Discusión en el bar

350 27 8
                                    

Knox 

Entré en el Honky Tonk con mucho ímpetu. La noche anterior no había pegado ojo después de hablar con Naomi por teléfono. ¡Qué mujer tan tozuda! Le daba igual que quisiera lo mejor para ella, se negaba a ponerse en mi piel. Dejar un buen empleo solo porque han herido tus sentimientos es un motivo de mierda para renunciar al dinero, y pensaba decírselo.

En vez de saludarme como siempre, el personal de cocina me echó un par de miradas furtivas. De pronto, todos estaban tan ocupados con sus tareas que ni me prestaban atención.

Tenían que dejar de mirarse el ombligo y superarlo.

Entré en el bar y encontré a Naomi encima de una mesa del rincón, riendo por algo que le estaba contando su madre. Una noche por semana, Lou y Amanda venían a tomar algo.

Sabía que no tenía nada que ver con apoyar mi negocio, sino con demostrarle a su hija que estaban de su parte.

El resto de su zona estaba llena. Así de fuerte era su poder de atracción.

Knockemout la había acogido como a mi hermano y a mí hacía tantos años. Si creía que iba a dejarme atrás, se llevaría un chasco.

Una pierna larga enfundada en un pantalón tejano me impidió el paso.

—Echa el freno, vaquero. Parece que vayas a cargarte a alguien.

—No tengo tiempo para jueguecitos, Lina —le dije.

—Pues deja de jugar.

—No soy yo el que juega. Igual que a ti, le dije cómo iba a ir la cosa, y así fue. No tiene derecho a estar cabreada conmigo.

—¿Te has planteado contarle el verdadero motivo por el que eres así? —preguntó mientras alzaba una copa. Me daba la sensación de que me había robado bourbon de mi alijo personal.

—¿De qué hablas? —inquirí sin alterarme.

Giró el cuello como si estuviera calentando para empezar una pelea.

—Mira, Knox, a las mujeres se nos activa un sexto sentido cuando nos vienen con medias tintas.

—Vale, ¿y?

Naomi abandonó su mesa tras despedirse con la mano y se dirigió a la siguiente, una de cuatro en la que todos eran moteros.

—Naomi sabe que ocultas algo. Yo lo sabía, y apostaría a que las demás mujeres de tu vida también lo sabían. Nos pirra un hombre herido porque creemos que seremos la chica con la que se abrirá. La chica que lo curará con su amor como por arte de magia.

—Venga ya, Lina.

—Lo digo en serio. Pero te empeñas en apartarnos, y creo que es porque no quieres que sepamos la verdad.

—Hablas como un jodido psicólogo de la tele.

—El caso es que Naomi merece saber la verdad, por muy fea que sea.
No te perdonará y «lo superará», como tú dices, a menos que seas sincero con ella. Se lo debes.

—Qué mal me caes ahora mismo —le dije.

Lina sonrió de oreja a oreja y dijo:

—Y qué poco me importa. —Apuró la bebida y dejó la copa vacía en la barra—. Nos vemos luego. Procura no cagarla más todavía.

Con esa frase resonando en mis oídos, rodeé la barra y me topé con Naomi en el mostrador.

Aún no me había visto, así que me quedé ahí, tenso por las ganas de tocarla. Tenía la cara colorada y estaba muy sexy con el pelo ondulado.

Cosas que nunca dejamos atrásWhere stories live. Discover now