Capítulo Treinta y Uno.

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Chiara Harrison.

Volviendo a la rutina de siempre, me encontraba sentada en el tronco de un árbol que estaba colocado en contra de una pared de ladrillos en frente de la cancha de la universidad.

Susan se había cruzado con mi hermano, quién la invitó a su grupo de siempre. Morgan y Lucas estaban allí, y por supuesto, las abejas reinas. Georgia y una de sus amigas, que parecía ser igual de desabrida que ella.

Al final, Liam me terminó escuchando a las fuerzas en cuanto a Thomas. Le había dicho que no era un momento bueno para mi, y lo mal que me sentía, sin contarle la razón aún, pero algo es algo.
Le dije lo estúpido que me había resultado su actitud de haberse dejado llevar por Georgia, que al parecer, fue el resultado de un ataque de celos e ira. ¿Pero yo que culpa tenía?
Él aceptó que había sido un completo idiota, y se sintió peor cuando le llegó a sus oídos la noticia de que Morgan y Georgia habían sido vistos nuevamente juntos tomados de la mano por las calles de Amsterdam. Así que se disculpó con su mejor amigo... o eso quería creer, porque pensaba que la opción más acertada era que se volvieron a hablar e hicieron borrón y cuenta nueva sin darle la importancia que debían al asunto.

Y si no hubiese sido por la presencia de ellas, creo que me habría sentido igual de cómoda que los días anteriores, cuando Lucas y Thomas me acogieron y me cuidaron, como solían hacerlo cuando yo apenas era una niña pequeña. Y con Georgia y Leah sentadas allí, eran unos hombres totalmente diferentes.
Pero igual estaba allí sentada... sin saber que hacer o que decir. Susan en cambio era más suelta, más extrovertida, no le interesaba lo que aquellas podrían pensar de su locura.

— ¿Quién se ofrece para ir a recibir la comida de Mc Donald's? —preguntó Lucas. —En cinco minutos llega el delibery.

Habíamos pedido hamburguesas con papas. Ya no nos apetecía la comida de la cafetería de la universidad.

Hubo silencio. Ninguno de nosotros quería levantarse.

— ¿Thomas y Chiara? —preguntó Susan y mi corazón colapsó.

Llevaba todo el día evitando cruzar mis ojos con los suyos, o acercarme demasiado. Él lo había estado haciendo conmigo, así que no veía la razón por la que debía buscar lo contrario, era él quien había decidido comportarse así.

— ¿Yo qué? — Me hice la tonta. Sabía que ella tenía otras intenciones.

—Vamos, vamos. —dijo aplaudiendo. —Que si no ve a nadie nuestra comida se irá.

Alce una ceja sin comprender lo que estaba intentando hacer en frente de todos.

—No quiero caminar. —dije.

Sentía la mirada encima, sabía que Morgan me estaba observando descaradamente. ¿Cómo se atrevía después de haberme tratado mal la última vez?

—Te comprare un kilo de helado después. — Me sobornó Liam y no pude ante la tentación.

—Para mi solita. — Afirmé.

—Te lo prometo. — Me entregó su dedo meñique.

Lo entrelace con el mio. —Una pinkipromesa no se rompe nunca. — Lo fulminé con la mirada.

—No lo haré, tranquila. —dijo rodando sus ojos gracioso.

Recibí el dinero de todos y me volteé aun sin mirar a mi supuesto compañero. Caminaba lento detrás de mi, hasta que llegamos a los pasillos de la universidad y me sentí como si me faltase el aire, el camino estaba angosto, y estar ahí con él hacia que cualquier lugar se volviera pequeño. Traté de respirar con tranquilidad y no demostrarle lo nerviosa que estaba.
Me di cuenta de que todo lo que habíamos compartido en su departamento se había esfumado de repente, pero por su estúpida decisión.

Cuando dejamos de sentir miedo.Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin