Capítulo Veintinueve.

7 1 0
                                    

Chiara Harrison.

Era el último día que me quedaría en casa de Thomas Morgan. La escoria humana estaba apunto de tomar un avión, y por supuesto, ni siquiera me ofrecí a acompañar a mi hermano a despedirlo. Pero Liam pasaría por mi después de las cuatro de la tarde.

De parte, yo seguía anonadada, pensando mucho en la situación en la que me encontraba con Morgan, y en lo demás, claro. Aun así, todavía no podía entenderme a mi, y del como fui capaz de confiar en él y querer que me refugiara. Lo había estado evitando durante semanas solo porque sabía que si hablaba con Morgan, de alguna manera parecería una regalada. Porque no podía ocultarle nada, e inconscientemente era tan débil como para acceder a todo lo que el me dijera si quisiera. Pero no hacía nada, por suerte.

Después de la charla brusca que tuvimos al terminar la cena del otro día con los chicos, sentí vergüenza. Quise pegarme un trozo de cinte en la boca o cocérmela, cualquiera de las dos era buena opción. ¿Cómo mierda se me ocurría decirle que lo necesitaba? Seguramente mi cabeza habría estado en el mundo de fantasías que se creaba cada que estaba cerca de él. Como la vez en la que casi le solté la verdad mientras me ayudaba con una tarea de la secundaria cuando tenia catorce años.
Estaba volviendo a ser así de tonta.
Me calmé, o al menos eso estaba intentando hacer. Porque me callé a los segundos de haber largado algo así. Morgan no dijo nada, simplemente se quedó observándome inquieto y noté su incomodidad al no saber que responder. Interrumpí el silencio que me aturdía y caminaba rápido. Él me siguió y no volvimos a decir nada más de lo que paso esa noche.
Yo tenía miedo de ser rechaza, y él... también estaba asustado, pero no sabía de qué.

— ¿Almorzamos juntos por última vez? — Thomas aún seguía dormido en el sofá, y me sentí mal porque supuse que eso debía ser demasiado incómodo. —Cociné pizza. —dije cuando él abrió sus ojos.

—Rico. — Susurró.

—Date prisa.

Me volteé y camine hasta la cocina. Prepare los platos y dejé el refresco en el medio, quería que comiéramos en la mesada.
Me senté agatas, yo era tan bajita que me era difícil sentarme en sillas tan largas.

—Perdóname por despertarte de tu sueño de belleza. —dije sirviéndole un trozo de pizza en su plato.

Sonreí tímidamente al verlo así, tan real. Un Thomas que no había conocido hasta ese día. Despeinado, con ojeras, y los ojos hinchados. Se veía como una persona con pocas ganas de existir. Pero me agradaba, porque veía la otra cara de la realidad. De que no solo era el chico rubio y guapo que todas querían comerse porque caían rendidas ante sus ojos azules que casi no se distinguían cuando estaba así.

Él me observó confundido llevándose la pizza a la boca y vi como hizo el esfuerzo de no reír.

—Que chistosa eres. — Rodó sus ojos.

—Lo sé. —dije siguiéndole el sarcasmo. — ¿Tú estas bien?

—Solo... me he quedado hasta tarde estudiando. Ya sabes como son las cosas. — Intento peinar su melena con los dedos. —Quiero aprobar todas las materias. Planeo ir a Washington cuando las clases finalicen, pero necesito estar libre completamente de la universidad.

Abrí mis ojos sorprendida porque sabía que desde que el piso Amsterdam no había podido volver a su hogar.

— ¿Te irás durante todas las vacaciones?

—Probablemente.

—Es lindo. Espero que puedas lograr eso...

—Hay que sacrificar mucho.

—Todo es un sacrificio.

— ¿Valdrán la pena tantas noches de desvelo?

— ¡Obvio! — Exclame. — ¿Que has hecho con Morgan, ser negativo?

—Siempre lo he sido. — Noté su voz decaída y eso me  llamo la atención.

—Oh... no estabas bromeando. ¿Estás triste, Thomas Morgan?

