Los niñeros

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Naomi 

—No puede ser casualidad —señalé.

—Knox ha llamado a la poli —dijo Lucian, que le hizo un gesto con la cabeza a Nash—. Y la poli me ha llamado a mí.

Nash me echó un vistazo y preguntó:

—¿Estás bien?

—Sí, ¿qué hacéis aquí?

Nash exhaló y miró a Lina, que reaccionó enarcando una ceja.

—Hemos venido a hacer de niñeros —acabó diciendo.

Me quedé boquiabierta.

—No necesitamos niñeros. Y menos niñeros que vayan a chivarse a Knox de lo que digamos.

—Detesto recalcar lo obvio, pero, teniendo en cuenta lo que ha ocurrido, no creo que debas ir por ahí sin protección —dijo Nash.

—¿Quién dice que estoy desprotegida? Lina ha estado a punto de atravesarle el esternón a un tío con los tacones —protesté—. ¿Cómo nos habéis encontrado?

—Yo no me preocuparía por eso —contestó Lucian sin quitarle el ojo a Sloane. Esta lo fulminaba con la mirada como si fuera el mismísimo diablo.

—Tú eres otro Morgan —dijo Lina, que apoyó los codos en la barra y le dio un repaso a Nash de arriba abajo.

—Lina, te presento a Nash, el hermano de Knox —dije.

—Bueno, yo me voy a casa —dijo Sloane mientras se bajaba del taburete. No llegó muy lejos. Lucian se plantó ante ella y la acorraló entre la barra y su cuerpo sin necesidad de tocarla.

Sloane echó la cabeza hacia atrás al máximo para mirarlo.

El tío le sacaba una cabeza, pero eso no le impidió lanzarle estrellas ninja con los ojos.

—Te quedas —insistió Lucian con tono amenazante.

—Me voy —replicó Sloane.

—Hay tres copas vacías en tu sitio. Te quedas.

—Le pediré a alguien que me lleve. Quítate del medio si no quieres acabar cantando como una soprano.

Lina dejó de comerse con los ojos a Nash y se pegó a mi hombro.

—Madre mía, ¿qué les ha pasado a estos dos?

—Ni idea, no se lo han contado a nadie.

—Uuuuh, me encantan los pasados tórridos y secretos —dijo.

—Te oímos —dijo Sloane en un tono seco y sin abandonar el duelo de miraditas sexys que mantenía con Lucian.

—Estamos entre amigos —empecé.

—No todos somos amigos —insistió Lucian.

A Sloane le refulgieron los ojos, lo que la hizo parecer una duendecilla furiosa a punto de cometer un asesinato.

—Por fin algo en lo que estamos de acuerdo.

Mi móvil sonó junto al codo de Sloane. Al momento, a Lina le llegó un mensaje al suyo. Nash y Lucian fueron a sacar los suyos del bolsillo a la vez.

—Para importarle un comino a Knox, le preocupa mucho lo que haces —dijo Lina al tiempo que volvía a enseñarme el móvil.

—Y lo que dices de él —añadió Lucian con una sonrisilla.

Negué con la cabeza y dije:

—Yo me voy con Sloane.

—¡No! —Lina me cogió de la mano y me la apretó—. No le des el gusto de amargarte el día. Quédate. Seguiremos bebiendo, lo pondremos a parir, y los que se queden tendrán que jurar con sangre que no se chivarán a Knox.

Cosas que nunca dejamos atrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora