando a Georgia con Liam al lado.

Estaba ahí, existiendo... pensando en que quizás si habían cosas por las que valía la pena enfrentarse al miedo, y a la vida.

Cuando dejamos de sentir miedo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora