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El frío nocturno de las calles de Nueva York se precipitó de golpe contra su cuerpo, teniendo que abrazarse a sí misma para retener el calor. Hermes se acercó a un vehículo, colocó su mano sobre la manija y la puerta se abrió.

—No te atrevas a replicar —indicó, luego de la mirada que la semidiosa le había dado.

Rodó los ojos y tomo lugar a un lado de Hermes, que ocupaba el sitio de piloto. Nova no pudo afirmar si se debía al cansancio, pero tan prontamente su cuerpo toco el asiento, se sumergió en un sueño profundo.

Al llegar a las orillas de la colina mestiza, no tuvo la valentía de despertarla, la levantó con cautela, sujetándola por debajo de sus muslos y espalda.

La espesa oscuridad cubría en su totalidad el sendero, la casa grande tenía una luz tan tenue que podía pasar desapercibida. Los campistas debían encontrarse dormidos, lo cual agradecía porque no deseaba encontrarse con ninguno de ellos.

Quirón salió a recibirlo tan pronto notó la presencia del inmortal, pero su expresión se contrajo cuando distinguió a Nova sobre sus brazos.

Constantinova era por mucho una de las semidiosas más fuertes que había entrenado, aun cuando la situación se tensara, se levantaba hasta lograr lo que deseaba. Para nada era normal encontrarla tan vulnerable como ahora.

...

Estuvo un día entero dormida, la primera vez que abrió sus ojos apenas fueron unos segundos, la segunda vez, despertó al sentir caricias en su cabello, pero no había tenido la fuerza para levantarse ni mucho menos de notar quien era. La última vez percibió el dulce aroma de galletas, antes de sentir un líquido frío correr por su garganta.

Como un acto reflejo, sujetó con fuerza el dorso de la mano de quien limpiaba sus heridas. Un rostro rubio y familiar la miró con cautela, cómo si intentara mostrarle que no le haría daño.

Escaneó rápidamente el lugar donde estaba y reparó que se encontraba en una de las camillas del campamento mestizo. Suavizó lentamente el agarre que tenía sobre el menor, y le sonrió con culpa.

—Lo siento... —se disculpó—. No recuerdo como llegué aquí.

Lo último que recordaba era el barullo y como se sentía abrumada al estar rodeada de cuerpos bailando, que chocaban con ella cada cinco minutos.

Al niño no pareció importarle que hace unos segundos, tenía a la azabache sujetándolo de forma amenazante. Le ofreció una amplia sonrisa que logró tranquilizarla de inmediato, como si fuera capaz de contagiar su energía.

—Descuida —respondió, restándole importancia—. Has llegado por la noche, pero no había ningún médico en la enfermería. Quirón fue quien te cuidó, pero ahora nos ha dejado a cargo. Estaba limpiando tus heridas.

—Gracias, eh... —Intentó recordar su nombre, pero no recordaba haberlo visto antes.

—Will, Will Solace —respondió sonriendo. Constantinova le devolvió el gesto con menos entusiasmo del que el mostraba.

—Gracias, Will —agradeció—. Soy Nova.

Constantinova dejó que terminará su trabajo, antes de que se fuera y ordenarle permanecer en reposo. Le aseguró que más tarde vendría Quirón a corroborar su estado, y no le volvió a ver hasta que debía tratarse de la hora de la comida, que regresó con una bandeja llena, además de ambrosía y néctar.

Will le había dicho que había sufrido una contusión cerebral por el golpe que había tenido. No había sido grave, pero desde luego no debía tomarse a la ligera una lesión como aquella.

Greek Tragedy | PJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora