Chiara Harrison.
Me quedé helada, sin saber que hacer. ¿Debía correr en dirección contraria o quedarme allí y saludar civilizadamente? Solo podía hacerle caso a mi estúpido corazón, que latía lo más rápido que se permitía, y que empeoraba si le prestaba atención a aquella sensación. Ansiedad, ansiedad, ansiedad. Mis manos temblaban y sudaban. Cuando el nudo en la garganta no tardó en aparecer supe que tenía que salir de allí.
Intenté sonreír al ver a Lucas frente a mí que me saludaba alegremente. Él era el otro mejor amigo de mi hermano, y de Morgan, y era latinoamericano. Todavía tenía recuerdos de cuando éramos niños y lo llenábamos de preguntas acerca de como era su país natal. Ahí fue cuando nos contó lo cariñosos y amables que suelen ser las personas de esa región.
—H-h-hola, Lucas. — Pude decir. — ¿Cómo estás?
Mi hermano se acercó a él con una cerveza y se la llevo a la boca antes de volver a hablar.
—Yo, bien. ¿Pero y tú? Pareces asustada, ¿Has visto a un fantasma acaso?
Negué con mi cabeza y traté de ocultar lo que estaba sintiendo soltando una risa, pero no funcionó.
—En serio, Chiara, ¿Qué te sucede? — Se metió Liam.
—Nada. — Respiré ondo. —Estoy cansada, solo es eso.—Ya te acostumbrarás. — Lucas me guiño el ojo y volvió a beber.
—Ve a dormir si quieres, trataremos de no hacer mucho ruido.
—No se preocupen, desde adentro casi no se escucha nada.
Me di la media vuelta y trote hasta mi habitación sin hacer el intento de parar un poco mis largos y rápidos pasos. Abrí la puerta y entré a los tropezones. Me saqué las zapatillas y antes de meterme a la cama me llegó a invadir la curiosidad. Un cosquilleo que me decía que me acercara a la ventana, y no entiendo porqué, si terminó siendo peor. Pero lo hice. Despacio y haciendo a un lado la cortina, deje que mi vista cayera para ver a Thomas Morgan darle cariño a la misma chica pelirroja que estaba con ellos desde el otro día. Ella simplemente llegó, él la abrazo fuerte y le planto un beso, uno en la mejilla, otro en la frente, para acabar sumergido en sus labios.
Y entonces, sentí otra vez, esas mismas ganas de llorar. De revolcarme del dolor y de la incomodidad en mi cama. Sentía un sabor amargo en la boca, y de repente las ganas de vomitar me arrastraron al baño.¿Acaso dos años no fueron suficientes para superar el sentimiento?
BẠN ĐANG ĐỌC
Cuando dejamos de sentir miedo.
Teen FictionEN PROCESO| Chiara Harrison, una chica bastante complicada, que se la ha pasado viviendo a través de sus miedos, dejándose llevar por ellos. Ha vuelto a revivir muchos traumas que tenía guardados en un cajón con llave muy en el fondo de ella misma...