31

514 71 5
                                    

En un pequeño vehículo, decorado a similitud de una vaca, los semidioses junto con Euritión, Ortos su perro y Gerión recorrían el rancho entero.

Constantinova se había sentado a un lado de Nico, justo detrás de ellos Euritión parecía vigilar a cada uno de ellos. La semidiosa se mantuvo en silencio durante todo el recorrido, miraba sin cuidado los rebaños de animales, que permanecían en situaciones poco favorecedoras.

En un punto, el olor fétido se hizo presente teniendo que llevar su mano a su nariz para intentar apaciguar el mal olor. A su lado, un establo de caballos que caminaban en medio de montones de excremento.

—¿Qué es eso?

—Mis establos —respondió alegremente Gerión—. Bueno, en realidad son de Augías, pero nosotros nos encargamos de ellos a cambio de una suma mensual. ¿A qué son preciosos?

—Son asquerosos.

—Montones de caca.

—¿Cómo puede tener a los animales de esa manera? —clamó Grover.

Comenzó una discusión acalorada entre los semidioses con el hombre. Nova se limitó a rodar los ojos, y escuchar con fastidio sus réplicas, el calor comenzaba a abrumarla y deseaba marcharse lo más pronto de ahí.

Se acercó a Nico y tiró de su manga para acercarlo.

—Nico, no sé qué es lo que has venido a buscar aquí, pero debemos irnos.

El semidios la miró dubitativo durante algunos segundos antes de mirarla con firmeza.

—Solo dame un poco de tiempo, Nova. Necesito esto.

—Y esos clientes de los que no para de hablar —añadió la rubia, distrayéndola de su conversación con el semidiós—. Usted trabaja para Cronos ¿verdad? Está suministrando a su ejército caballos y todo lo que necesitan.

La micénica se preparó para extender su arma, ya estando alerta a cualquier movimiento.

—Trabajo para cualquiera que pueda pagarme, jovencita. Soy un hombre de negocios y vendo todo lo que tengo.

Nico bajó del automóvil y caminó con paso decidido hasta donde Gerión aguardaba. La semidiosa maldijo internamente, no estaba preparada para servir de niñera y su paciencia comenzaba a agotarse, en particular, en cualquier situación que se le fuera de las manos era fácil que se irritase.

Odiaba no tener el control de todo, y que las cosas no fueran como quisiera.

Bajó justo detrás del semidios, casi pisando sus talones. Euritión bajo detrás de ambos, con su garrote en manos.

—Estoy aquí por negocios, Gerión, y aun no me ha respondido.

—Le ofreceré un buen trato, ya verá —respondió con indiferencia.

—Mi fantasma me dijo que podría resultarnos de ayuda, que quizá nos guiaría hasta el alma que estamos buscando.

—Un momento —interrumpió Percy—. Creí que el alma que buscabas era la mía.

El niño lo miró con desagrado, casi burlándose de lo que acababa de decir.

—¿La tuya? ¿Para qué iba a necesitarte a ti? ¡El alma de Bianca vale más que la tuya! Y bien Gerión, ¿va a ayudarme, sí o no?

—Nico —reprendió inútilmente.

Constantinova comenzaba a arrepentirse de haber ido al Hades, probablemente así no tendría por qué estar lidiando con esto ahora mismo, pero también, no tendría con que ocuparse, y podía intuir que Hades por eso mismo se lo había encomendado.

Greek Tragedy | PJOWhere stories live. Discover now