Cambio de look para todo el mundo

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Naomi

—¡Sorpresa! —exclamó Stef mientras aparcaba en un espacio libre que había justo delante del Whiskey Clipper.

«Ay, no».

—¿Qué estamos haciendo aquí? —pregunté.

—Preparar el pelo para la vuelta al cole —anunció Stef.

—¿En serio? —preguntó Waylay, y se mordió el labio. Le costaba mantener esa fachada de preadolescente aburrida con el mundo y la vida, y supe que había sido una buena idea, a pesar de que eso pudiera implicar un encontronazo con Knox.

—Muy en serio —dijo Stef mientras bajaba de su elegante Porsche, un todoterreno ligero y compacto, y le abría la puerta de atrás a mi sobrina—. El primer día de cole es la oportunidad de todo el mundo para empezar de cero. Y por lo que he leído, este es el mejor sitio al que podríamos haber ido.

Salí del vehículo y me uní a ellos en la acera. Stef nos rodeó con los brazos.

—Primero, el pelo; luego, comeremos; luego, las uñas. Y, después, montaremos un desfile para elegir qué os pondréis el primer día.

Sonreí.

—¿Nos pondremos?

—Vas a acompañar a Way a la parada del bus. Tienes que llevar algo que diga «tía responsable pero buenorra».

Waylay soltó una risita.

—La mayoría de las madres van en pijama o en chándal sudado.

—Precisamente. Tenemos que dejar claro que las mujeres Witt son temibles y modernas.

Puse los ojos en blanco. Stef me pilló y se cruzó de brazos con impaciencia.

—¿Qué te he dicho siempre, Naomi? Y será mejor que tú también prestes atención, Way.

—Cuando te ves bien, te sientes bien —entoné.

—Así me gusta. Y ahora, venga, adentro.

El interior del Whiskey Clipper molaba más que cualquier otra peluquería en la que hubiera entrado. En vez de los típicos colores pastel apagados y el hilo musical relajante de la gran mayoría de peluquerías, aquí había paredes de ladrillo vista y sonaba rock de los setenta. Había fotos en blanco y negro de Knockemout de principios del siglo ?? que colgaban enmarcadas con elegancia y, en una pared entera, una barra de licoreras y botellas de whisky dominaba el espacio. Ramos de flores exóticas ocupaban el mostrador bajo y curvado y la barra de whisky.

La zona de espera parecía más bien una sala VIP con los sofás de piel, las mesitas de cristal y una alfombra de piel de vaca falsa que cubría el suelo de hormigón. Tenía un aire guay que recordaba un poco al estilo steampunk, y una pinta muy cara. Me volví hacia mi amigo y bajé la voz:

—Stef, sé que quieres tener un detalle con nosotras, pero no vamos sobradas preci…

—Cierra esa boquita, Witty. Os invito.

Alzó la mano cuando abrí la boca para oponerme.

—No te llegué a hacer ningún regalo de bodas.

Cosas que nunca dejamos atrásWhere stories live. Discover now