Capitulo Veinte.

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                              Thomas Morgan.

Liam me había llamado, y por suerte fue una hora después de que Georgia se marchase de su departamento.

Me tomó por sorpresa haberme despertado, y haberla encontrado detrás de la puerta cuando escuché el timbre. Estaba ahí, parada, mirándome con los ojos llorosos. La invité a pasar, y el resto fue historia.
Pero me sorprendió mucho más haber visto salir a Chiara de su habitación acompañada de un chico que yo desconocía. Era morocho y ambos llevaban ropa deportiva encima. Se despidieron en la puerta y me quedé un poco quieto, no sabía que hacer, ni que decir. Así que en vez de decir algo que la molestase, le pregunté si quería ayudarme a cocinar el almuerzo. Tímidamente, aceptó. Pero se mantuvo a una distancia que solo ella comprendía, y por ratos la notaba ausente.

—Tu hermano me llamó, Chiara.

—Me llamó también pero no atendí, estaba en silencio mi móvil.

—Vale. Me ha dicho que viene él Miércoles que viene. Y también me dijo que te pasara los saludos de un tal ¿Xander... — Me detuve al hablar porque ella dejó caer el cuchillo de golpe. — ¿Que sucede, Chiara?

— ¿Que más te ha dicho? —preguntó con la voz baja y temblorosa.

—Qué aquel día vendrán juntos. Que quiere venir a visitar el lugar.

— ¿Y se quedará aquí?, ¿Justo aquí?

—Supongo que sí. — Le respondí con duda. —En serio, me estas preocupando. —dije dejando a un lado las mil barreras que se interponían en nuestro camino.

—N-no me s-si-siento bien. — Logró decir. —Lo siento, ¿puedes terminarlo tú? — Apuntó las papas sin terminar de pelar.

Asentí y dejé que se fuera a su habitación. La notaba desesperada y angustiada. Sus ojos reflejaban la agonía que la comenzaba a ahogar. Y después de tanto, me había dado cuenta de que por primera vez, en mucho tiempo, pudimos mantener una conversación. Así haya sido cortando, seca y un poco preocupante.

¿Quién carajos era Xander y por qué parecía que necesitaba huir de él?

Quise preguntarle, por supuesto, pero yo era la persona menos indicada para eso. Estaba consciente de las circunstancias, y que jamás hablaría conmigo sobre algo que parecía ser muy importante para ella.

Al terminar la comida a las doce y media, me apresuré en servirlo todo en un plato y ponerlo en una bandeja. Chiara no querría comer conmigo, aun me seguía evitando de vez en cuando, podía notarlo. Lo hacía a menudo cuando Lucas estaba con nosotros, y siempre pedía que le llevásemos la comida a su dormitorio. Por eso preferi ahorrarme las preguntas y se lo lleve directamente.

Toque la puerta con suavidad y ella me abrió.

—Te traje la comida.

— ¿Tú ya comiste?

—Cambio de planes. Iré a casa, mi madre me ha preparado mi comida favorita. —dije sincero. Hacía mucho tiempo que no veía seguido a mi madre y ya que se encontraba en la ciudad, no quería desaprovechar la oportunidad.

—Claro. —dijo expectante. —Gracias. — Tomo la bandeja.

—Lucas vendrá en la noche a quedarse. Yo... tengo unos pendientes.

—Ok. — Volvió a ser seca.

Le sonreí intentando ser amable, pero creo que fue en vano, me salió una mueca incómoda y me retiré.
Y si, mi pendiente era tener que hablar civilizadamente con Georgia. Las cosas no podían quedarse así. Ya no era momento de actuar como dos adolescentes inmaduros.
Eso me lo había planteado después de haber sobre pensado la situación durante doce horas seguidas. Y el efecto de eso fue; tener desvelo, ojeras, y que la vista se me pusiera negra cuando me levantaba de la cama.
Gracias a eso tuve que ir al médico, acompañado de mi madre, quien me obligo a ir. Ambos pensábamos que podía ser anemia, ya que siempre lo había sufrido. Ademas, tenía la piel pálida y la boca estaba seca.
Pero no. Los resultados salieron bien. El médico termino por decirme que me relajara, y que arreglase lo que sea que me estuviese generando malestares físicos.

Por eso, tenía que hablar con ella. Era lo único que tenía en mente, sobre algo que me pudiese hacer mal.

Comí en casa a las apuradas, le mandé un mensaje a Georgia preguntándole si podíamos adelantar la hora en la que habíamos quedado y ella acepto. Presentía que estaba igual de ansiosa que yo, pero lamentablemente no eran por las mismas razones.
Me vestí con una camisa blanca que deje sin abrochar los primeros botones, y un pantalón negro, combinado con unas converse negras.

Terminé saliendo a las apuradas. Quedamos al final a las cuatro en punto, y ya eran las cuatro y cuarto.

—Hasta que llegas. ¿Cuánto más me ibas a dejar esperando como una tonta? — Se puso a la defensiva.

—El tiempo se me fue, perdona.

—Es que a ti no te interesa nada. — Replicó furiosa.

—Vine para que dialoguemos como dos personas normales, Georgia. Relájate.

— ¿Que me relaje?, ¿Como puedes pedirme que me relaje cuando te estas comportando como un idiota?

— ¿Perdona? — Estaba confundido, como siempre.

—Desde hace días que me estas evitando... ¿Ahora si me dirás por qué me dejaste plantada la otra noche en mi casa con las hamburguesas?, ¿Y el por qué actuaste después como si no me conocieras? — Lagrimas comenzaron a caer y mojaron todas sus mejillas.

—No te entiendo Georgia.

— ¡Que estoy enamorada de ti! — Gritó. — ¡Te odio!, ¡Te odio por haber sido tan bueno conmigo!

—Geo...

—Jamás pretendí esto. ¡No quería que me gustaras! Simplemente paso...

— ¿En qué momento? —pregunté suave. No quería alterarla más.

—No lo sé. Cuando me di cuenta ya era tarde. Mis ojos comenzaron a verte de otra manera y yo...

—Estabas tratando de hacer que me ocurriera lo mismo.

—Así es. — Su voz se envolvió en la tristeza y se dejo caer en el banco del parque.

— ¿Y por qué no me lo dijiste primero? Quizás las cosas hubiesen sido distintas si no me hubieses dicho lo que me dijiste el dia en que me conociste... y todas las charlas que tuvimos, ¿Que fueron? — El corazón se me achico porque sentí que se me estaba saliendo de las manos.

—Una mentira. Creo.

Cuando dejamos de sentir miedo.Where stories live. Discover now