—Sí. Pero da igual. — Bebió jugo. — ¿Tú que tal?

Me encogí de hombros. —No estábamos hablando de mi. Quiero saber tus miedos... — Lo miré con atención.

— ¿Has ingerido sustancias que no debes acaso? — Me dolió oírlo tan serio.

— ¿Qué?, ¿Estás de mal humor? Vale, no te molestaré.

Tomé otra porción de pizza y me la lleve a la boca y comí en silencio durante media hora. Cuando ambos acabamos levanté los platos sucios y me puse a lavarlos, también en silencio.
Escuchaba como Morgan iba y venia en pasos inquietos, mientras buscaba en sus cosas de la universidad algunos libros y los metía a la mochila.

— ¿A qué hora te vas? —preguntó en un mal tono colocándose en la puerta.

Lo taladré con la mirada, desafiándolo. Esperaba a que me dijera algo más que solo eso, porque desde aquella cena él se había vuelto más distante, como yo lo estaba al principio. Pero en el se notaba demasiado, había puesto excusas para todo, y eso de los estudios no me lo tragaba demasiado. 
Los días anteriores casi no me dirigió la palabra o ni siquiera lo encontraba allí. Me mandaba mensajes diciéndome que estaba en casa de un compañero suyo estudiando, y se lo creí, hasta que en una de esas tardes salí a comprar un poco de pan de Le Perron, que lo hacían exquisitos, pero paso desapercibido eso cuando vi a Thomas acompañado de Georgia, ambos se sonreían y él le acariciaba la mejilla. ¿De qué me había perdido?, ¿Ya se habían arreglado? Pero no le dije nada, ni siquiera que me lo había topado en ese momento, no quería que las cosas se pusieran peor.

Estaba confundida, ¿cómo podía ser que en un segundo estábamos disfrutando y riendo juntos y al otro parecía que ya no quería saber nada de mi? Que poco duraba lo bueno... como todo en la vida.

— ¿Por qué me hablas así? — Traté de ser fuerte.

—No te he hablado de ninguna manera. —dijo aún con seriedad. —Solo te he preguntado algo.

—Pero me lo has preguntado de mala manera. — Reproché.

— ¿Qué dices? — Se oyó molesto y caminó con pasos acelerados en el mismo lugar. —Solo necesito saber eso. ¿Estarás aquí cuando vuelva?

—No.

— ¿No me dirás?

—Te dije ayer que me iría a las cuatro. ¿En que mundo estabas?

—En uno muy diferente al tuyo, seguro. — Abrió la puerta. —Debo irme.

— ¿Por qué te estas escapando?

—No me escapo, Chiara. Tengo que terminar unos apuntes. Ya te dije el porque. — La dureza en su voz aumentaba con cada palabra que decía.

— ¿Y eso te pone mal?, ¿Triste, enojado?, ¡Ok! Pero eso no te da derecho a tratarme como si fuese un estorbo. ¿O es que si lo estoy siendo?

—No he dicho eso, Chiara. Si te ofrecí mi departamento es porque quería ayudar.

— ¿Te sentiste obligado o presionado? — Lo miré fijmente. —Dime la verdad.

—Ninguna de las dos, Chiara.

—Deja de decir tanto mi nombre.

— ¿Quieres discutir por algo tan estúpido como esto?, ¿En serio?

—No.

—Bien. Ya debo irme.

— ¿No piensas despedirte al menos?

—Adiós, Chiara.

Me echo un vistazo segundos antes de desaparecer por la puerta de entrada.
Me quedé ahí, parada como una tonta. Y me sentí más mal de lo que ya estaba.
Anhele que mi hermano apareciese rápido e ir a mi departamento y volver a mi cuarto, a mi cama. Y quizás, a lo que eramos antes de que todo esto ocurriese.

Yo jamás le pedí ayuda a Morgan. Jamás me acerqué a él...

Eso me obligaba a pensar hasta que decidiera darme algún tipo de explicación acerca de su inmadura actitud.

Cuando dejamos de sentir miedo.Where stories live. Discover now