Tina es lo peor

317 21 0
                                    

Naomi 

Fui directa al baño a lavarme la cara. Knox Morgan ponía a prueba el maquillaje de una mujer, y de qué manera. Tras borrarme la cara de payasa triste y volver a pintarme los labios, observé mi reflejo largo y tendido.

Los pequeños retazos de mi corazón roto se habían convertido en un fino polvo gracias a la confesión de Knox.

—No me extraña —le susurré a mi reflejo.

Había cosas que uno nunca dejaba atrás. Ambos queríamos a alguien que nos amara lo bastante como para compensar todas las veces que no habíamos sido suficiente. Era un desperdicio que sintiéramos lo que sentíamos y no pudiéramos ser esa persona para el otro.

No podía hacer que Knox me quisiera lo suficiente, y cuanto antes lo superara, mejor. Quizá algún día pudiéramos ser amigos. Si me hacía con la tutela y Waylay y yo decidíamos quedarnos en Knockemout para siempre.

Hablando de Waylay… Saqué el móvil de mi delantal para revisar mis mensajes. A principios de semana había aceptado que se instalara una aplicación de mensajería en el portátil para que me escribiera si me necesitaba. A cambio, me había descargado un teclado de GIF en mi móvil para que nos pasáramos el día enviándonoslos.

—Buf, estupendo —refunfuñé cuando vi el montón de mensajes nuevos.

Silver: Bonitas bragas.

Max: ¡¡¡¡Espero que lo hayáis arreglado!!!!

Mamá: Seis emojis de llamas.

Fi: Ya nos encargamos nosotros de tus mesas, tú ten tantos orgasmos como necesites en el despacho de Knox.

Sloane: Lina me ha escrito (como nueve personas más del bar). ¿En serio el malnacido ese te ha llevado a cuestas como si fuera un cavernícola?
Espero que te hayas cebado con su cara y sus pelotas.

Waylay: Tía Naomi, estoy metida en un lío.

Se me heló el aire de los pulmones cuando leí el último mensaje. Me lo había enviado hacía un cuarto de hora. Con las manos temblando, le contesté a toda prisa y salí del baño escopeteada.

Yo: ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?

Se me ocurrió que había muchos motivos por los que una niña de once años podía estar metida en un lío. No significaba que hubiera una emergencia de verdad. A lo mejor se había dejado los deberes de mates, había roto sin querer el gnomo de jardín favorito de Liza o le había venido la regla.

Pero en los cinco últimos minutos me había llamado un número desconocido tres veces. Algo iba mal.
Fui a la cocina y busqué el número de Liza en mi lista de contactos.

—¿Todo bien, Naomi? —me preguntó Milford mientras corría hacia el aparcamiento.

—Sí, eso creo. Una llamadita y vuelvo —dije, y acto seguido crucé la puerta que daba al frío aire nocturno.

Estaba a punto de darle a llamar cuando me cegaron los faros de un coche. Me tapé con la mano y retrocedí.

—Naomi.

Mis brazos cayeron flácidos a mis costados. Conocía esa voz.

—¿Tina?

Mi hermana gemela se asomó a la ventanilla del conductor. Me dio la sensación de que volvía a mirarme al espejo. Al espejo de una casa del terror. Su pelo, antes decolorado, ahora era castaño oscuro y presentaba un corte similar al mío. Nuestros ojos eran del mismo tono avellana. Las diferencias eran sutiles; llevaba una chaqueta de cuero falsa y barata, tenía varios pendientes en las orejas y su delineador era grueso y azul.
Pero se la veía tan preocupada como a mí.

Cosas que nunca dejamos atrásWhere stories live. Discover now