42

176 33 4
                                    

La ciudad se encontraba sumergida en un silencio abismal, se había detenido de todas las formas posibles. Rodeados por más de trescientos enemigos contra al menos cuarenta semidioses a defender las puertas del Olimpo.

Había ambulado en la armería repasando cada una de ellas hasta encontrar una que se empuñase correctamente entre sus manos. Dominaba cada arma existente, pero debía admitir disfrutar mayormente del maniobró que la espada garantizaba, además de sentir una afinidad mayor al uso del arco.

Probablemente, una de las armas más difíciles de maniobrar, pero al contrario de muchos, había sido la primera en ejecutar con perfección.

Desenvainó una espada, de un bronce opaco y de empuñadura nítida y lisa, revelando el uso que había tenido a lo largo de los años. Los adornos, en un pasado tal vez con pulcra calidad de detalle, ahora apenas yacían visibles sobre su manojo.

Cargando el arma a un costado del cintillo de cuero que colgaba sobre su armadura del mismo material, observaba, rodeada de semidioses jóvenes las calles desiertas de la habitual contaminación auditiva que las inundaba.

Percy llevaba el liderazgo con ayuda de su mano derecha, su hermana Annabeth, había organizado cada cabaña a defender un punto concreto de Manhattan.

Podía pertenecer a la cabaña 6 de la misma manera que su hermana, pero no sentía devoción ciega a ellos, al menos no de la manera en que sentía el afán de proteger a Percy o a Nico.

Se sentía una extraña dirigiéndose a ellos como sus hermanos. Inclusive a las cazadoras –sus hermanas de cacería con quienes compartía su lealtad a Artemisa– había tardado algunos centenares en brindarles su completa confianza.

Repasaba el rostro de cada uno de ellos, no los conocía, apenas identificaba algunas caras, pero a sus ojos, cada uno de ellos era mucho más joven que ella.

Podían haber estado en misiones, pero ninguno comprendía la guerra del mismo modo que ella. Y casi como un llamado de su destino, albergaba un nato instinto de protección por cada rostro jovial que la acompañase.

Tal vez, durante la cacería había ejercido el mismo rol, cuando inconscientemente era ella quién se arriesgaba antes de permitírselo a una más.

En un parpadeo, luego de las instrucciones de Percy por defender el puente de Queensboro. Malcom, quién comprendía era el segundo al mando luego de Annabeth, organizo a sus miembros. El resto de cabañas, de la misma manera guiados por sus líderes aguardaban las instrucciones de Percy antes de separarse.

—Te olvidas del túnel Lincoln —alzó la voz un chico, que reconoció como uno de los muchachos de Hefesto.

—Yo me encargo —acepto, obteniendo varios pares de ojos en ella.

Sí Percy habría querido rechistar, no había tenido oportunidad cuando una voz femenina y fuerte había resonado por detrás de todos interrumpiendo entre ambos. Thalia Grace, seguida de un numeroso grupo de cazadoras y algunos lobos blancos cruzaron la Quinta Avenida.

—No acapares toda la diversión, Nova —bromeó extendiendo ambos brazos y abriéndose paso.

Durante un breve instante, la micénica se permitió relajarse, agachándose a la altura de sus tobillos para permitirse olisquear y lambisquear por los lobos, compañeros de sus muchos viajes que la reconocían apenas detectaban su presencia.

Saludo a sus antiguas compañeras, quienes en escasos minutos la mantuvieron al corriente de lo que había significado su ausencia. Desde la perdida de Zöe, había roto contacto con ellas, su último encuentro luego de volver al campamento había sido meramente informativo.

Greek Tragedy | PJOWhere stories live. Discover now