Epílogo: Hora de la fiesta

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Naomi

-Mmm. Knox, tenemos que volver a la fiesta -murmuré pegada a su boca.

Me había empotrado contra la pared de la sala de estar de Liza mientras se celebraba la fiesta de cumpleaños más épica del mundo en el jardín trasero. Y en el delantero. Y en la cocina, el comedor y la galería.

Había niños, padres y moteros por todas partes.
El hombre que en ese momento me estaba succionando el alma con su beso se había sentado con Waylay y le había pedido que elaborase una lista con todas y cada una de las cosas que quería por su duodécimo cumpleaños.

Y el tío se lo había conseguido todo.

Motivo por el que había una pista de obstáculos hinchables en el jardín trasero, un zoo interactivo en el delantero y no había ni una sola verdura en la mesa, que se iba a combar de lo que pesaban las pizzas, los nachos, las palomitas y ¡las dos tartas!
Knox volvió a meterme la lengua con chulería y me flaquearon las rodillas. Notaba su erección en la barriga, lo que enloqueció a mis partes íntimas.

-Tus padres, Liza, Stef y Sloane están ejerciendo de anfitriones. Dame cinco minutos -gruñó pegado a mis labios.

-¿Cinco minutos?

Coló una mano entre nuestros cuerpos y me subió el vestido. Cuando me tocó ahí, se me fueron las caderas solas hacia él.

-A lo mejor con cuatro me sobra -concluyó.

Podría hacerme llegar en quince segundos, pero quería más.

-Trato hecho -susurré.

Me arrastró consigo para echar el pestillo a las puertas de cristal. A continuación, fuimos al aparador que había contra la pared y me colocó ahí.

-¿Para qué son esas cajas? -pregunté tras ver unas cuantas amontonadas en un rincón.

-No te preocupes por eso -contestó.

Decidí seguir su consejo mientras me bajaba las bragas sin delicadeza hasta quitármelas.

-Cinco minutos -me recordó mientras me sentaba en el borde de madera y me separaba las rodillas. Antes de que pudiera decir algo inteligente, se sacó su pene grueso y duro de los vaqueros y me lo introdujo poco a poco.
Gemimos a la vez cuando me embistió con fuerza para metérmela hasta el fondo.

-No. Me creo. Que me hayas. Convencido. Para hacer. Esto -dije con los dientes castañeteándome mientras me penetraba sin piedad.

-Si eres tú la que no me suelta -replicó con la mandíbula apretada.

Knox estaba insaciable desde el «incidente», que es como lo había bautizado yo. No me quitaba el ojo de encima... Y a mí me parecía bien. Y más teniendo en cuenta que nos pasábamos casi todo el rato desnudos.

Bueno, menos cuando hablábamos con la poli, tanto con la jefatura de Knockemout como con las otras que estaban implicadas.

Al parecer, en la famosa lista figuraban los nombres de varios policías y sus confidentes exconvictos de cinco condados de Virginia del Norte.

El padre de Hugo había dado con la información y había querido cargarse a todos los polis y confidentes que aparecían en la lista. Hugo, en un intento por impresionar a su padre, había decidido organizar un tiroteo contra uno de los nombres: el de Nash.

Pero después de que la ira de su padre cayera sobre él por hacer tal chapuza, Hugo decidió que sería más provechoso robar la información y vendérsela al mejor postor.

Todo esto lo sé por mi hermana. Tina cantó como un lorito con mono naranja para llegar a un acuerdo de lo más indulgente si su información derrocaba a algún miembro de la mafia de los Hugo.

Cosas que nunca dejamos atrásWhere stories live. Discover now