Recelo en la biblioteca

386 24 0
                                    

Naomi  La primera semana de septiembre llegó al pueblo acompañada de la humedad veraniega y el primer atisbo de hojas que caían. Tras unos días de atenciones sofocantes, Nash insistió en que estaba lo bastante bien como para realizar tareas administrativas, y volvió al trabajo unas cuantas horas al día.

La espantosa señora Felch había anunciado que se jubilaba, de repente, y se había mudado a Carolina del Sur a vivir con su hermana. Waylay estaba coladita por su nuevo profesor, el señor Michaels, y se había incorporado al equipo de fútbol. Habíamos sobrevivido a nuestra primera entrevista oficial con la trabajadora social, y mientras mi sobrina dejaba claro que no era fan de las hortalizas que la obligaba a comer, la señora Suarez había concertado el estudio del entorno, lo cual interpreté como una buena señal.

Cuando no estaba animando al equipo desde la línea de banda, o acostándome con Knox, o impregnándome de libros para padres, estaba trabajando. Había empezado mi nuevo trabajo en la biblioteca, y me encantaba. Entre el Honky Tonk y la promoción sociocultural en la biblioteca, sentía que por fin empezaba a tener una rutina que solo era mía.

Y más cuando la mayor parte del pueblo por fin había dejado de referirse a mí como «la que no es Tina».

•••

Naomi:

Por Dios, lo siento mucho. Te echo de menos, las cosas no son lo mismo sin ti. No tenía ningún derecho a descargar todo mi estrés contigo, solo trataba de ofrecerte la mejor vida que podía. Si hubiésemos esperado, como yo quería, nada de esto habría pasado.

Muchos besos

Warner.

•••

Salí de la bandeja de entrada del correo electrónico con un clic eficiente y solté un gruñido bajito.

—¿Warner otra vez? —Stef levantó los ojos del portátil.

Hoy la biblioteca estaba casi vacía, y mi mejor amigo se había apropiado de la mesa que había junto a mi mostrador.

—Sí, Warner otra vez —confirmé.

—Ya te dije que dejaras de abrirlos —soltó Stef.

—Ya lo sé. Abro alguno solo de vez en cuando. Voy progresando, ¿no?

—Te metes en la cama con el Vikingo. No tienes por qué abrir los correos pasivo-agresivos y quejumbrosos de otro hombre que se pregunta por qué no estás con él para hacerle la colada.
Hice una mueca y eché un vistazo en derredor para asegurarme de que no había ningún usuario que pudiera oírnos.

—A una parte de mí le gusta ver cómo se humilla, aunque solo sea de forma pasivo-agresiva.

—Te lo acepto —dijo, con aire reflexivo.

—Y otra parte de mí, mucho más racional, se da cuenta de que nada de esto importa. La relación que tenía con Warner no era más real que la que ahora finjo tener con Knox.

—Hablando del rey de Roma, hacéis muchas cosas «fingiendo».

—Sé lo que hago —le aseguré—. Y es más de lo que podía decir cuando estaba con Warner. No entendía que Warner no quisiera estar conmigo de verdad y, en cambio, Knox haya sido claro con sus intenciones.

Cosas que nunca dejamos atrásWhere stories live. Discover now