Capítulo Dieciocho.

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                             Chiara Harrison.

Susan se emociono muchísimo cuando le conté que había salido a correr, pero no le había contado la otra parte aún.

Nos tomamos el Sábado para dar un paseo caminando por el lugar que se había vuelto nuestro favorito; el Prinsengracht. Y descansamos en una cafetería que estaba cerca del puente del canal. Allí paraban personas con sus puestos de flores y otras cosillas que suelen ser románticas. Y casi nos da un infarto al ser testigos de como un señor de la tercera edad le compraba un ramo de una combinación perfecta de tulipanes rojos y amarillos, que significaban el amor verdadero y la alegría, a su esposa, quién se encontraba del otro extremo del puente, contemplando el momento inigualable, que seguro, solo ella sabría todo lo que pasaron para llegar juntos allí en donde estaban. 

Los ojos se me cristalizaron de lágrimas retenidas al ver por último el tierno beso que le dio al entregárselos.
Sus ojos brillaban, lo podía notar a esa distancia considerable en la que estábamos. Era hermoso. Y desee tanto internamente, con mi roto corazón, poder ser alguna vez, la protagonista de ello. Y no pensaba solamente en los tulipanes rojos y amarillos, o la sonrisa al final del beso. Porque era algo más que solo aquello. Eran los años, y las vivencias. ¿Se imaginan el mundo propio que deberían de tener los abuelos que aún siguen juntos?

—Deja de llorar por extraños y toma tu café, se va a enfriar. — Susan bebió un sorbo y volvió a mirarme. — ¿Que se sentirá?

—Hermoso, seguro. Vivir tanto tiempo al lado de alguien y que sean solo de ellos.

— ¡Ay!, no lo había pensado así. — Abrió su boca y sus ojos buscaron desesperadamente a la pareja. — ¿Alguna vez te han regalado un ramo?

—Eso ya es avaricia. — Se me escapó una carcajada.

—No lo sabes, en algún momento todos viviremos algo así de bello.

—Nah. — Me senté bien y la miré directamente. —Los hombres de nuestra generación son una mierda. Ellos piensan primero en que pose van a ponerte en la cama, antes de pensar en que flor van a regalarte mañana.

Susan comenzó a reír y por unos segundos la sentí ausente.

—Tienes razón. Pero creo que la estupidez de ellos es por querer encajar en la sociedad.

— ¿Encajar en la sociedad? — Resoplé.

— ¿No vas a contarme qué más sucedió? — Fruncí el ceño. —Con Alexander...

— ¡Ah!, nada. Bueno, en realidad, después de correr me pidió mi número de teléfono para quedar otro día.

— ¿Una cita? —preguntó picara sin dejar de sonreír. — ¿Vas a tener una cita con Alexander?

No me quería hacer la tonta. Alex era muy guapo. Tenía la mandíbula definida y el cuerpo también. Se notaba el arduo trabajo y horas que le dedicaba al deporte. Era morocho, y lo que más llamaba la atención de él, eran sus ojos negros, bastantes intensos.
Pero aún así, me faltaba conocer que escondía detrás de esa figura. 

—No es una cita. — Rodee mis ojos. —Solamente saldremos a trotar por las mañanas.

—Y después se enamoraran y serán la pareja fitnes del año. — decía emocionada.

Negué con mi cabeza sin dejar de sonreír. —Estas loca, Susan.

—Son posibilidades. Además, Alex es divino.

—Si que lo es, pero no me gusta. — Vi la cara de decepción de mi amiga y volví a reír a carcajadas. —Acabo de conocerlo.

—Pero para tus buenas noticias, esta soltero. Tienes el camino libre.

—Solo es mi compañero de trote.

—Cierto. Morgan...

— ¿Morgan?

Tal vez, si aquel apellido no fuese de él, no significaría tanto en mi vida. Lo sentía como si solo le perteneciese a Thomas, y me gustaba verlo de ese modo.

Sacudí mi cabeza. Aun no estaba lista para darle la razón a mi amiga. De que quizás nunca pude superar lo que ni siquiera hubo.

—Algún día me dirás que todo este tiempo tenía razón. —dijo sin quitarme la mirada de encima. Sabía que me quería sacar todo lo que llevaba guardado por años. —Y si es así, te daré un consejo. — Sonó su garganta y sé preparo. —Thomas es muy guapo, claro que si. Y puede que también lo consideres el amor de tu vida. Pero tienes que ser realista, él aun sigue en su etapa de imbecil, que folla con quien se le cruce en frente. No puedes quedarte estancada para siempre esperándolo, si que lo estás haciendo.

—En resumen, ¿Me estás diciendo que me folle a Alex?

Ella casi se ahogó con el café al escucharme.

— ¡No! — Sonrió. —Quiero decir que, tienes derecho a hacer tu vida como se te plazca. Quizás el tiempo que inviertes esperando a que el chico de tus sueños intenta acercarse a ti, no sea en vano, porque quien sabe, pueden pasar mil cosas. Pero no deberías desaprovechar tanto el tiempo. Si él es el indicado para ti, seguro existirá el momento exacto en el que van a coincidir. Y créeme, a ninguno les va a importar lo que hicieron o no hicieron durante ese tiempo.

Lo pensé un minuto, mirando a la nada misma. Y si, ella tenía toda la razón.

—Puede que...

— ¿Lo estás dudando?

—Es que... — Volví a pensar. Y la sensación que me generó el miedo, me volvió a cortar. —Eso que dices, podría suceder con cualquier persona.

— ¿Y tú quieres que sea con cualquier persona o con Thomas Morgan?

— ¡Susan!

— ¡Ay! — Exclamó chistosa. —Es que yo me muero por escuchar de tu boca decir que si estas enamorada de él y que siempre lo estuviste. Imaginate, sería testigo de una historia que parece ser sacada de las películas.

Me reí por detrás de ella y la miré con ternura. Me fascinaba la forma de escuchar, y de hablar que tenía. A veces pensaba en que quería ser un poquito como ella, pero yo era tan tímida con las personas que tal vez esas palabras dichas sonarían sin gracia. Susan tenía la magia, y entendía sus intenciones; quería que yo me liberase de mis emociones, de mis sentimientos guardados y ahogados. Quería que gritase por fin todo lo que jamás había gritado. Pero por otro lado, sabía cuando callarse, porque quizá se percataba de que todavía no estaba lista. Enfrentarme a la verdad, significaba hacerle frente a todos mis miedos, a toda mi vida.

Cuando dejamos de sentir miedo.Where stories live. Discover now