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Constantinova apenas pudo extender una de las comisuras de sus labios para sonreírle. Se encontraba bastante molesta, pero él no tenía la culpa ni merecía recibir un mal trato por ella.

—No recuerdo que me hayas salvado antes, Apolo —aseguró.

Apolo sonrió ampliamente, demostrando una expresión en la que se veía que disfrutaba gratamente de su poco entendimiento.

—En eso te equivocas, linda —dijo, haciendo una expresión con sus manos, como si estuviese dándose crédito a sí mismo—. ¿Recuerdas al león de Nemea?

Constantinova asintió lentamente con el ceño fruncido.

—Pues he sido yo quien te ha protegido del golpe que te ha dado. Habrías terminado semiconsciente igual que Thalia y con un horrible hematoma —respondió con simpleza—. De nada, cariño.

—¿Pero...? ¿qué...? ¿por qué...? —cuestionó sin terminar de formular correctamente las preguntas—. No puedes interferir....

Apolo la silenció con el típico siseó, además de colocar su dedo índice sobre sus labios, Constantinova aguardo la respiración bajo el suave roce de su tacto sobre sus labios.

Durante un instante solo era el marrón oscuro y el azul cielo en la misma sincronía. Una mirada fugaz que intentaba transmitir más de lo que cada uno entendía.

—Cerebrito, no podía permitir que salieras herida —confesó con voz tranquila, algo raro en él, que solía despilfarrar enérgicamente cualquier cosa—. Aun así, has salido bastante lastimada. No tendría que haberte arriesgado tanto.

—Está bien, el cambio de look me gusta —dijo divertida, encogiéndose de hombros.

Apolo extendió una sonrisa que Constantinova no pudo descifrar, a diferencia de cualquier otra, incluso podría afirmar que demostraba dulzura. Miraba detenidamente el mechón plateado que sobresalía de su cabellera oscura.

—Te sienta bastante bien, linda —coqueteo. Constantinova rodó los ojos.

Apolo se relamió los labios y suspiró, aquella acción le parecía poco propia del dios, luego la miro fijamente.

—Me alegra que estes aquí, Nova... —habló en un tono demasiado suave para tratarse de él. Tomo uno de sus mechones que caía sobre su rostro y lo pasó por detrás de su oreja—. No volveré a ponerte en riesgo, linda.

Constantinova permanecía inmóvil, sosteniéndole la mirada, pero sin atreverse a hacer algún movimiento. Sentía su garganta y labios secos, sin saber si se trataba por el extenuante viaje o por el momento bochornoso en el que se encontraba.

No tenía idea de cómo reaccionar, una parte de ella le gustaba la tranquilidad y calidez que le proporcionaban sus ojos y su tacto sobre su piel, pero el uso de la razón que dominaba en ella sabía que aquella cercanía era peligrosa.

Tal vez ya no era una cazadora, pero apenas llevaba un par de minutos de haber renunciado a su lugar. La idea del romance no se encontraba entre sus planes.

Pero temía moverse, no sabía cómo alejarlo.

Entonces, como si las cosas hubieran estado a su favor. La voz de Artemisa se escuchó por detrás. Llamaba su nombre por sobre las voces y risas que abundaban en la sala.

Apolo le sonrió una última vez.

—Gracias por haberla salvado, cerebrito —agradeció, antes de guiñarle el ojo como solía hacer y perderse entre las personas.

Segundos después, el rostro jovial de la inmortal apareció frente a su campo de visión. Artemisa le sonrió atrayéndola en un abrazo.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó.

Greek Tragedy | PJOTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon