Capítulo Siete.

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                                Chiara Harrison.

Mi vista estaba fija en el suelo, pensaba en todo, planteandome la vida. La mía. El como habían ocurrido las cosas, y el como seguían ocurriendo. Esperaba a Susan, quién me envió un mensaje pidiéndome que la esperara en la entrada de la universidad. Ambas quedamos en que sería buena idea ir horas antes de que nuestras clases comenzaran y tomarnos un café bien cargado  caliente. Ella quería que le hablara sobre lo sucedido del otro día en mi departamento con Liam y su querido amigo, ya que aquella noche la llame casi llorando.

— ¿Estás segura de que quieres quedarte aquí? — Liam no se cansaba de intentar llevarme con él e integrarme a su grupo. —Bien, tu te la pierdes. —dijo al verme asentir, pero lo noté dudoso.

Me encogí de hombros y tragué saliva incómoda. Saqué mi celular de la mochila, y antes de que pudiera entrar al chat de mensajes de mi amiga, la vi acercarse a mi corriendo.

— ¡Hey! Por fin llego. — Respiraba agitada, cansada. —Ahora mismo me cuentas todo, tu cara de estar muriéndote en agonía me preocupa, Chiara. — Se sentó a mi lado y me frotó la espalda.

Sonreí y negué. —Vamos a la cafetería.

Ella me hizo caso, no dijo ni hizo nada, solo me siguió el paso. En el camino estuvimos en repleto silencio, como si nos hubiesen comido la lengua. Pero no. Yo me hallaba absorta en mis pensamientos, tratando de encontrar la manera de contarle en orden todo lo que me había pasado esa misma noche, media hora después de que me despidiera de ella.

En la cafetería encontramos una mesa desocupada cerca de la ventana que daba vista hacía el jardín universitario. Donde las dos pudimos percibir a Liam, Lucas, la chica pelirroja a la que Thomas se comía, él, y otro chico más que no conocía, y que seguro no le presté atención el primer día en que mi hermano nos arrastro con él. 

Tomé asiento después de acomodar mi bandeja con el café y dos croissants que escogí para llenar mi estómago.

—Si tu plan es disimular que estás muerta por Thomas Morgan, déjame decirte que no está funcionando. 

— ¿Pero que dices?, ¿Yo muerta por él? — Mostré indignación.

—Dios mío, Chiara. — Rodó sus ojos. —Él te encanta. Nunca dejo de hacerlo.

Vacilé sin quitarle los ojos de encima a Morgan desde el otro lado de la ventana. Dejé de hacerlo cuando la pelirroja comenzó a acercarse sin límites a él. Lo rodeó por el cuello y se sentó en su regazo. Ella parecía quererlo, porque cada acción lo hacía con suma delicadeza.

—Estaba... y ahora, no debería. — Me puse recta y justé mis manos, estaba nerviosa.

Comencé a narrar con todo tipo de detalles lo que había sucedido. Susan me escuchaba con mucha atención, y abrió sus ojos en grande, sorprendida, cuando llegué al momento en el que Thomas Morgan me sujetó sutilmente del suéter y me habló por mi nombre, para finalmente decidir él sobre lo que yo haría después, y que me delató frente a mi hermano. Que fue un completo imbécil, como siempre. Aún así volví a sentir cosquilleos en mi cuerpo cuando escuché su voz, ronca pero suave cuando dijo mi nombre.

—Guauuuu. — Apoyó su mentón en una de sus manos para seguir. —Cualquier persona estaría confundida si se encuentra en una situación así, en donde te tratan de esa manera. ¡Carajo!, ¿era necesario hablarte como si nada hubiese ocurrido hace dos años? Entiendo si lo que sientes es enojo porque yo estoy a punto de explotar, y ni siquiera me ha pasado a mi. 

Ambas nos miramos y nos echamos a reír. Fuerte. De esas risas que te hacen doler el vientre por no poder dejar de hacerlo. No nos importó nada ahí dentro, solo éramos Susan, yo y nuestras historias de fracasadas en el amor.

—Bueno, es un tonto.

—Hay cosas que nunca cambian.

—Pero que deseas mucho que si lo hicieran...

— ¡No apliques psicología conmigo!

—Tienes razón, no lo volveré a hacer. Igual debes admitir que tengo razón.

—Hmm, lo unico que deseo es no verle la cara a nadie más, y deshacerme de vez en cuando de mi hermano. Es insoportable cuando empieza a invitar a ir con él, no entiende que no quiero estar en su grupo.

—Bueno, entonces no me dirás que no a salir a un boliche el fin de semana, ¿Verdad?

Tragué fuerte y me quedé nuevamente congelada. Parecía una experta en el juego de inmovilizarme, como si el tiempo se parara. Me volví hacía ella y opté por decirle la verdad.

—Jamás he ido a un boliche.

Lo cierto es que estaba temerosa a que me rechazaran por no ser como el resto o por no haber hecho las mismas cosas que todos. En la secundaria se burlaban de mi por ello, porque no entraba en el típico estereotipo de adolescente, y estaba segura de que mucho menos lo era en la etapa de ser jóven adulta y encima "universitaria".

—Pfff, eso es lo de menos. — Sonrió para darme tranquilidad. —Quedaremos un día e irás a mi casa, te invitaré para que te pruebes algo de mi ropa que seguro te queda incluso mejor que a mí. Iremos al boliche, y bailaremos toda la noche. No acepto un no como respuesta.

Se cruzó de brazos y se aliviano cuando le sonreí y asentí con mi cabeza ante su invitación a una noche loca. De esas que hasta ese momento, no tuve. Mi buen ánimo en el rostro se esfumó cuando Susan me advirtió por lo bajo que mi Liam y su manada se estaban acercando a pasos agigantados hacía nosotras.

Las pulsaciones se me subieron hasta el cielo, lo sentía por todas partes. Intenté contar hasta diez y respirar profundamente sin que se dieran cuenta de que estaba a punto de explotar. Otra vez. Porque me estaba dando cuenta de que eso me sucedía solo cuando Morgan estaba con ellos. A Lucas siempre lo vi como un hermano, y bueno, Liam lo era. Esta vez empeoraba todo que mis ojos vieran a Thomas con otra. Siempre unidos, como si estuviesen pegados.

No dije ni una palabra, me levanté y salí caminando a la misma velocidad que ellos, sin mirarlos. Iba a cometer un error si me iba y me volteaba a verlos, porque entonces se darían cuenta de que los estaba evitando. Y si Liam comenzaba a sospechar al menos un poquito, se iría a la mierda todo lo que hice los años anteriores para ocultarme. Por suerte, Susan lo entendió.

Cuando dejamos de sentir miedo.Where stories live. Discover now